Kasparov al ser
interrogado sobre el juego de Carlsen, relacionó su estilo a los jugadores “constructores”
de pequeñas ventajas y que luego simplifican la posición y la exprimen al
máximo sin permitor contrajuego y expresó que ese era el estilo de Capablanca y
Karpov.
Karpov se puede
decir que es como un Capablanca complicado, pues no tiene un juego tan claro
como el cubano, pues la oposición que tenía que enfrentar el ruso era mucho más
“académica”· que la que enfrentó el gran jugador iberoamericano. También Karpov
no fue autodidacta, sino producto de la escuela soviética, con mentoría directa
de Botvinnik y principalmente del GM Semion Furman, ambos no propensos a
simplificar posiciones como Capablanca, pues no confiaban en exprimir
posiciones y ganar con ventajas microscópicas, sino que buscaban provocar más
errores en sus oponentes a base de complicarles la toma de decisiones.
El GM Anatoly
Evguenevich Karpov, campeón mundial desde 1975, tras que el gran Robert J.
Fischer no aceptó medirse con él bajo las reglas que imponía la FIDE, siempre
se sintió presionado a legitimar su título y se esforzaba al máximo por ganar
cada torneo, presión que nunca tuvo Capablanca como Campeón mundial. Además la
agenda de Karpov estaba llena de compromisos y tenía que visitar clubes y dar
conferencias, además de jugar torneos. Karpov soportó una carga que hubiera
sido impensable para el cubano. Si entre los 23 años de edad y los 35 años
Capablanca hubiera estado tan presionado como Karpov, seguramente se hubiera
desarrollado a una excelencia muy superior a la que alcanzó. Karpov si tuvo que
ponerse a su cien por ciento, Capablanca no creo que haya llegado más allá del
70% de su potencial, pues con ello tuvo triunfo tras triunfo y más que eso,
reconocimiento general que a Karpov le costó mucho mas esfuerzos. La manera de
llegar a ser campeón mundial de Kapov fue una de las maneras más difíciles de
obtener un título mundial. Y digo más difíciles puesto que si a Spassky le tocó
la carga de perder un título tan preciado para su nación, la URSS, que era ya
considerado patrimonio del poder soviético, la carga de recuperarlo no fue nada
fácil, menos de la manera en que le tocó al GM Karpov.
Spassky tras
perder su título en el match de Reykjavik, en un duelo épico que ahora se ha
pasado al cine en un filme que se pasará por la TV mundial en unos días y del
que se habla ya bastante en los sitios webs dedicados al ajedrez, hizo un magno
esfuerzo para justificarse ante la historia ganando el Campeonato de la URSS
más fuerte hasta ese momento, el de 1973, donde prácticamente todos los iconos
del ajedrez soviético estaban presentes, exceptuando el patriarca Botvinnik,
que por su edad encontraba justificación para no verse involucrado en tan
tremenda prueba, aunque muchos comentaristas de la época sugerían que debía
hacerlo, pues no era mayor que aquel gran Lasker cuando jugó el Internacional
de Moscú de 1935.
Spassky desplegó
un ajedrez de enorme calidad en cada una de las partidas de ese evento cumbre
de la URSS y se impuso, demostrando que era el mejor jugador soviético. Boris
Vasilievich acalló buena parte de las críticas de que no se había podido
sobreponer a sus debilidades como ser humano y jugador de ajedrez y que por
ello había perdido con Fischer. El más acabado producto de la escuela
soviética, orgullo de su nación, había fallado en Reykjavik, en un momento
cumbre de la confrontación de la guerra fría. El “canto del Cisne” de Spassky,
sin embargo, más que proveer un argumento en contra de sus detractores, pareció
darles la razón de alguna forma. Spassky era capaz, pero no tuvo el dominio de
si mismo y se dejo vencer psicológicamente por aquella fuerte individualidad
que era Fischer. La historia la conocemos, Boris Vasielevich encontró la manera
de escapar de la URSS y no bastó su excelente demostración, y el esfuerzo
invertido en ella, de su victoria en el Campeonato de la URSS de 1973.
Spassky no tenía
menos talento natural que Capablanca, pero su infancia fue dura, escapando
apenas de la muerte por hambre que significó un sitio de casi 900 días de
Leningrado. La infancia de Capablanca fue muy feliz y no fue la fragua que
forja caracteres duros. Basta comparar la vida de Capablanca con la de
Alekhine, que se la pasó de tragedia en tragedia, con dos guerras mundiales y
una revolución.
