“Obviamente, una sociedad civilizada no puede existir sin el
derecho; sin respeto al parámetro jurídico no podríamos convivir armónicamente.
Pero cuando la legalidad se traza deliberadamente de la manera más laberíntica
posible, a fin de que sólo una élite de iniciados y enriquecidos pueda
interpretarla y manipularla, la verdad legal suele convertirse en un
subterfugio para ocultar la verdad sin adjetivos. Triste mundo es aquel en el
que, cuando la imperfección legislativa provoca el dilema entre aplicar la ley
o hacer justicia, la autoridad se conforma con aplicar la ley y se olvida del
imperativo de legislar para hacer más justa la norma. Esto es lo que sí impera
en México: la primacía de la letra sobre el espíritu, la dictadura de los
tecnicismos, la subordinación de la honradez a la sentencia absolutoria. Como
el vicio contrario de la regla no escrita, este letrismo es tramposo y
mezquino.”
Este párrafo de un libro de Agustín Basave Benitez me vino a
la mente al observar la discusión de un árbitro con un jugador durante el
Campeonato Nacional Abierto en Oaxtepec, (no quiero poner LXII porque estoy
seguro que llevan mal la cuenta y es el LXIII, en fin). Ambos me parecieron
estar equivocados y esto resultó más claro cuando el arbitro leyó textualmente
la regla y entonces se dio cuenta que no debía declarar perdida la partida sino
simplemente amonestar. Tengo que decir, que aceptó su error, pidió disculpas, y
todo terminó bien, a pesar de que a veces el jugador se pasó de la raya y no
argumentaba bien sino de una manera soez, que tal vez hubiera merecido que lo
sacasen del torneo.
El caso es que el árbitro no conocía bien el reglamento que
aplicaba y tuvo, digamoslo asi, “errores semánticos”. El comentario final fue: “está medio confusa
la regla, pero si no estuviera lleno el reglamento de estas cosas, no
necesitaban contratar árbitros”, lo que expresó con una sonrisa irónica. Esta
claro que si no complican el reglamento los de la FIDE, poco a poco el papel
del arbitro pasaría a segundo plano, como era hace unos veinte años y no tendría
el protagonismo actual. Muchas veces la nomina de árbitros supera el 30% del
monto de los premios, y si unimos sus gastos, fácilmente puede ser un 40% del
presupuesto del torneo. Por eso en FIDE complican todo. Cambian modelos de
relojes, meten reglitas aquí y allá; no para hacerle la vida más fácil al jugador,
sino para hacer más costosa su participación y los torneos puedan ser rentables
y con posibilidades de que sean negocio.