Una vez nos comentaba al GM Marcel Sisniega y a mi, el poeta y recién laureado escritor Eduardo Lizalde que el libro suyo que más ejemplares había vendido era “De Buda a Fischer y Spassky” de la Editorial Posadas, con decenas de miles de ventas en la primera semana. Tal vez sea una exageración, pues Lizalde es muy reconocido como poeta, pero si puedo creer que por Internet ese libro ha sido muy leído. En un sitio donde se descargan libros “piratas” se marcan 35 210 descargas de enero de 2010 a octubre de 2011, y tomando en cuenta que fue editado hace casi 40 años, creo que debe ser un record. A mi ese libro es el que menos me gusta de los escritos por Lizalde. A Juan José Arreola le encantaba, pero era porque era unir a una de las grandes plumas mexicanas al ajedrez.
Cuando en Canal Once de Televisión se planeó el match entre los entonces Maestros Internacionales Kenneth Frey y Marcel Sisniega, Lizalde era director de Televisión de la República Mexicana de la Secretaría de Gobernación y nos llamó como comentaristas de las partidas al MF Alberto Campos Ruíz y a mi. Fueron más de quince tardes comentando para la televisión y escribiendo guiones, etc. Juan José Arreola nos daba algunas directrices, pero lo que mas me gustaba era los comentarios que hacía de los “Juanes” compañeros de juegos, aunque creo que no solo de ajedrez. Claro que el decano era, veinte años mayor que Arreola, Juan de la Cabada, el campechano más conocido por todos, ya que las películas como “Canasta de cuentos mexicanos”, que hizo con algunas ideas de Redes de Bruno Traven, además de decenas de películas, era la referencia para Arreola de cómo presentar mensajes en imágenes. Ya oir a Arreola que Juan de la Cabada decía esto o aquello, era de emocionarse. El Ing. Isidro Ventosa, gran ajedrecista y luchador hasta que cayó Barcelona en la guerra civil española me comentaba, cuando yo estaba haciendo unos trabajos de historia respecto a la épica republicana, como Juan de la Cabada atravesó el Atlántico en austero camarote con Silvestre Revueltas para ir a ofrecer su solidaridad a los combatientes de la República Española, en nombre de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, y que tanta gente salvaron con sus gestiones. El caso es que cuenta la leyenda, de Arreola, que en ese camarote nació una obra musical para el ballet Montecarlo de Revueltas y “Incidentes melódicos del mundo irracional” de Juan de la Cabada. Por no se qué incidente de viaje, las maletas se perdieron y esas obras estuvieron a punto de perderse para la posteridad, pero la memoria magnífica de Juan de la Cabada le permitió reproducirla a Revueltas tres años después y renació, como Ave Fenix de las Cenizas, o como dicen que diría Ninel Conde, el Pato Felix.
El caso es que Lizalde, tenía a los juanes, incluídos el músico Juan Helguera, Juan Rulfo, Juan José Arreola y Juan de la Cabada, pendientes de lo que pasaba en ajedrez, y nos veía con desconfianza a Alberto Campos y a mí, por las muchas licencias lingüísticas que nos tomábamos en las transmisiones. Casi hubo un conclave de juanes para determinar el mejor vocablo español para decir “zugzwang”, cuando apareció el terrible término de zwichenzug y el ruso de Tabiya. La cosa era terrible, decía el maestro Arreola, cuando Campos utilizó el vocablo de “campeonar”, que a mí me parecía muy castizo, y que Alberto, formado en Arequipa, Perú, lo veía de lo más natural. Insistí que por “default” quedaba bien, a menos que nos cambiarán el “fixture”, lo cual me parecía de mala “Malakuo” y así le “traqueteaba” la “bolá”. El caso es que nos íbamos poniéndosela en Vietnam al laureado escritor y por allí el “rating” de audiencia era bastante bueno, y Arreola dejo pasar unas bolas por el home y nos nos cantó el out. Seguimos poniendo “unas dejaditas” aquí y allá, sólo para que no nos vendieran el cajetín, y al cobrar los cheques nos sentimos que habíamos ganado el Nobel sin teclear cuartilla. Con comentaristas de jerigonza arequipeña y habanera, con jugadores nacido uno en París y otro en Chicago, ese match, el match era muy mexicano.
Recordaba esos momentos al ver a Lizalde recibir su condecoración francesa y no deje de pensar en las historias de Ventosa de todo lo que había hecho Juan de la Cabada por los republicanos españoles y que muchos de ellos tuvieron que sufrir campos de concentración en Francia, como en Niza, en la Olimpíada de Ajedrez, el diseñador de los timbres postales me hizo un dibujo, y me dijo, “Salúdame a Juan de la Cabada, que salvó a mi padre” Años después a mi amigo francés le regale una película en Beta , que era lo que había en esos años, con “Canasta de cuentos mexicanos” y una postal de Campeche que por intermedio de Arreola obtuve con una nota de recuerdo.
Arreola hablaba del gran jugador Juan de la Cabada, y yo me preguntaba si jugaban ajedrez. Un Juan fue pilar del cine, el otro su máxima proyección fuera del libro fue en la televisión, Arreola fue estudiante en Francia, Juan de la Cabada luchador social y comunista de corazón. Un día en el Panteón de la Piedad, hace ya 25 años, vi alzar el puño a Arreola, como vi a otros comunistas, Arreola no lo era, con mi maestro de ruso, su yerno De la Paz, que si lo era; y mi buen amigo, el veterano guardia roja, que acompaño a Leo Davidovich Bronstein en su exilio a México, Bolinsky, lo mismo que a un español, que no contenía las lágrimas, pero que tenía el nombre y pasaporte ruso, que las malas lenguas decían que era el victimario del León de Coyoacán, vi a dos cubanos, anti comunistas, pero hijos de republicanos españoles, que no sé donde erraron el camino en su formación política, que llevaban flores, tal vez por la misma razón que el dibujante francés quería hacer un regalo de arte a un mexicano desconocido como tributo al alma pura de un campechano. Pasó el 27 de septiembre y parece que nadie se acuerda cuando un grupo de viejos comunistas, otros no tan viejos ni tan comunistas, despidieron al Juan del cine, al Juan heroíco de Socorro Rojo, aquel de la foto que Hemingway tenía en La Vigia; allá en La Habana. De San Francisco Campeche a la Piedad, aquel que no era muy afecto al Santo, el 4 de octubre tuvo una flor y un canto a Eleguá, de un babalawo hijo de un anarquista de Navarra que nunca lo olvidó y que cada 4 viaja de Miami a rendirle tributo a un comunista, cuando el comunismo lo dejo sin patria, según dice…