Después de un buen período, reanudo mis actividades en el
blog. Estuvimos ambos congelados un buen rato, en sentido figurado y literal.
Establecer puentes entre entrenadores es básico para evitar
que uno se anquilose o se ate a ideas que, por muy buenas que sean, impiden que
veamos diversos puntos de vista.
El entorno en que uno se desenvuelve influye mucho en la
manera de pensar, por lo que siempre es bueno ver nuevos panoramas, o algunos
viejos, pero que difieren de los habituales.
Cuando he estado en La Habana, Mérida (ambas Méridas,
Yucatán o Venezuela), San Petersburgo o la Ciudad de México, siento la
influencia del entorno. El clima y los colores nos hacen ver unas cosas
distintas. En Mérida, Yucatán; extrañaba ver las montañas, los verdes valles, o
las calles y los edificios majestuosos de la ciudad de los Palacios que tanto
elogiara Humboldt. En la Ciudad de México añoro las calles tranquilas de
Mérida, el ambiente poético y trovador, la manera tranquila y lenta en que
pasan las cosas; así como el bullicio de La Habana y el carácter jocoso y
siempre alegre de los habaneros, los paseos en la Calle Obispo y el sabor del
aire como a Tabaco (aunque quizás con el habano en mis labios eso solo lo
percibo yo). En La Habana me frustra no contar con el Internet, lo mismo en San
Petersburgo, aunque por diferentes razones. En San Petersburgo la majestuosidad
de sus edificios tan hechos como para una estampa, las calles alrededor de canales
y las pláticas con los grandes del ajedrez, no me pueden hacer dejar de añorar
el sol meridional de la América Nuestra; pero ese ambiente de respeto y
ceremonia que brindan a los que trabajamos en ajedrez se necesita para olvidar
los desdenes de la sociedad en México y todos en aquella monumental ciudad rusa
lo hacen a uno sentirse importante. Dicen que oír hablar ruso a una mujer de
San Petersburgo es como la música y esa música suave me recuerda la manera de
hablar náhuatl de nuestras mexicanas en las zonas rurales del Distrito Federal.
El caso es que de vez en cuando hay que cambiar de aires y
de idioma de interlocución. Para escribir hay que vivir, me recordaba Miguel
Angel Castillo la recomendación constante de Juan José Arreola. Se necesitan
las vivencias para que uno quiera escribir.
Hace un par de años, tras otro período entre diciembre y
enero de año nuevo, transcribía lo que pensaba en Fontanka, en San Petersburgo,
para publicarlo luego en Ciudad de México; pero no siempre uno puede o desea
tomar notas sino que se prefiere que la mente interprete las vivencias un poco
ya en lejanía.
En la entrañable Fontanka, un entrenador ilustre de Rusia,
amigo de muchos años, me recriminaba algunas cosas que escribía en mi blog, y
decía en sentencia: “Te olvidas mucho de Botvinnik, la misma escuela de Riga
perdería mucho si no hubiese Botvinnik influenciado tanto a Koblentz, el mismo
Petrovs, con toda su grandeza, citaba a su contemporáneo Botvinnik, debieras
haber visto, o escuchado las largas argumentaciones de ellos y todo lo que
Koblentz tomó de ellos”
Como un consejo de quien viene me parecía imposible de no
tomar en cuenta, ya al otro día estaba examinando notas sobre esas pláticas, y
haciendo unas nuevas en base a las conversaciones con los viejos, muy viejos
ahora, supervivientes de esas charlas entre el gran maestro letón Petrovs y el
patriarca del ajedrez soviético.
Redescubrir a Botvinnik después de tanto haberlo leído me
parecía un poco difícil, pero pude ver videos y filmes, notas periodísticas que
antes tal vez no les puse la debida atención y pronto tuve un sentimiento que
era cierto. “¡Como pude olvidar tanto tiempo a Botvinnik!”
Decía Eusebio Leal que los lugares son importantes por las
cosas que en ellos habían sucedido y San Petersburgo fue testigo de tantos
sucesos. Ve uno la fortaleza de San Pedro y San Pablo y se imagina las épocas
de los zares, luego puede uno ver los escenarios de la Revolución de Octubre,
al crucero acorazado “Aurora” y los ya numerosos afiches que recuerdan que en
enero de 2013 se cumplen los 70 años de la ofensiva soviética para liberar a
Leningrado del asedio de 900 días, así como, sentado al lado de nonagenarios
jugadores y entrenadores de ajedrez, puede uno recorrer décadas del ajedrez en
San Petersburgo y como la huella de Botvinnik está firme aun entre los grandes
maestros quinceañeros que se preparan para el “Moscow Open” de febrero de 2013.
Los recuerdos de los viejos maestros con tres décadas de más
edad que la mía, me comprometieron, como
así lo hice con ellos, de retomar lo de “Aprendiendo de los Entrenadores”,
tras de que muchos me aseguraron que mi versión en ruso no era tan mala, aunque
la corrigieron con tantas marcas en rojo que parecía que a mis páginas les
había llegado la viruela.
Uno de los amigos de Fontanka ya sacó en Dejavu la versión
rusa de la primera parte y se unió al acervo creciente de escritos que circulan
por la red.
De nuevo un disco duro portátil de dos Teras parece
insignificante ante todo el material recabado entre el 15 de diciembre de 2012
y el 15 de enero de 2013, lo que me
obliga a ver videos nuevos y a escuchar archivos en mp3 en ruso a cantidades
que parece que mi meta no es rediseñar métodos para entrenar ajedrez sino
graduarme en lengua rusa.
Pero una cosa es segura ¡No olvidaré a Botvinnik!, pero
ahora que conozco más de Petrovs, sigo siendo adherente a la idea de los magos
de Riga. ¡San Petersburgo es tan cercano de Riga!