A Karpov le
tocaría la agridulce gloria de coronarse campeón mundial sin vencer al
predecesor, algo de lo que se salvo Capablanca, cuando Lasker al principio se
negó a aceptar el desafío del habanero y le cedía el título, pero
afortunadamente el cubano tuvo la oportunidad de ser coronado gloriosamente y
gozó de su triunfo plenamente.
Karpov, como
Spassky, tuvo que demostrar, venciendo una y otra vez a todos los ajedrecistas
de su época, que su título era digno. Vencer a Fischer ya era muy difícil, pero
vencer a su sombra, a su leyenda era tarea casi imposible. Decenas de triunfos
en torneos parecían no convencer a los aficionados de la validez del título que
ostentaba Karpov. Legitimarse en situación que se presta a ambigüedades ha
vencido a muchos a través de la historia. Es como decía Jefferson de la
democracia, que se necesita alimentarse de la sangre de patriotas y, lo que
muchos quieren olvidar, de los tiranos.
El caso es que
Karpov al no tener la oportunidad de vencer al gran Fischer, tuvo que vencer a
innumerables pequeños fischeres, y para ello requirió de un enorme carácter, siendo
esta demostración de auto dominio, de inmensa disciplina, el principal legado
de Karpov a los ajedrecistas.
Karpov es
originario de un ambiente frío y duro como el de origen de Carlsen, donde la madre
naturaleza castiga con la vida a quien comete errores. El estilo de ambos es
primero que nada profiláctico y sensible al error ajeno, siendo verdugos
implacables ante un oponente levísimamente descuidado.
Son exprime
limones, sacan, como decía Gligoric de Karpov, agua de las piedras.
No conozco la
Tula de Karpov, en los duros Urales, pero parece ser la cuna de seres decididos
a imponerse a sus circunstancias. Su paisano Kotov describió la vida difícil de
esa zona.
Al pensar en el
ejemplo de Karpov, no puede uno olvidar a su entrenador, el GM Semión Furman,
todo control de si mismo. Me parece una pena que Furman haya sido tan parco en escribir.
Austero en todo, no tenía la locuocidad ni la facilidad de comunicación de un
Alexandr Koblenz, por lo que con tan poco material escrito que nos legó, Furman
no puede ser un modelo exitoso de entrenador. Los otros formadores de campeones
mundiales como Zak, Bondarevsky y Boleslavsky son mucho más conocidos que
Furman. Por eso a Karpov se le asocia más como impulsado por Botvinnik, pero
eso no me parece tan justo. En los documentales soviéticos de la década de los
setentas se muestra una verdad “más razonable”, el que Evgueni Karpov, su
padre, y Semión Furman, fueron los verdaderos forjadores del carácter de hierro
de Karpov.
En eso se parece
a Carlsen, tienen la figura paterna muy importante, a diferencia de Spassky o Fischer,
o el mismo Botvinnik y el genio Bronstein, pero parecidos a Capablanca y Tahl,
que tanto apoyo tuvieron de sus padres.
En un artículo anterior expresé: Dos palabras, o
más bien dos conceptos, se asocian a lo que es Karpov como jugador de ajedrez:
Auto control y Profilaxis. Un ser que no se deja manejar por los
acontecimientos, sino como decía el enorme bardo nayarita, Amado Nervo, un
verdadero arquitecto de su propio destino.
Al no contar con
los escritos de Furman, tenemos una gran compensación con la enorme producción
de Karpov y sus asociados. La bibliografía escrita por el GM Anatoly
Evguenevich abarca todos los aspectos del ajedrez. Se pueden mencionar su libro
en coautoría con Gik sobre Matemáticas y aspectos científicos relacionados con
el ajedrez, así como de estudios de finales, o sus manuales de introducción del
ajedrez con diversos autores, resaltando el que hizo para la compañía Disney, o
sobre negocios con el franco libanes Kouatly, o sobre sus partidas
seleccionadas con los consejos de Alexandr Roshal, el entrenador del gran
Dvoretsky y editor, durante muchos años de la revista “64”, o con la
colaboración del GM Averbach, editor de “Ajedrez en la URSS”, o su colección de
videos, así como muchos artículos influenciados por Neishtadt o la matriarca,
poco reconocida en el occidente, del ajedrez soviético, Tijomirova, la mujer
detrás de mucho de lo realizado en la enseñanza del ajedrez en la URSS. Ya E.
Winter, el sabio del ajedrez de Ginebra, hizo una larga relación de
producciones de la pluma de Karpov y juntaba más de media centena. Con el
nombre de Anatoly E. Karpov figuran decenas de escuelas de ajedrez y mayor
número aún de clubes, incluso uno de los torneos internacionales más
importantes del calendario ruso lleva su nombre.
