Bitácora de un ajedrecista Riflexiones. Comentarios a vuela pluma. Fomentando el estudio del ajedrez con apoyo de las computadoras y via Internet email: chesscom@hotmail.com
2 feb 2010
Borges, Cortazar, Arreola y Lezama Lima su literatura y el ajedrez.
Gracias a la literatura se logró dilucidar el momento en que el ajedrez moderno fue creado y gracias también a numerosos poemas y relatos se ha podido trazar la llegada del ajedrez a distintas culturas y a las diversas regiones del mundo.
Testimonio documental de la historia del ajedrez lo han sido novelas, cuentos y relatos. Pero también el ajedrez ha influido, con sus imágenes, en la creación literaria de destacados autores. Las vivencias en el ajedrez han sido recogidas y transmitidas a los lectores en la obra de muchos escritores,
La historia del ajedrez y la literatura van siguiendo derroteros paralelos y, en muchos casos, se cruzan continuamente.
Se sabe de cierto que el ajedrez se menciona por primera vez en la lengua castellana, aunque brevemente, en “Disciplina Clencalis”, escrita en el siglo XII por Pedro Alfonso. El ajedrez se cita en la lista de las siete cualidades del caballero perfecto. Pero la primera aparición amplia en escritos castellanos es sin duda el “Libro de acedrex dados e tablas” (1283) de Alfonso X el Sabio, Rey de Castilla y León. Obra célebre a pesar de que su contenido no es totalmente original, ya que este manual ricamente ilustrado, tiene buena cantidad de textos traducidos de obras árabes. El Rey Alfonso el Sabio en su obra proyecta el gran respeto que tenía por el ajedrez como ejercicio mental y moral. Esta obra es un buen testimonio del lugar que los juegos en general y el ajedrez en particular tenia en la consideración del rey ya que sólo así se explica que pudiese dedicar tanto esfuerzo en crear una obra tan esmerada y laboriosa. La belleza y magnitud resultante la convirtió en un documento especialmente importante para la historia literaria.. En su introducción, el Rey Alfonso X nos explica que Dios quería que los hombres tengamos todo tipo de diversión. Para este rey castellano el ajedrez era un reto intelectual que podía enseñar mucho, principalmente estrategias para la guerra, la política y sobre todo de vida. Fue esa obra una manera de hacer llegar la sabiduría oriental a los lectores occidentales, y sus traducciones de escritos árabes muestra su interés por integrar lo mejor de la cultura invasora a la hispana. Llama en particular la atención el hecho de que las ilustraciones nos muestran que todos participan igualmente en el juego (como en la vida), nobles y pobres, hombres y mujeres, árabes y cristianos, viejos y niños.
No sólo en castellano el ajedrez dejo su marca desde los primeros tiempos de la literatura.
En lengua inglesa, el famoso editor norteamericano de ajedrez, Burt Hochberg realizó una amplia investigación al respecto y la publicó en su obra “The 64-Square Looking Glass: The Great Game of Chess in World Literature” (editada por Times Book, Nueva York 1993), que es un compendio de selecciones de literatura ajedrecista de muchos autores, aunque la mayoría modernos, contemplando escritores de varios idiomas Algunos de los más famosos son Woody Allen, Poul Anderson, Fernando Arrabal, Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Anne Brontë, Lewis Carroll, Ian Fleming, E. M. Forster, Thomas Hardy, Sinclair Lewis, Vladimir Nabukov, Ezra Pound, Alfred, Lord Tennyson, Miguel de Unamuno, y Kurt Vonnegut, Jr.
