26 may 2015

Para entender a Fischer, campeón mundial de ajedrez, estudiar sus contemporáneos.




Hay una serie de libros que se han perdido los jugadores del siglo XXI. Sin duda hay una creciente oleada de publicaciones en papel y electrónicas que como avalancha caen sobre el que se inicia en ajedrez. Son como un Leviatán que amenaza engullirse a todo aquel que se asoma un poco. Y pareciera que forzosamente hará que al recién arribado al mundo del ajedrez pierda algún tiempo en orientarse, como en terrible “novatada” que tendrá que pasar para considerarse iniciado.
En estos días en que se considera un analfabeto funcional a aquel que no sabe inglés y computación, se sufre en el síndrome del pajar.
Antes los “poderes fácticos” controlaban a la gente con la falta de información, como aquellos sacerdotes que conociendo la astronomía le “apagaban” el sol a los pobres trabajadores cada vez que se alzaban, controlándolos en base a saber cuando surgiría el eclipse. Ahora es no ocultando conocimientos, sino desbordando para confundir. Es como si a alguien que quiere agua le sueltan un chorro fortísimo que impedirá que la sacie, ahogándolo en cambio.
Entre tanto libro de aperturas con las novedades de abril de 2015, los noveles jugadores no pueden ver el pasado. Lo apantallan con los rascacielos y no miran lo que hay en el subsuelo, donde está la raíz.
Cuando trato de transcribir todo lo que Fischer escribió, y de lo que de él dijeron los grandes de su época, me encuentro en notas que guardo sobre todo lo que Fischer decía sobre ajedrez cuando estaba en México, tratando un mucho de apartar lo que dijo en otros temas, para tratar de aislar y entender al Fischer ajedrecista separándolo necesariamente del Fischer politólogo, me encuentro observando libros que otrora pase de largo y no le di importancia.
Me llamaba la atención que Fischer diera importancia a algunos libros que yo no recomendaba a mis alumnos y que eran de fácil adquisición en México, hecho que sorprendía a Fischer, ya que decía que en otros lugares eran difíciles de adquirir.
Entre ellos uno de Golmayo, aquel casi gran maestro nacido en Cuba seis años antes que Capablanca y que por dos décadas fuese el mejor jugador en España. Apenas revise alguna vez ese libro y no lo considere importante hasta que observé que Fischer casi se lo sabía de memoria, pues citaba una página completa de repente. Y yo tomando nota.
Temas de Ajedrez era ese libro, que terminó todo maltratado de tanto revisarlo Fischer. Desgraciadamente no hizo ninguna anotación al calce, porque me apuntó que como no era suyo no se atrevió a subrayarlo. Pero en cambio me mencionó dos o tres párrafos que llamaron su atención.
Otros libros que mencionó como un libro básico para quien enseñase ajedrez fueron el de Partidas Selectas de Morphy, editado por CECSA en México y el de Ajedrez en la Cumbre por Petrosian.
No hace mucho, un entrenador de San Petersburgo, discípulo de Zak me comentaba que uno de los grandes libros soviéticos que se habían traducido al castellano era el de Weinstein, La Trampa en la Apertura. Me sorprendió esa calificación y  a pesar de que desde muy joven tenía yo ese libro, casi nada lo conocía, lo compre con una idea o algo así, de tener completa la biblioteca, cuando en originales tenía unos 7000 libros, como ahora digitales tengo mas de 40 mil.
El caso es que los libros del siglo XX de entre 1950 y 1990, son casi desconocidos por los nuevos jugadores mexicanos. Y como aquí no se dan clases siguiendo un sistema curricular, ningún temario, pues la bibliografía citada es casi inexistente y se sabe algo de los libros novedosos.
No hace mucho en el facebook, discutiendo sobre una entrevista al GM Valery Salov que apareció en chess.news.ru en ruso y que estoy traduciendo con ayuda del propio GM Salov, hablaba de que Fischer con análisis de jugadas argumentaba que en los matches Karpov vs Kasparov había habido algún manipuleo político y que la formula de Nash matemáticamente lo demostraba.
En esos días lamentablemente falleció el Dr. Nash en un accidente y algún lector del facebook me preguntó sobre la teoría de Nash y que tenía que ver en ajedrez o si se complementaba con la del Dr. John Von Neumann de la teoría de los juegos.
Hay un libro de Dvoretsky que no hace mucho se tradujo al español que se titula “Nunca olvides que tienes un rival enfrente” que tiene mucho que ver con Nash.

