Bitácora de un ajedrecista Riflexiones. Comentarios a vuela pluma. Fomentando el estudio del ajedrez con apoyo de las computadoras y via Internet email: chesscom@hotmail.com
14 oct 2010
Pedro Abelardo y la Universidad.
Cuenta el GM Alexey Sergueyevich Dreev como tenía que viajar primero para entrenarse con el Maestro Vladimir Sergueyevich Saigin, aquel que diera la “altenativa” nada menos que a Mikhail Tahl, y luego con el MI y entrenador emérito de la URSS Mark Izraelevich Dvoretsky. Lo importante no era el lugar de la escuela sino donde estaba el entrenador.
Cuando Pedro Abelardo amenazó con dejar la Universidad de París, La Sorbonna, el rector sintió que las imponentes cátedras estarían realmente vacías y las aulas pronto también lo estarían.
Un sitio vale por las cosas que han sucedido allí y las palabras que se han dicho también, pues aunque no tan fuertes como los hechos, las palabras transmiten ideas que inflaman a un pueblo.
Ahora vivimos en una era muy especial en que no hay que ir a Saint Germain a escuchar a un Pedro Abelardo, ni esperar a que en el Trinity College programen una conferencia de un Thomas Moore, o penetrar la secrecía de una Logia Hermes de París para escuchar un debate entre el Dr. Bernstein y el Dr. Alekhine que termine luego con unas partidas de blitz.
Ya el conocimiento fluye por toda la red de internet en dieciocho idiomas, siendo el español el de mayor crecimiento en el último año.
Desgraciadamente México se distingue por ser el de mayor uso del “Facebook”, en lugar de caracterizarse por tener muchos internautas escudriñando bases de datos y bibliotecas electrónicas, es el pueblo “chatero”, recordando la queja de Don Porfirio Díaz cuando Don Joaquín de la Cantoya y Rico le robaba público gracias a su atractivo globo, hecho que hizo que el prócer oaxaqueño calificase a su pueblo de “globero”.
Navegando por Internet se siente uno como caminando por la universidad en Compluto, o en Lleída, o en Viena o Georgetown, sabiendo que abriendo una puerta puede “escuchar” a los grandes catedráticos, a los Pedro Abelardo de esta época, así como conectarse con las voces nunca apagadas del pasado como mi maestro Bronowski que hiciera de La Jolla, la joya del conocimiento.