Aunque la lista de autores no es muy completa, ha sido buena referencia para investigadores en el tema. En lo particular a mi me interesa la influencia que el ajedrez pudo haber tenido en escritores iberoamericanos. Mis preferidos, Antonio Machado y José Martí, aprendieron a jugar ajedrez tardíamente y quizás por ello no se observa gran influencia de este en sus obras, si bien lo mencionan breve y ocasionalmente. Pero otros como Arreola, Cortazar y Borges son manifiestamente muy influenciados por su afición al deporte ciencia. Claro que al tocar el tema de la literatura y el ajedrez no puede circunscribirse al habla hispana, ya que un escritor notable de lengua inglesa fue particularmente adepto al ajedrez. Me refiero a Lewis Carroll. He de referirme a él por ello, pero un poco fuera del grupo principal de que quiero hablar.
Lewis Carroll en su obra maestra “Through the Looking Glass” (1871) hace de una partida comentada el tema del libro entero. En su notación Alice figura como un peón blanco aunque ella al principio no está consciente de su papel (como en el poema de Borges, somos peones en el tablero de la vida y pocos lo reconocen a tiempo). En sus comentarios indica que Alice puede ganar en once jugadas. Tras de hablar con la Reina Roja, y con los otros personajes que también son piezas como ella misma, por fin advierte la posibilidad:
“It’s a great huge game of chess that’s being played – all over the world – if this is the world at all, you know. Oh, what fun it is! How I wish I was one of them! I wouldn’t mind being a Pawn, if only I might join – though of course I should like to be a Queen, best”
(Es una enorme partida la que se juega, abarca todo el mundo, si este es el mundo en todo caso. ¡Que divertido es esto! Como desearía estar entre ellos. No me importaría ser un peón con tal de unirmeles, aunque, claro, sería mejor si fuese una dama”
La ingenua protagonista se convierte en pieza de ajedrez, no solo literariamente del autor Carroll, sino también literalmente en este juego de ajedrez vivo y de tamaño humano como se cuenta que se jugaba en las cortes reales en el siglo XV, y figurativamente como lo somos todos en la partida de ajedrez del mundo. Por ser una niña inocente, todo le parece divertido y quiere participar, en cualquier papel, así fuese el de peón, si no hay otro remedio. Lo importante es jugar, vivir. Carroll trata de atraer al lector a tomar la misma actitud y convida a su lector a participar en la partida, dándole la notación del mismo y el desafío de tratar de jugar el papel de Alice, jugar como peón y ganar en once jugadas. Una literatura interactiva.
Para los escritores iberoamericanos, la cosa es menos festiva y quizás menos voluntaria.
Herederos de la España de charanga y pandereta, devota de Frascuelo y de Maria, como diría Machado, los iberoamericanos cargan con la historia pesada de dos conquistas, la árabe de España y la española de América. Para ellos el ajedrez no perdió sus dados, tiene mucho de fatalidad y poco de libre albedrío. Hay voluntarismo en enfrentar el destino, pero siempre un oculto sentimiento, muy arraigado sin embargo, de que finalmente perderemos la partida.
Juan José Arreola santificaba las tablas sobre todas las cosas, pues sabiéndose derrotado seguro, salvar unas tablas ya era un gran triunfo. ¿Para que pensar en ganar, si todo es un engaño y esta ya agendada la derrota?
Pero el principal de ellos, los iberoamericanos escritores ajedrecistas, es Borges, que aunque viene de la Argentina que resistió la invasión inglesa y que se nutre de diversas savias europeas, comparte la visión iberoamericana del fatalismo.
