En varias federaciones nacionales de ajedrez de la América
Nuestra, instituciones que por lo general y en el papel son controladas por el
gobierno, existe una creciente distancia de los ajedrecistas practicantes. Por
todos lados aparecen escritos, cartas abiertas, en protesta de la manera en que
los directivos tratan a los que juegan ajedrez. A veces parece que el que los
directivos no sean practicantes del ajedrez causa de que no exista la afinidad
suficiente para mantener el dialogo con el ajedrecista común y, mucho menos,
con los mejores jugadores o líderes de opinión del ajedrez de su país.
Casos inusitados como el de que las jugadoras del Campeonato
Final Femenino de Argentina se presentasen a la competencia convocada, pero se
negasen a realizar ninguna jugada en protesta de varias cuestiones pendientes
de su presidente de la Federación, hace ver que es posible que la sociedad
civil pronto controle la organización del ajedrez, hoy en manos de instituciones
respaldadas por gobiernos y no por el aficionado al ajedrez, que debiera ser origen
y razón de ser de las federaciones.
El sistema representativo muy diluido existente impide que
el ajedrecista actualmente tenga algo que ver en el nombramiento de los
directivos de la federación y por lo tanto no los siente suyos, sino personajes
oscuros que hay que aceptar para participar de la práctica organizada del ajedrez.
Si bien hay que decir que comparados a los millones que juegan ajedrez sin
organización directa o solo por medio del internet en nuestros países, la
cantidad de ajedrecistas federados correspondería solo una fracción muy pequeña,
casi mínuscula de aquellas masas. Pero el ajedrecista de torneo, que es forzado
a federarse, convive con una institución que siente ajena y secuestrada, a la
que encima debe darle dinero y legitimidad si desea participar en torneos.
Pero poco a poco hay más conciencia de que la sociedad civil
debe controlar la práctica del ajedrez y el futuro de grandes cambios en las
federaciones o en su contexto no está muy lejano.