Dos grandes escuelas surgieron en la URSS en 1981 gracias a la iniciativa de la enorme promotora del ajedrez Vera Nikolaevna Tijomirova, a quien el ajedrez soviético debe mucho. Ambas escuelas seguían el sistema de la escuela Botvinnik-Kasparov, de juntar dos veces al año a campamentos a los mejores jugadores jóvenes durante un par de semanas, luego regresarían a sus ciudades con trabajos y tareas encomendadas, para entregarlas a revisión en la siguiente reunión. Se eligieron dos grandes maestros reconocidos por su afición al estudio y al análisis y por su seriedad en el trabajo: Alexander Nikolaevich Panchenko y Evgueny Ellinovich Sveshnikov.
A cada uno se le encargaría la preparación de 30 alumnos. Los mejores 30 para Panchenko y los del lugar 31 a 60 a Sveshnikov. Con la cantidad de aspirantes en la URSS, de miles de talentosos muchachos, 60 pertenecían a una envidiada élite que gozaba del privilegio de estudiar en la Escuela de Ajedrez de Toda la Unión Soviética.
Examinando las notas de publicaciones de corto tiraje, para uso interno de sus grupos, que realizaba mi buen amigo Alexander Nikolalevich, encontré a que atribuía que Vera N. Tijomirova lo hubiera invitado a dirigir sus cursos. Resulta que los dos elegidos eran los alumnos a quien más respetaba un entrenador, que a su vez, sin tener más que el título de Candidato a Maestro, era considerado por Tijomirova, y su asesor Goloshnishev como uno de los más notables, si no él que más, de la Unión Soviética.
El que fue entrenador de Panchenko, Sveshnikov, Timoshenko, Semión Dvoiris, y en un momento clave de su formación, nada menos que de Anatoly Evguenivich Karpov; aquel entrenador que formó la famosa escuela de Cheliabinsk que alguna vez fuera, con una población muy pequeña, no llegaba al medio millón de habitantes, la subcampeona por equipos de la URSS solo detrás del equipo de Moscú, ciudad de más de 12 millones de habitantes y lugar de residencia de 38 grandes maestros, y que por esa hazaña recibiera el título de entrenador emérito de la URSS sin tener el de Maestro de Ajedrez en el tablero, es totalmente desconocido fuera de Rusia.
Una demostración clara de que la fuerza en torneos no tiene nada que ver con la calidad de un entrenador, sino que es más importante su cultura general, su conocimiento de la pedagogía, de la psicología y de la filosofía de la vida, está en la vida de este entrenador. Conocedor de Makarenko, estudioso de Vigotski, profundo estudioso de la naturaleza humana, a la vez tenía una sensibilidad especial para el ajedrez, aunque gustaba más de enseñar que de competir, aunque cuando lo hacía llegó a vencer a algunos de sus alumnos que ya eran grandes maestros. Este gran desconocido tuvo resultados brillantes en torneos, pero nunca intentó siquiera obtener un título. Le dieron el de Entrenador Emérito de la URSS cuando era clamor general y el éxito de su equipo ya no se podía minimizar.
El caso es que Panchenko y Sveshnikov fueron encomendados a las grandes tareas de entrenadores, por sugerencia de este gran desconocido.
En el caso de Panchenko, a mi me pareció sorprendente cuando me contó su gran decisión de dedicarse a ser entrenador. Corría el año de 1980 y Panchenko tenía solo 27 años y era uno de los grandes maestros más prometedores de la URSS. Dos años antes habíamos jugado una partida en el Campeonato Mundial Juvenil por Equipos de 1978 en Ciudad de México. Me acuerdo que recién había arribado de Calí, Colombia, cuando en la primera semana tuve que enfrentarme a Jonathan Speelman de Inglaterra, Panchenko de la URSS, Ronal Henley de Estados Unidos, tres Grandes Maestros al hilo, me dieron un respiro ganándole a un jugador de El Salvador y luego logre tablas con el MI Vilela de Cuba. Inglaterra, Estados Unidos, URSS y Cuba en una semana, para lograr un miserable punto y medio de cinco, sin un solo dia de descanso tras arribar en un vuelo muy largo desde el Valle de Cauca. Bueno, el caso es que ahí hice buenas migas con Alexander Nikolaevich y se me hacía una decisión muy temprana de dedicarse a entrenador. A mi había pasado algo similar, pues a los 23 años me dedique a entrenador de tiempo completo en la UNAM he incluso en el Campeonato Mundial Estudiantil de 1977 fui capitán no jugador del equipo de México que tenía jugadores de mi misma edad y yo era su mentor. Pero yo no contaba con el apoyo de la URSS y me dedique a entrenador por hambre primero y por vocación después. Pero Panchenko tenía una beca, no necesitaba trabajar sino solo jugar, ¿Por qué abandonar a tan temprana edad el circuito internacional? ¿Por qué entre tanto entrenador con experiencia en la URSS le daban tal puesto?.
