Existen los rumores acerca del área 51 de Estados Unidos,
sobre sus experimentos y sobre su sector 4 donde prueban todo tipo de aparatos
voladores y de telecomunicaciones. Muchas de las historias al respecto parecen
ser algo más de lo que se conocen como leyendas urbanas. Todos los días hay
algo nuevo al respecto.
En el ajedrez es común leer títulos de libros en que se
habla de “Secretos” de esto o aquello e incluso en algunas ciudades pequeñas de
los países que antaño formaban parte de la Unión Soviética dicen que en la gran
ciudad de los tres nombres, la que se fundó como San Petersburgo, luego pasó a
ser Petrogrado, luego Leningrado y de nuevo San Petersburgo, estaba el “área
51” del ajedrez soviético.
En realidad cada ciudad soviética notoria, como Kiev,
Odessa, Moscú, Knishev, Cheliabinsk, Erevan, Bakú, Tiflis, Minsk y las bálticas
Riga y Tallin, se destacaron como generadoras de muchas generaciones de
maestros de ajedrez de primer nivel, además de poseer sus “secretos” de cada
escuela.
Pero debido a los campeones mundiales que se formaron
básicamente en San Petersburgo (en tiempos de que era llamada Leningrado), como
Botvinnik, Spassky, Karpov y el brevemente reinante Khalifmann; así como muchos
notorios retadores como Viktor Korchnoi; la fama de esta hermosa ciudad como
sede de escuelas de ajedrez, solo se equipara con Moscú.
El caso es que aunque el equipo de ajedrez de Rusia no
domina los campeonatos mundiales por equipos y las olimpíadas como antes, es
innegable la gran cantidad de maestros de super primera línea que juegan bajo
la bandera tricolor y el escudo de San Jorge; por lo que se considera aún la
escuela líder del ajedrez mundial y es la meca obligada de entrenadores que la
visitan o al menos “se conectan” con su escuela.
Sigue siendo San Petersburgo la que contiene los archivos de
ajedrez bibliográficos más grandes del mundo, ya sea en impresos o
digitalizados, con documentos invaluables para seguirle el hilo a la historia del
ajedrez soviético y a las decenas de grandes jugadores de otros países que
pasaron temporadas ajedrecísticas en ese centro de ajedrez mundial.
Para los iberoamericanos aun hay mucho que se puede
encontrar del paso por esa ciudad de José Raúl Capablanca y Carlos Torre
Repetto, ya que fue en esa ciudad donde se gestaron y publicaron sus libros más
importantes.
Parece increíble que haya que buscar sus huellas de estos
grandes jugadores del área del golfo de México, en las calles alrededor de los
canales de San Petersburgo y hasta el centro de Fontanka.
Los archivos de ajedrez en nuestros países meridionales eran
poco cuidadosos en las primeras décadas del siglo XX, mientras que en San
Petersburgo parecía que la fiebre de ajedrez de Moscú 1925 llegó al máximo en
la prensa y en las bibliotecas de aquel Leningrado que apenas transitaba del
zarismo al régimen soviético. El caso es que hay más publicaciones sobre el GM
Torre Repetto en la prensa leningradense y rusa de 1925, que en la de México de
muchos años juntos.
El abundante material digitalizado que se produce en todo el
mundo, ya sean bases de datos de partidas, colecciones de libros y revistas
digitalizados, programas para PC o android, videos, audios, etc; es fácil
recopilarlos en los mercados de pulgas de San Petersburgo reales y virtuales;
donde uno puede conseguir un folleto programa del Torneo de 1914, como las
partidas de Carlsen jugadas en Holanda en 2015, comentadas por grandes maestros
de primera línea o entrenadores ilustres de las escuelas de la ciudad.
También han salido a la luz historias sobre los secretos de
la KGB y el ajedrez, sobre todo tipo de complotismos, o simplemente estampas de
lo que eran los tiempos dorados del ajedrez ruso, cuando Chigorin era el amo en
los lugares más aristocráticos del ajedrez del Imperio de Todas las Rusias, así
como afiches y “pines” de cuanto torneo se efectuó en la URSS.
Habrá que hacer una labor de rescate enorme en México para
que tengamos tanta memoria documentada de la historia del ajedrez de México
como puede hallarse en San Petersburgo, donde parece que los jóvenes
ajedrecistas rusos saben más sobre Carlos Torre que el ajedrecista mexicano
promedio.