Tras varios intentos, parece que estoy aislado parcialmente del internet, pues puedo escribir algunos emails pero no usar el imprescindible usb para subir artículos preparados y mis lecciones.
De esta manera se acumularán las crónicas, pero no tengo alternativas y al menos escribir estas crónicas me hace, de alguna manera, sentir que me comunico.
Tras la desaparición de la URSS algunos de los países que la integraban han tenido una evolución muy accidentada y algunos han pasado por virtuales guerras civiles y otros parece que siempre están al borde de que estalle la violencia generalizada.
¿Cómo se desarrollan los ajedrecistas ahí? Increíblemente progresan, gracias a sus bases de metodologías del entrenamiento mucho más que los jugadores de países estables económica y políticamente hablando.
Azerbaiyán tiene una de las escuelas de ajedrez más exitosas de la actualidad, con gran tradición aunque no era de las más destacadas cuando existía la URSS. Parece que, incluso, les favoreció la desaparición de la URSS al favorecer la internacionalización de sus jugadores más prometedores. Los trágicos eventos de lucha étnica con las naciones vecinas como Armenia que se desataron como consecuencia de la ausencia del control y arbitraje central soviético han tenido sus secuelas durante ya casi veinte años, con daños colaterales en el ajedrez que llegaron a causar de que a un gran maestro de Azerbaiyán lo dejaron fuera del equipo nacional por haber pertenecido a un equipo de un club español que tenía el nombre de Kasparov, el jugador nacido en Bakú, la capital de Azerbaiyán, pero de etnia armenia y que dejó su país de nacimiento y tuvo que rescatar a su familia de las persecuciones que se hacían de los armenios. Muchas de las fricciones étnicas de las zonas geográficas alrededor de los mares Caspio y Aral, se han agudizado con la catalización política de los intereses internacionales. En el mundo, Estados Unidos posee 800 bases militares, en 156 países, las cuales se han desplegado, en algunos momentos, en Uzbekistán, Tayikistán, con presencia más estable en Kirguistán. Turkmenistán y Uzbekistán se lucen con una pesada reserva de gas y petróleo. Otros países de la ex URSS, como Bielorrusia parecen estar a punto de cruentas luchas civiles, como algunas otras repúblicas como Georgia ya pasaron tragos amargos.
Prácticamente en la mayoría de los países de Asia Central el ajedrez se fue para abajo y solo Georgia, Armenia y Azerbaiyán no sufrieron de emigración masiva permanente de jugadores de alto nivel, sino que sus estrellas vienen y van de los países occidentales. Es común que los jugadores de elite residan en países de Europa Occidental, como Anand y Topalov en España, lo que causa que sus compatriotas no gocen de las ventajas de tenerlos cerca, como sucedía en tiempos de la URSS. Los “ámbitos” ajedrecísticos incubadores de futuros grandes jugadores, parecen ser cosa ya del pasado, lo mismo que sus tertulias. En Viena había cafés que eran auténticas escuelas vivas del ajedrez a finales del siglo XIX, como lo fue el café de La Regencia en París en el siglo XVIII y principios del XIX. El club central de la URSS en Moscú también fue semillero de grandes estrellas y casi cada país tuvo un lugar así. En México estaba el Club Metropolitano en las primeras dos décadas de la segunda mitad del siglo XX, pero fue desplazado por clubes universitarios, que al no estar abiertos para los ajedrecistas en general, separaron prácticamente a las diversas generaciones de ajedrecistas. Clubes tradicionales como el “Club Capablanca” de La Habana, eran centros de reunión y convivencia de los mejores jugadores de Cuba antes de la Revolución Cubana, pero luego, al crearse el movimiento estatal de popularización del ajedrez, fue desplazado por decenas de Academias de Ajedrez dirigidas principalmente a dar servicio e instrucción a los jóvenes, pero las personas de edad madura ya no tuvieron sus lugares de convivencia ajedrecística. Recientemente se volvió a integrar el Club Capablanca, queriendo revivir una tradición, con apoyo gubernamental y de la sociedad civil. Pero si bien hay un grupo de contertulios, los mejores jugadores de la capital de Cuba participan en torneos nacionales e internacionales pero prefieren dedicar el tiempo al estudio serio del ajedrez y no a convivir en tertulias ajedrecísticas, por lo que se pierde la función incubadora de talentos de los clubes. Es algo parecido a la evolución de las sociedades culturales o las logias donde antes eran los sitios de instrucción y aprendizaje libre, y que han casi desaparecido totalmente al extenderse las instituciones de educación superior, que son ahora ekl verdadero lugar de incubación de los talentos preclaros de una sociedad.
Es más fácil discutir de temas ajedrecísticos en un foro en Internet, que trasladarse a un club a intercambiar ideas y argumentos con otros ajedrecistas, como se hacía en los siglos XVIII, XIX y XX. Esos tiempos y esos momentos que muchos alcanzamos a disfrutar, ya son desconocidos para los jóvenes. Aunque a mi parecer, participar y leer los foros en Internet es, pragmáticamente hablando, más provechoso e interesante.
El relato de que el gran Capablanca sufrió un ataque mortal mientras observaba una partida informal en el Manhattan Chess Club de Nueva York, sería ahora algo increíble. Increíble no por el hecho de que una persona de 54 años de pronto estuviera al borde de la muerte por causas de salud, sino de que un excampeón mundial de ajedrez de tal magnitud disfrutase de compartir la tertulia con varios amigos en un Club de Ajedrez.
No me imagino a Spassky o a Karpov, que hoy día es 5 años o más mayor que lo que eran Morphy, Alekhine, Capablanca , y Petrosian cuando fallecieron, asistiendo a un club de ajedrez, a mirar partidas y conversar con los amigos, como Philidor, Steinitz y Lasker seguramente también lo hicieron.
Fontanka también tuvo su club, el Taleón, aunque ahora más bien es uno de los restaurantes más exclusivos y caros de “Piter”, pero me prometí ir a jugar unas partidas al “Capablanca”, el de Infanta 54 y lo he de cumplir antes de que termine 2010.
Ni guerras, ni conflictos, ni ausencia de ámbitos han sido obstáculos suficientes para que los jóvenes talentosos no puedan cumplir sus citas con Caissa, por lo que a los viejos no nos queda sino citar hechos, observar, tratar de sacar conclusiones e intentar hacer algo para facilitar el camino a quienes nos siguen.