Bitácora de un ajedrecista Riflexiones. Comentarios a vuela pluma. Fomentando el estudio del ajedrez con apoyo de las computadoras y via Internet email: chesscom@hotmail.com
28 abr 2009
Un misterio planteado por Geoff Colvin
En el libro de Geoff Colvin, “Se sobrestima el talento”, podemos encontrar los siguientes planteamientos: Hay dos historias interesantes en el mundo de los negocios de las grandes empresas. Son las de Jeffrey Immelt y de Steven Ballmer, quienes antes de llegar a la edad de cincuenta años se convirtieron en los directivos principales (CEO) de las dos corporaciones mas valiosos del mundo: General Electric y Microsoft. Contrario a lo que cualquier persona razonable hubiese esperado cuando ellos eran nuevos reclutas en sus respectivas empresas, alcanzaron el máximo nivel de logro corporativo. La pregunta obvia es ¿Cómo?
¿Fue su talento? Si así fuese sería extraño que este no se hubiese revelado en los primeros veintidós años de sus vidas. ¿Fue su cerebro? Los dos eran listos, pero no habían mostrado evidencia de ser más listos que miles de sus condiscípulos o colegas. ¿Fueron montañas de trabajo duro? Ciertamente no hasta ese punto?
Y aún así llegaron a grandes alturas. Lo cual lleva a la pregunta, ¿si no fue a causa de lo que normalmente pensamos que pudiese ser, que fue?
Es una cuestión a resolver que nos intriga no nada más sobre la vida de Immelt y Ballmer, sino sobre la nuestra propia.
Observemos a nuestros amigos, compañeros de trabajo o las personas que encontramos cuando vamos a una tienda o a una fiesta.
¿Cómo pasan sus días? La mayoría trabaja y hacen otras muchas cosas como practicar un deporte, tocar un instrumento, hobbies, etc. Ahora pregúntese honestamente, ¿Qué tan bien hacen lo que hacen?
Lo hacen más o menos bien. No tan mal para que los corran del trabajo, sino lo suficiente para que muy de vez en cuando los promuevan. Digamos que lo hacen lo suficiente como para seguirlo haciendo. En su deporte o hobbie se desenvuelven lo suficientemente aceptable para divertirse haciéndolo.
Las probabilidades son escasas de que cerca de usted haya alguien que haga algo de manera muy sobresaliente, de muy alto nivel mundial de excelencia.
¿Porqué no manejan negocios como Jack Welch, Carlos Slim, o juegan golf como Tiger Woods o tocan el violín como Itzhak Perlman, o juegan ajedrez como Judith Polgar?
Muchos de nuestros vecinos son esforzados y hacen diligentemente su trabajo. Algunos lo han realizado por mucho tiempo, veinte, treinta o cuarenta años, con gran experiencia. ¿Por qué eso no basta para que se desempeñen excelentemente?
El misterio es más grande si tomamos en cuenta que la mayoría hacen su trabajo muy poco mejor que cuando empezaron a hacerlo. Es decir, se han realizado estudios que demuestran que la mayoría de trabajadores realizan tras diez años de experiencia su trabajo sólo un 20% mejor que cuando comenzaron.
Hay cientos de ajedrecistas que juegan, tras 10 años de participar en torneos, solo unos 150 puntos de rating más que cuando sólo tenían 2 años de experiencia. O sea que en ocho años, solo mejoraron un 20% su juego.
Ocasionalmente hay casos de personas que se vuelven peores, es decir, tienen peores desempeños conforme tienen más experiencia. Dice Colvin que los médicos más experimentados sacan mas bajas calificaciones en las pruebas de conocimiento médico que los médicos menos experimentados, los médicos generales también se vuelven menos hábiles en el diagnóstico de sonidos del corazón y en rayos X con el tiempo. Los auditores se vuelven con el tiempo menos hábiles en ciertos tipos de evaluaciones.
Estos hechos hacen más obscuro, más difícil de resolver, el misterio del alto desempeño.
Cuando se les pregunta a los que son excelentes en alguna área, incluyendo el ajedrez, como lo hacen, ellos tienen dos respuestas comunes: La primera es trabajo duro, son extremadamente buenos porque trabajan muy duro. Por eso le decimos a los niños: ¡Hay que trabajar mucho! La segunda respuesta, es opuesta a la primera, pero Colvin la pone más hermosa citando a la Odisea de
Homero.
“Llamen al inspirado bardo
Demodocus. Dios le ha dado al hombre el don de la canción.”
O como decía el querido Raúl “Ratón” Macías. “Todo se lo debo a la virgencita de Guadalupe” (aunque también decía “Todo se lo debo a mi manager y a la virgencita de Guadalupe, tomen nota).
En el siglo XX y el XXI hemos cambiado nuestra opinión sobre muchas cosas, pero en lo que respecta a los grandes logros de los “excelentes”, no mucho, como en el caso de Demodocus, lo atribuimos a dones de Dios.
Bueno, desde un punto de vista objetivo general, cualquier cosa buena es don de Dios, y lo malo es el errar de humanos, el uso disparatado de nuestro libre albedrío.
Pero aterrizando la cuestión, no podemos conformarnos con eso. Nos gusta más eso de a Dios rezando y con el mazo dando.
Así que además de lo del don de Dios, necesitamos otra explicación, pues si todos somos hijos de Dios, todos tenemos más o menos los mismos dones, así que ¿Qué hace la diferencia entre los grandes desempeñadores y los pobres mortales comunes?
A veces nos damos la explicación de Colón. Los “excelentes” tuvieron la buena fortuna de descubrir su don, usualmente a temprana edad, “Descubrieron su América”. Pero eso contradice la respuesta uno, la del trabajo duro.
La explicación del don revelado, explicaría por que hay pocos que logren gran desempeño, pues Dios no da esos dones a muchos.
¿Entonces, no hay justicia divina? Hay muchos rusos ateos que tienen gran don para jugar ajedrez, o más bien, tienen gran desempeño, y si este es causado por el don, por el talento, ¿porque les da Dios a esos ateos ese talento y no a un buen cristiano como yo?
Tal respuesta tiene una gran ventaja, nos libera a los mediocres de toda culpa.
Pero creo el misterio sigue vigente. Habrá que ver que escribió Armor también.
Veremos …