Recién competí en el
Selectivo del Distrito Federal para el Campeonato Nacional Abierto y como al
principio me fue muy bien y aseguré mi clasificación (con gastos pagados, que
era lo importante) tuve algo de tiempo para ver las partidas de otros tableros
y observar el desempeño de jugadores de diversas categorías etarias, pues
compitieron en varias “sub”, como sub
10, sub 14, etc,
Me sorprendió en la
categoría de adultos ver partidas de jugadores que ya tienen títulos de maestro
FIDE que desconocían técnicas elementales de finales, sobre todo un final de
peones del llamado “cuadrado errante”, y otro con la mala aplicación de la
Posición Lucena, aunque en un final de dos torres contra dos torres.
Pero en los muchachos menores
de 14 años la cantidad de errores en finales de peones en situaciones de simple
triangulación fue abundante. De hecho traté de preguntar a sus supuestos
entrenadores si les enseñaban esos temas. La respuesta de que no tenían tiempo
más que prepararlos en aperturas no me dejó satisfecho, porque revise las
papeletas y observando las primeras diez jugadas de las partidas, los errores
en esa etapa eran bastante gruesos.
El caso es que en este
evento selectivo de una ciudad tan grande, 22 millones de habitantes por lo
menos, se vio un ajedrez de una calidad preocupante.
De hecho, en mis propias
partidas, solo una la jugué bien, pero achacaba a un resfriado mi bajo
desempeño y se puede decir que gane la cantidad de partidas suficientes a base
de jugar basado en la técnica. En pocas palabras cambie rápidamente piezas,
aproveche alguna imprecisión de los oponentes en los finales y gane de forma
rutinaria, o sea aparte de una partida en que si trate de crear algo, lo demás
fue aplicar técnica.
Pero me sorprendió ver
algunos jugadores jóvenes con rating cercano a los 2300, que perdieron con
algunos muchachos mucho menores que
ellos y con 200 puntos menos, en partidas donde no se vieron grandes lances,
sino simplemente muchos errores.
Tenía yo unos tres años que
no había asistido a un selectivo similar y vi una calidad muy inferior al
evento anterior. Conclusión: Ha bajado mucho la calidad del ajedrez en la gran
ciudad de México.
Hace unos 30 años nos quejábamos
varios entrenadores que el 95% de los jugadores con títulos internaciones de todo el país vivían en la Ciudad de México
y que había una diferencia abrumadora con otras ciudades. Incluso, observando
más atrás en la historia, todo el siglo XX parecía que solo en una ciudad había
ajedrez. Aunque muchos campeones nacionales no habían nacido en la Ciudad de
México, todos los del siglo XX residían en la Ciudad de México al ganar sus
títulos. La única excepción fue el GM Carlos Torre, que cuando en 1926 ganó el
título de campeón nacional era oficialmente residente en la Ciudad de Nueva
York.
Pero ya en el siglo XXI,
aunque la gran mayoría de maestros residen en la Ciudad de México, en las
categorías infantiles se observa que la amplia mayoría de los campeones son de
diferentes entidades y ya son raros los capitalinos que ganan los títulos
nacionales. Muchos adjudican el hecho a que maestros cubanos tienden a tratar
de residir en pequeñas ciudades y han trabajado con niños en esas localidades.
Pero no está claro, porque los niños ganadores reconocen como sus entrenadores a profesores
mexicanos y es raro que declaren que son entrenados por maestros cubanos.
Otra razón que se alude es
que en las ciudades del interior del país hay más apoyo para los jugadores
infantiles y juveniles. Eso si está muy claro, porque las autoridades
deportivas de la Ciudad de México en los últimos diez años han aportado mucho
menos fondo que en un año aportan las autoridades de ciudades más pequeñas. Pero
con todo y esa falta de apoyo, la cantidad de niños que practican ajedrez en
escuelas privadas que si apoyan monetariamente el ajedrez en la Ciudad de
México, es diez veces mayor que en otras ciudades, aunque la calidad de sus
instructores es muy discutible. Son muchos, bien pagados, pero normalmente empíricos,
con escasa capacitación y no han tenido éxito en lograr jugadores de nivel
entre sus alumnos.
En educación superior la
cosa es muy diferente. Hay universidades privadas de la Ciudad de México que
tienen equipos bien apoyados y que están integrados por los que serán los
representantes internacionales de México en la próxima década. En las
Universiadas no se observa esa baja de nivel de la Ciudad de México en las
categorías infantiles. Lo mismo pasa en adultos, que aunque si se ve una baja
en la calidad, los jugadores de la capital siguen teniendo los lugares más
destacados, aunque hace unos meses varios jugadores con títulos de gran maestro
han decido probar suerte laboralmente y residir en otra ciudad y seguramente
ganarán campeonatos como representantes de sus nuevos lugares de residencia.
Pero en lo general, a pesar del deterioro de calidad, siguen los capitalinos
siendo los favoritos en muchas competencias de adultos.
Parece que a mayor edad sea
la categoría, los favoritos sean los capitalinos.
Urge el estimular a los
instructores a que se preparen más, tengan mejores programas de estudio para
sus pupilos, les den seguimiento a expedientes, se haga un trabajo más
profesional. Parece que se conforman con tener un trabajo pagado y como sus
supervisores no saben de ajedrez, pues van nadando de a muertito sin
preocuparse, pues saben que sus errores se notan solo a través de los
años. Aquí, si, el instructor es
culpable. Una prueba estilo Enlace para los ajedrecistas escolares de la Ciudad
de México sería seguramente una amenaza terrible para los capitalinos.
Unos “promotores” del
ajedrez capitalino, citaban a Dick Swaab y su libro Somos nuestro cerebro, como
referencia de que el ajedrez era recomendado por el autor. Pero ese libro dice
cosas terribles. El citado autor, neurólogo
de especialidad, es escéptico sobre
nuestra capacidad de mejorar las capacidades cerebrales.
Entre otras cosas dice: “el cociente de inteligencia depende en un 88% de esa herencia genética”. Agrega más adelante que el libre
albedrío solo es una agradable ilusión. Afirma
que entre lo poco que podemos hacer, destaca una cosa: jugar al ajedrez.
Esos libros parecen ser
parte de una campaña para hacer más ancha y más profunda la brecha que separa a
los estudiantes con capacidad económica de los que nacieron con menos
privilegios, además de tener unos tintes obviamente racistas. A la larga
quieren demostrar que la enseñanza privada es más confiable que la pública y
tratar de evitar que la movilidad social sea más difícil, socavando la
educación abierta a todos. Desgraciadamente esa batalla se va perdiendo, en
gran parte debido a la corrupción y a los que trabajan “nadando de a muertito”.
Un supuesto entrenador me
replicó con algo similar al personaje de Frank Gallagher,
alcohólico y amoral padre interpretado por Bill H. Macy
en la serie “Shameless”, para justificar su desatención hacia
sus pupilos: “Los niños vienen preconfigurados; no puedes hacer nada por ellos”.
Terrible, como dice un crítico del libro de Swaab, Federico Marín Bellón en
excelente artículo.