El papel que ha realizado el sitio web “Ajedrez en México” ha sido fundamental para evitar que la comunicación entre ajedrecistas mexicanos desapareciera tras de que las revistas de ajedrez mexicanas se extinguiesen como los dinosaurios.
Es, sin lugar a dudas, el enlace fundamental entre los ajedrecistas de México. Nuestro medio de comunicación fundamental.
Prácticamente no existiría cohesión entre los ajedrecistas mexicanos sin este excelente portal, fruto del tenaz esfuerzo de dos personas, una ampliamente reconocida y elogiada; y otra que me parece que ha sido injustamente poco reconocida.
Del Ing. Armando Acevedo, excampeón nacional y figura prominente del ajedrez mexicano desde hace más de 40 años, habrá alguna vez que hacer su recuento pormenorizado de todas las maneras en que ha demostrado su amor por el ajedrez de México. Son de esas personas que enriquecen la vida de uno al conocerlas, aun cuando se discrepe en opiniones políticas, o técnicas ajedrecísticas. Acevedo ha sido modelo y prototipo para muchas generaciones de lo que debe ser un personaje en el ajedrez. Incluso ha tenido la virtud más difícil de hallar entre los ajedrecistas: La discreción. Nunca se le ha visto exaltado ni aún tras perder alguna partida especialmente dolorosa, ni tampoco festejar con demasía algún triunfo.
Pero de Acevedo han escrito muchos y muchos más lo harán, más calificados que yo, por no haber sido contendiente directo en el tablero y verlo con la perspectiva histórica necesaria que falta a los que compartieron gran parte de su época, prácticamente cuatro décadas.
Pero del gran Hugo Aranda, se necesita escribir más. Como lo conocí cuando era prácticamente un niño y ya formaba parte de las huestes de la Gustavo A. Madero; delegación donde radiqué desde niño y hasta la madurez, además de haber sido entrenador una década completa, puedo hablar bastante de él.
Sin lugar a dudas lo caracteriza un espíritu noble, que rebosa en amor al ajedrez y a sus semejantes. De otra manera no se explica la razón de echarse a cuestas varias “cruces” ajedrecísticas tan notables. Por que, aunque no lo hace solo, seguramente muchos desvelos y trabajos le cuestan. Y Tiempo. Así con mayúscula. Tiempo que es vida y que pudiera dedicar a otras cosas, pero las dedica a su gran placer: apoyar a los demás.
A muchos les habrá extrañado que no felicitase a Hugo en su aniversario. Pero creí que la felicitación debía ser hecha desde otro ángulo.
También a Acevedo habría que felicitarlo por sus 70 años cumplidos, si no estoy equivocado, el 4 de julio. ¿Cómo habría de olvidar ese día? También nació mi padre y mi primer nieto un cuatro de julio. Además es el día en que murieron John Adams y Thomas Jefferson, si no mal recuerdo en 1826, 50 años exactos después de firmar en 1776 la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.
Pero volviendo al tema: El agradecimiento que el ajedrez nacional le debe a Hugo Aranda por mantener este lazo de unión debe ser expresado en un reconocimiento especial, no una simple felicitación.
A Hugo le debemos mucho, muchos. Y lo hemos reconocido poco, pocos.
A mi me daba mucho gusto el pensar que la tarea que había realizado en alguna época en la Gustavo A. Madero con Oscar Culveaux y Leticia Tello, quedaba de alguna manera bien continuada con Hugo. Aunque he aprendido que el tiempo no perdona ni las grandes labores y que el olvido viene más pronto cuando de memoria de gratitud se trata; quisiera decirle a cuanta persona juega ajedrez en la Gustavo A. Madero, que en la historia del ajedrez en la delegación, varios fuimos pieza en su evolución, pero Hugo, por no hacerlo como entrenador profesional, como es el caso de Oscar, Leticia y yo; tiene un mérito muy especial y por ende de mayor importancia que el nuestro.