Para Borges, como lo es para Bob Dylan, según su frase “In ceremonies of the horseman, even the pawn must hold a grudge”, ser peón se convierte en algo frustrante y siniestro. En otro monumental autor iberoamericano, Alejo Carpentier, se coloca al hombre en “El Reino de Este Mundo”, en posibilidad de disputar jerarquías y lugares, mientras este en la vida, ya que en el otro paraje, el de la existencia espiritual, todas las jerarquías están dadas, ya se sabe quien manda, hay ángeles, arcángeles y serafines, para el hombre esta reservado el lugar más humilde en la corte celestial. Donde puede demostrar su valor, discutir su lugar, es en el Reino de Este Mundo. ¡Que diferente a un fatalismo y al mismo tiempo que similar! Esta todo ya dado en la otra vida, pero al menos, en el corto tiempo de la vida terrenal, todo es posible disputarlo. Pero Borges da poco margen en el reino de la vida. Borges no se ve como jugador, se ve como peón bajo un albedrío y un poder ajeno, contra los que nada puede, sino obedecer. Como aquel mandato español, “escuchad y obedeced”. Escoge el peón, pero sin ver la posibilidad de llegar a la octava horizontal y erigirse en la pieza más fuerte. No hay plazo, ni siquiera el corto que da Carpentier, para reivindicarse antes de terminar con nuestro papel en el reino de este mundo. Es un peón, pero en su significado más humilde y su papel más fatalista. El peón, como se utiliza esa palabra en lenguaje coloquial, es una persona sin importancia, sin trascendencia, que se desecha y sacrifica por cualquier razón, por motivos desconocidos para el peón, que se inmolará en la ignorancia y sin el consuelo siquiera de saber que su sacrificio tuvo un propósito, o al menos alguna relevancia. Borges se cree que sabe que finalmente su papel en el universo no tenía gane, pues él no juega, es objeto inanimado e involuntario del juego. No Juega, lo juegan. Por eso, su seguidor mexicano, Juan José Arreola, mejor ajedrecista quizás que Borges, quiere jugar, pretende actuar, Arreola era actor antes de ser autor, que es jugador, pero en su dualidad supone que si no es pieza a jugar y es jugador, no será lo suficientemente bueno para derrotar a Dios contrincante y entonces aspira a las tablas.
En un par de sonetos, intitulados “Ajedrez”, Borges abarca y clasifica todas las facetas que le atraían del ajedrez:
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
Los demora hasta el alba en su severo
Ambito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
Las formas: torre homérica, ligero
Caballo, armada reina, rey postrero,
Oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
Cuando el tiempo los haya consumido,
Ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
Reina, torre directa y peón ladino
Sobre lo negro y blanco del camino
Buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino,
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonías?
En su artículo “El Manipulador manipulado: el determinismo ajedrecista en Borges” (Káñina, Vol. X (2) 1986, 29-33), Clark M. Zlotchew hace el comentario de que entre los jugadores oponentes de los cuentos de Borges “la lucha no se percibe como la que sucede entre las fuerzas del bien y del mal” sino que se advierte impersonal, fría e imparcialmente:
“de la misma manera que el vencido de una partida amistosa de ajedrez pudiera hablar a su adversario”.
Ya al titular su artículo nos esta diciendo lo que capta del poema a comentar: que el que manipula es en su turno manipulado por otro.
Borges, sin embargo, no puede dejar de ser jugador y no se abstiene de unir a su fatal sino incluso al Dios de nivel en turno, por ello juega con nosotros, sus lectores, llevándonos de la mano, y escribe, mientras alude a otro poder creativo más grande que el suyo que lo manipula a él. Se siente sin libre albedrío y se manifiesta con una protesta al creador: ¿No quedamos que me das el libre albedrío? ¿Pero, no estás ofreciendo algo que tú mismo no tienes?.