Kasparov y
Karpov no son autores de sus libros, sino conductores de equipos de trabajo,
son personalidades fuertes que siempre se han sabido respaldar de tipos
preparados y talentosos, pero que no tienen, solos, la relevancia y el dinero
que al lado de sus jefes Karpov o Kasparov consiguieron.
Son capos de
capos, corporaciones en si.
Si Fischer era
la gran individualidad, Karpov supo llevar al máximo lo de trabajo en equipo y
así se convierte en el verdadero sucesor de Botvinnik como patriarca del
ajedrez ruso, siendo reconocido embajador del ajedrez ante el mundo “externo”,
papel en que Kasparov sería seguidor primero y ahora, poco a poco, pretende
desplazarlo.
Karpov es
vencedor de sus obstáculos internos y logra una proyección externa mucho mayor
que sus predecesores.
Según los
periodistas rusos, Karpov es el jugador que más exhibiciones de simultaneas ha
dado como campeón mundial, superando ampliamente a Capablanca y a Alexandr
Alekhine, aún que hay considerar que el mundo de Karpov contaba con
comunicaciones más rápidas que el de la época de Alekhine, a quien para viajar
a Asia o América le tomaba semanas, mientras Karpov recorría diez países en la
misma cantidad de días, como durante su campaña por la presidencia de la FIDE.
Karpov nunca fue
tan carismático como otros campeones mundiales como Tahl o Capablanca, pero es
parte de la era de la información, lo que seguramente favorece el que sea tan
conocido. Si a Capablanca le hubiera tocado esta época no hubiera participado
solo en una película, sino en decenas. Claro que Karpov también ha actuado en
pequeños papeles en algunos filmes, como en uno alemán en que aparece en breve
papel como jugador callejero. Es curioso que a pesar de haber yo tratado a
Fischer cercanamente muchos días durante su larga estancia en México,
específicamente en la ciudad de Cancún, Quintana Roo, y de haber leído mucho
sobre Fischer en preparación para comentar su malogrado match con Quinteros que
se iba a realizar en México, la muy amplia bibliografía de Karpov, me hace
parecer conocerlo más, a pesar de que por cada hora conversada con Karpov puedo
contar con veinte con Fischer, pero es que Karpov comentó cientos de sus
partidas y Fischer nos dejo comentarios de poco más de sesenta y solo dos
libros, mientras que para guardar todos los libros en PDF por Karpov o sobre
Karpov no bastan dos DVDS de 4 gigas cada uno. De Fischer hay filmaciones que
no suman más de dos horas, mientras que de Karpov hay decenas o tal vez cientos
de horas de videos. De Capablanca tengo escasos seis minutos, de Lasker cuatro
segundos, de Alekhine otros cinco minutos. Pero hay un filme cubano soviético
de la vida de Capablanca de 90 minutos, lo mismo uno de Alekhine basado en el
libro de Kotov, mientras que de Fischer como que hay cierta moda en hacer
documentales sobre de él, pero de Karpov hay solo unos documentales que no
llegan a una hora y son muy poco conocidos en Occidente, aunque como mencione
antes, hay muchas horas de videos, pero solo dos documentales, como el de
Karpov juega contra Karpov, mientras que Kasparov en eso lo supera ampliamente.
Recomendar al
lector algún libro de Karpov en especial que muestre claramente su similitud
con el juego de Carlsen, me parecía natural decir que es el escrito por el
letón norteamericano, el GM Edmar Mednis, “Como Karpov gana”, que es
particularmente instructivo y transmite en cierta forma los pocos comentarios
que sobre las partidas de Karpov hizo su entrenador Furman, y que fueron fuente
del trabajo del mago de Riga en los Estados Unidos, según él mismo confesará en
su dedicatoria en letón del libro que envió al GM Aivar Gipslis, quien elogió
mucho la obra de su coterráneo y aunque lejano, amigo entrañable.
Creo que el
letón Mednis, muy influenciado por las ideas del otro letón, Aaron Nimzovich,
puso en perspectiva la prioridad de Karpov en las partidas de ajedrez que es
controlar todo, no estar sujeto a sorpresas, anticipación y profilaxis, hacer
siempre jugadas buenas, evitando al máximo situaciones que favorezcan al error
propio, y al mismo tiempo propicien el error del contrario. Esto parece ser la
descripción no solo del juego de Karpov, sino el de Carlsen.