A finales del siglo XIX ya el
ajedrez era popular en Bakú, pero las condiciones en la región eran poco
propicias para cualquier expresión de la cultura, ya que además de la situación
política entre las presiones de los Imperios Turco y Ruso, las diversas etnias
que con dificultades convivían en la región eran azuzados por aquellos que
querían suscitar antagonismos al grito del divide y vencerás. Existía en Bakú
un pequeño club donde las enseñanzas de Dufresne, el autor alemán, eran la
biblia de los ajedrecistas locales.
Ya al establecerse el poder
soviético en la región, tras 1922, se
promovieron clubes, o más bien ámbitos de ajedrez, donde algunos activistas
daban clases apoyados por los primeros manuales de ajedrez escritos en ruso,
lengua que una gran parte de la población azerí no conocía.
Pero desde Moscú enviaron los
primeros entrenadores, entre ellos Vladimir Makogonov, que fue una verdadera
fortuna, pues fue un pilar que levantó a grados máximos de calidad y masividad
el ajedrez en la región.