Fascinado por el ajedrez, Borges hace numerosas muchísimas al ajedrez en sus cuentos y también se ve la inspiración de la estrategia del ajedrez en la forma de sus argumentos donde protagonista y antagonista se ven como ajedrecistas oponentes. El escribe sobre el ajedrez en cinco de los ocho cuentos de su obra “El Jardín de senderos que bifurcan de Ficciones”. Es en esa obra donde se enlaza con Lewis Carroll, pues la cita con que comienza “Las ruinas circulares” es de “Through the Looking Glass” de Carroll. En sus talleres literarios y en sus tertulias ajedrecísticas de finales de los 1960s, Juan José Arreola gustaba de apuntar esos enlaces entre Borges y Carroll, y ,orgullosamente, manifestaba que él había resuelto los planteos de Carroll, de ajedrez, más rápidamente que su insigne guía literario. En “El Jardín de senderos que se bifurcan” los protagonistas, uno del oriente y uno del occidente, disputan un duelo de ingenios que no es otra cosa que una especie de partida de ajedrez, donde se respetan los turnos.. Cada jugada que hace un jugador determina las opciones del otro, como los buenos ajedrecistas pueden adivinar los resultados de muchas jugadas ya por venir. En eso copia al Carroll de la interactividad. El lector participa, tiene que dilucidar, valorar, elegir. En fin, jugar ajedrez: “En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez, ¿cuál es la única palabra prohibida?”
En la segunda parte de “Ficciones”, Borges siguió el modelo de Carroll estableciendo una partida como base del cuento entero “El Milagro Secreto”. Un sueño de un partido de ajedrez se juega por generaciones de una familia que ya ha olvidado de que o por qué juegan este juego. Aquí no puede uno dejar de pensar en el “Macondo” de García Marquéz, donde se pierde la ubicación del lugar con los tiempos. Arreola en algunos cuentos trata de plantear también algunas adivinanzas, pero, como él mismo confesara: “Soy mejor resolviendo problemas de ajedrez que planteándolos”. Aunque luego decía que su vida era un problema no resuelto o que tenía varias soluciones con error. Borges en “La Secta del Fénix” nos dice claramente Orbis terrarum est especulum Ludi, es decir que la tierra es un espejo o un reflejo del (Gran) Juego que es la existencia. Desde Homero tenemos ese espectáculo de los dioses manipulando a los humanos como piezas para dirimir sus disputas. Edipo será la muestra de la vulnerabilidad del hombre ante los designios de los dioses, sobre todo del destino, que juega ajedrez utilizando como piezas a los mismos moradores del Olimpo.
Para un estudio más profundo sobre el tema, puedo referir al lector a un artículo titulado “Chess and Mirrors: Form as Metaphor in Three Sonnets of Jorge Luis Borges” de Nancy B. Mandlove, que se publicó en el Kentucky Romance Quarterly (UA P1.K4) en 1980.
Cortázar, más optimista, pero sin superar a Arreola en ese sentido, se vemás como jugador y, sin ninguna base, como buen jugador. Al debatir con el Vicepresidente de la Federación Nacional de Ajedrez, Ing. Esquivel, me doy cuenta del desconocimiento que poseo sobre la obra de Cortázar, que llega a mi por segunda mano, pero eso sil muy docta, de Juan José Arreola, lo que me hace conocerlo sólo a través de los ojos y enseñanzas de Arreola entre partidas de ajedrez. Cortázar también se refiere al ajedrez constantemente. En el título de una colección de cuentos, Final del Juego. El final del juego, forma una de las partes críticas del juego del ajedrez para ganar. También se usa el patrón de una partida de ajedrez para una trama como Carroll y Borges. Recurso que copian diversos escritores desde que fue empleado en el siglo XV. En “Cartas de mamá”, el protagonista advierte que está como jugando ajedrez, pero en simultáneas, no con un contrincante y un tablero, sino con tres o cuatro. Su oponente no es simplemente su esposa como advirtió desde el principio, sino que también han ocupado tableros en la simultánea de su vida su madre y su hermano muerto. Seguramente Cortázar conocía la vida de Pablo Morphy. Cortázar sigue la idea de Carroll de describir cada jugada con notación descriptiva, como Peón Cuatro Rey, así llegando el momento en que, como Alice, que es peón, le toca mover.
Borges, como sus seguidores Arreola y Cortázar, también a su vez era seguidor de otros, que tal vez eran seguidores de otros. La cadena es tan interminable como la quisiera hacer Borges en sus sonetos. El caso es que los dos seguidores se ensalzan en elegir a Borges como su líder. Algunos, que convivimos en alguna parte con Arreola, también quisiéramos decirnos seguidores del insigne escritor jalisciense, para compartir algo de su gloria.