Por lo pronto, yo pienso felicitar a Hugo no unos días, sino todo el año.
Es, sin lugar a dudas, el enlace fundamental entre los ajedrecistas de México. Nuestro medio de comunicación fundamental.
Prácticamente no existiría cohesión entre los ajedrecistas mexicanos sin este excelente portal, fruto del tenaz esfuerzo de dos personas, una ampliamente reconocida y elogiada; y otra que me parece que ha sido injustamente poco reconocida.
Del Ing. Armando Acevedo, excampeón nacional y figura prominente del ajedrez mexicano desde hace más de 40 años, habrá alguna vez que hacer su recuento pormenorizado de todas las maneras en que ha demostrado su amor por el ajedrez de México. Son de esas personas que enriquecen la vida de uno al conocerlas, aun cuando se discrepe en opiniones políticas, o técnicas ajedrecísticas. Acevedo ha sido modelo y prototipo para muchas generaciones de lo que debe ser un personaje en el ajedrez. Incluso ha tenido la virtud más difícil de hallar entre los ajedrecistas: La discreción. Nunca se le ha visto exaltado ni aún tras perder alguna partida especialmente dolorosa, ni tampoco festejar con demasía algún triunfo.
Pero de Acevedo han escrito muchos y muchos más lo harán, más calificados que yo, por no haber sido contendiente directo en el tablero y verlo con la perspectiva histórica necesaria que falta a los que compartieron gran parte de su época, prácticamente cuatro décadas.
Pero del gran Hugo Aranda, se necesita escribir más. Como lo conocí cuando era prácticamente un niño y ya formaba parte de las huestes de la Gustavo A. Madero; delegación donde radiqué desde niño y hasta la madurez, además de haber sido entrenador una década completa, puedo hablar bastante de él.
Sin lugar a dudas lo caracteriza un espíritu noble, que rebosa en amor al ajedrez y a sus semejantes. De otra manera no se explica la razón de echarse a cuestas varias “cruces” ajedrecísticas tan notables. Por que, aunque no lo hace solo, seguramente muchos desvelos y trabajos le cuestan. Y Tiempo. Así con mayúscula. Tiempo que es vida y que pudiera dedicar a otras cosas, pero las dedica a su gran placer: apoyar a los demás.
A muchos les habrá extrañado que no felicitase a Hugo en su aniversario. Pero creí que la felicitación debía ser hecha desde otro ángulo.
También a Acevedo habría que felicitarlo por sus 70 años cumplidos, si no estoy equivocado, el 4 de julio. ¿Cómo habría de olvidar ese día? También nació mi padre y mi primer nieto un cuatro de julio. Además es el día en que murieron John Adams y Thomas Jefferson, si no mal recuerdo en 1826, 50 años exactos después de firmar en 1776 la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.
Pero volviendo al tema: El agradecimiento que el ajedrez nacional le debe a Hugo Aranda por mantener este lazo de unión debe ser expresado en un reconocimiento especial, no una simple felicitación.
A Hugo le debemos mucho, muchos. Y lo hemos reconocido poco, pocos.
A mi me daba mucho gusto el pensar que la tarea que había realizado en alguna época en la Gustavo A. Madero con Oscar Culveaux y Leticia Tello, quedaba de alguna manera bien continuada con Hugo. Aunque he aprendido que el tiempo no perdona ni las grandes labores y que el olvido viene más pronto cuando de memoria de gratitud se trata; quisiera decirle a cuanta persona juega ajedrez en la Gustavo A. Madero, que en la historia del ajedrez en la delegación, varios fuimos pieza en su evolución, pero Hugo, por no hacerlo como entrenador profesional, como es el caso de Oscar, Leticia y yo; tiene un mérito muy especial y por ende de mayor importancia que el nuestro.
Por lo pronto, yo pienso felicitar a Hugo no unos días, sino todo el año.