Todos los estudios que se han
hecho sobre el valor de que las personas participen en la práctica organizada
del ajedrez debieran convencer a los que están relacionados con dicha práctica.
Es decir, yo no comprendo porque los árbitros, organizadores, promotores y
sobre todo los instructores no practican ajedrez asiduamente, y me refiero a la
participación en torneos “clásicos”.
Es como vender un producto y no
consumirlo. ¿No creen en ello?
El cerebro de los ajedrecistas,
entendiendo que para serlo se juega, se estudia o se entrena en ajedrez; o por
así decirlo, se piensa en ajedrez, dicen las investigaciones que tiene
características valiosas que no poseen los cerebros de personas que no
practican el ajedrez.
A veces es muy evidente esto
cuando uno participa en la organización de eventos y tiene que asesorar a
personas que están en el medio del ajedrez pero no juegan torneos. Es evidente
que no poseen hábitos de razonamiento y a veces parecen medio lentos. Es muy
diferente cuando uno trata a personas habituadas a resolver problemas.
He trabajado muchos años en
labores muy ajenas al ajedrez, sobre todo en el sector público donde desde jefe
de oficina a director de área y encargado del despacho de una dirección general
en una secretaría de Estado tuve oportunidad de desempeñarme. Más de 30 años “cotizando”
como dice uno, en el sector gubernamental. Y uno detecta quienes tienen métodos
de razonamiento y hábitos adquiridos resolviendo problemas. Me es muy claro que
los ajedrecistas de torneos tienen esas cualidades. Por ello considero un deber
social promover el ajedrez en toda la sociedad. A eso dedico cuanto puedo dar.
Me llama la atención por ello que
algunos alumnos que estudian para instructores me pregunten que tan necesario
es jugar ajedrez. La respuesta es clara, jueguen cuanto torneo serio puedan,
con tiempo suficiente para reflexionar. Si no hay muchos en el área donde
radican o el tiempo laboral los limita, analicen profundamente posiciones.
Hacer ejercicios de táctica diario es imprescindible, aun cuando puedan jugar
muchos torneos. El chiste es tener la mente trabajando.
Deben hacerse un tiempo para participar
al menos en 5 torneos “clásicos” al año. Sin eso no pueden llamarse
ajedrecistas. Si la edad los limita un poco, más serán afectados si no
practican. No importa que vean sus resultados bajar. Si fueron campeones de su
ciudad en una época y les da pena perder ahora con jugadores de tercera, más
pena es no jugar y perderse de los beneficios que la práctica organizada del
ajedrez les puede dar.
Está claro que aquel que no
participa en ajedrez no cree en realidad las ventajas de jugar ajedrez. Vende
entonces falacias si es instructor y no practica lo que instruye.
Los entrenadores de otros
deportes envidian a los de ajedrez porque aun viven las emociones de competir.
Cuando me reúno con compañeros de trabajo de muchos años que son entrenadores
de diferentes disciplinas, realmente me siento afortunado de disfrutar aun
aquello que ellos tanto añoran disfrutar.
Los que amamos el ajedrez tenemos
manera de gozar ese amor toda la vida y seguramente los jugadores de ajedrez de
torneo tenemos muchas ventajas sobre los que no participan en eventos.
Por eso me parece muy importante
que los instructores sean verdaderos jugadores de torneos, me da pena ver que
muchas personas se vuelven instructores o personal de organización con la amargura
y la frustración de no tener lugar en torneos porque simplemente no tienen las
cualidades de lucha. Pero aun ellos pueden disfrutar y aprovechar del ajedrez
mucho si estudian, analizan partidas con enjundia, con dedicación. Es una forma
alternativa de jugar ajedrez. No es lo mismo, pero, de los males el menor.
Alentar a no ajedrecistas a que
se vuelvan instructores, me parece sumamente terrible, pues sencillamente los
empujan a hacer algo que requiere mucha dedicación y vocación, y que es una
verdadera tortura para quienes no aman realmente el ajedrez. No darán el
esfuerzo extra que merecen sus pupilos y no podrán trasmitir ese amor por
enfrentar el reto de jugar ajedrez de competencia, motivación básica para que
un niño ajedrecista vaya adelante y extraiga de la práctica organizada del
ajedrez el máximo beneficio. Lo importante pedagógicamente hablando del ajedrez
no es solo jugarlo, sino como se juega.