En el caso de José Lezama Lima, como el de otros escritores cubanos, como Nicolás Gullén y Guillermo Cabrera Infante, su obra tiene aspectos más descriptivos del ajedrez que de hacerlo protagonista. La imagen de Capablanca pesa mucho en ellos. Esa figura tan grande motivaba a elogiarla, mas que a interiorizarla. Se recrean en ella. Lezama Lima habla de Alfonso el Sabio y de Capablanca, pero Eliseo Diego se agasaja al escribir el guión del filme cubano “Capablanca” y se toma algunas licencias “achilangueando” a un Carlos Torre yucateco que canta “Cielito Lindo” con acento capitalino y ritmo de habanera.
Lezama dice:” Una imaginación saludable engendra sus propias causas. No sólo los nuevos monstruos, el grifo, o la tarasca, se deslizan sobre las definiciones del tablero, sino a veces se arremolinan en presagios, rondando con sus violentas escogitaciones, el lago de las casillas habituales.” La superficie del ajedrez le llama más la atención que el problema ontológico como a Borges, Cortazar y a Arreola. Descriptivo, es observador y no analista: “Cómo no subrayar ese encuentro entre Alfonso X El Sabio y Capablanca a través de la parábola miliunochesca que se reintegra y se restituye, en su decisión por llevar el cuadrado a elipse; la elipse a una progresión en la infinitud. En fin, una infinitud convertida en causalidad de los monstruos de seda y novedad.”
Como en Arreola, lo mejor de lo pensado por Lezama Lima, se ha perdido por ser producto de la oratoria improvisada, desgraciadamente no registrada para la posteridad por algún reportero oportuno. ¡Cuantos magníficos discursos de Arreola en inauguraciones de torneos se perdieron! No afecto a notas escritas, Arreola volaba con su palabra y no tuvimos la oportunidad de captarlo en ese volar y apuntar sus palabras, gozo de un instante, reflexión de minutos y como humo se elevaban al cielo para disiparse de la memoria. Así Lezama se refirió en conversaciones y seminarios al ajedrez, pero esa riqueza no acotada, se pierde en la superficialidad del momento.
Referencias al ajedrez y a la literatura requerirían un libro especial dedicado a ello, como los que ya von der Lasa, para la literatura alemana, But Hochberg hizo para la literatura en general y Paluzíe y Lucena para la castellana anterior al siglo XX, pero se observa una laguna de un buen catálogo para la literatura iberoamericana.
No podría concluir este esbozo sin dar algunas fuentes:
Alfonso X. “Libro de Acedrex dados e tablas”, ed. facsimil de Edilán. Valencia: Artes Gráficas Vincent, S.A., 1987.
Arreola, Juan José: “Notas del taller literario”, UNAM, 1968.
Borges, Jorge Luis. “Ficciones”. Madrid: Alianza Editorial, El Libro del Bosillo, 1991.
Carroll, Lewis. “Through the Looking-Glass”. Nueva York: Bantam Books, 1981.
Carpentier, Alejo: “Conferencias Universitarias”, ed. Universidad de La Habana, La Habana 1974
Cortázar, Julio. Bestiario.
--. Las Armas secretas.
--. Final del Juego.
Hochberg, Burt, ed. “The 64-Square Looking-Glass”. Nueva York: Times Books, 1993.
Hooper, David y Kenneth Whyld. “The Oxford Companion to Chess”. Nueva York: Oxford UP, 1992.
Lezama Lima, José. Letras Internacionales Nro. 57.
Rodríguez Monegal, Emir y Alastair Reid, eds. “Borges”. Nueva York: Elsevier-Dutton Publishing Co., Inc., 1981.
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