Uno de los defectos más difíciles de erradicar entre los ajedrecistas que se inician es que siempre piensan desde su lado del tablero y se olvidan de ponerse en los zapatos del contrincante. “Pensar en el otro lado de la colina” decía el Duque de Wellington que había sido su fórmula para derrotar a Napoleón primero, que no a Napoleón Bonaparte, pensar en el general contrario, que estaba al otro lado de la colina, entenderlo, comprenderlo y prevenir sus intenciones.
Comparando con lo que escribió John Von Neumann  que ya había estudiado el equilibrio en los juegos de suma cero (en el que los otros jugadores ganan lo que un jugador pierde, como se supone es el ajedrez), Nash en su tesis doctoral de 1951 describió las situaciones en juegos en los que todos pueden perder. Lo que se llama el equilibrio de Nash. Lo que vivimos constantemente en el neoliberalismo,  en que se firman contratos que comprometen a las partes que suelen ser bastante egoístas y traicioneras.  Por eso es muy importante al analizar una posición considerar que se involucran tanto las decisiones de todos los participantes,  nuestro oponente y no solo las de uno.
No se puede en ajedrez solo preguntarte qué es lo que tienes que hacer tú, sino que tienes que preguntarte qué es lo que tienes que hacer tú teniendo en cuenta lo que piensas que va a hacer tu contrincante.
Ese equilibrio de Nash lo usaba Fischer, decía que a diferencia de otros grandes maestros no jugaba con negras primero a igualar y luego  de ahí a tratar de ganar, sino que sin tener la igualdad buscaba ir tras de la victoria con negras. Trataba de engañar dejándose engañar. El chiste de dos judíos le encantaba. Decía que un tal Abraham estaba llegando a una estación de ferrocarril y Moises le preguntaba: ¿Adónde vas Abraham? A Viena, le contestó. Entonces Moises decía: Me dices que vas a Viena para crea que tu vas a Praga, pero no me engañas Abraham, ¡Vas a Viena!. Entonces Fischer decía que era evidente lo de los matches y cuando sentía que no lo apoyaba la audiencia, se molestaba. Sacaba el libro de Golmayo y decía, ¡Aquí está muy claro!. La verdad no entendí en que parte del libro estaba lo que se refería. Entonces sacaba el de Petrosian y lo echaba encima del otro. ¡Dos argumentos que coinciden! El caso es que me quedaba con cara de ¿What? Ahora que traduzco la entrevista de Salov, la interrogación crece.
Lo que si no me queda más que decir que el de Dvoretsky es un gran libro y puede ser un parteaguas para la carrera de un ajedrecista. Que si el libro de Petrosian es un imprescindible para un instructor de ajedrez, por supuesto. Y que el de Golmayo es muy bueno y con los de Capablanca de lo mejor que algún habanero ha escrito de ajedrez, ¡claro!. De Nash está claro que si no le dieron el Nobel de matemáticas y si el de economía, fue simplemente porque Alfred Nobel no instituyó el Nobel de matemáticas, porque seguramente no le gustaban las matemáticas.  Y que si no nos cultivamos, ¡Todos perdemos! El ajedrez no es de suma cero, mal manejado todos pierden, es como el cianuro, en malas dosis terrible, bien puesto en un “huesito de chabacano”, sería magnífico…