Como dije antes, la respuesta es que era el alumno más destacado de un entrenador grande entre los grandes. Pero un total desconocido.
Por muchos años me era desconocido el nombre de ese entrenador. Panchenko lo menciona en sus escritos de su escuela por allá de 1985, pero antes no me lo mencionó a pesar de que Sveshnikov y él lo consideraban su segundo padre. Kotov en su libro que en inglés se titula “Train like a Grandmaster” donde menciona a los principales entrenadores de la URSS, habla de la Escuela de Botvinnik, de la que surge la de Kasparov y la de Dvoretsky, menciona la Escuela Ucraniana de Victor Emanuelovich Kart, la de Georgia y las campeonas mundiales femeninas lidereadas por Karseladze. También menciona las escuelas supervisadas por Petrosian y Smyslov; pero de la Cheliabinsk no dice nada, a pesar de tantos grandes maestros surgidos de ella.
Ese gran desconocido, pero que debiera serlo por su enorme nivel y por haber preparado a figuras como Sveshnikov y Panchenko que no sólo eran grandes jugadores sino que a su vez produjeron más de una treintena de grandes maestros es: Leonid Arionovich Gratvol.
Lo han llamado el pedagogo celeste, el entrenador divino. Dice Sveshnikov que una vez le enseño una partida modelo, explicándole el tema estratégico y las minucias y detalles tácticos, y el ya Gran Maestro Sveshnikov sintió que le abrían los ojos, ganando luego diez partidas al hilo con ese sistema en torneos internacionales. Panchenko decía que su éxito como entrenador era basado en acordarse como enseñaba Gratvol.
Sveshnikov dice que en 1990, cuando Gratvol decidió retirarse, le dejo sus cuadernos de notas y era como si le hubieran heredado la Piedra Rosetta del ajedrez, no sólo mejoró notablemente como entrenador, si no que tuvo un repunte en su carrera de ajedrecista a pesar de tener ya mas de cuarenta años de edad.
El GM Timoshenko tenía la costumbre de cerrar discusiones con la frase, “El evangelio según Gratvol”
Una vez que traducía una entrevista de Karpov, sabiendo yo que su entrenador era el GM Semión Furman, no entendía la frase de Karpov de que seguía el sistema de análisis Gratvoliano. ¡Veinte años después lo entendí cuando vi unas notas de Panchenko en 1994 su mención de los sistemas Gratvolianos!
Lo curioso es que Gratvol daba mucha importancia al estudio de la apertura y del final, pero el medio juego era para él parte de la apertura, o mera transición de ella para un final. Muchas veces al leer sus notas sobre el tema pensé que simplemente no entendía que quería transmitir Leonid Arionovich. No he podido hacerle esa pregunta en vivo, pues no lo conocí nunca personalmente.
El caso es que Sveshnikov en su escuela se dedicaba a enseñar aperturas principalmente y Panchenko hacía lo propio con los finales.
Si bien Sveshnikov sólo ha publicado monografías y estudios sobre aperturas, Panchenko su mejor libro trata de finales, pero también escribió uno de medio juego, pero ninguno de aperturas. Entre los más destacados alumnos de Sveshnikov puedo citar al GM Vadim Milov, que ha jugado en México varias veces y que es fiel seguidor del estilo agresivo de Sveshnikov, También Sveshnikov colaboró con Dvoretsky para preparar en aperturas al Campeón Mundial juvenil Chejov.
Otra afirmación rara de Gratvol era de que la estrategia no existía, que todo era táctica, pero como el cerebro era incapaz de calcular todo, hacía estimaciones perspectivas de posibles situaciones tácticas y que a la estimación le decíamos sentido posicional y estrategia y al cálculo concreto y preciso le llamábamos táctica. Pero que el ajedrez no es otra cosa que una serie de jugadas, o de posiciones si queremos verlo así. Sin embargo, para enseñar a niños era mejor hacerlo por conceptos y con adultos o jugadores experimentados por nociones. Finalmente del concepto siempre había que pasar a la noción, o de lo general a lo particular. Es decir vemos el caso particular, nos guiamos con el concepto general y de ahí luego regresamos a particularizar. El Evangelio según Gratvol