23 oct 2007

La Pregunta más Frecuente.


Muchas veces me preguntan: “Conozco los métodos a seguir para elegir la jugada, se como analizar una posición, se hacer un árbol de variantes, etc., pero a la hora de jugar no sigo todos los procedimientos, por una razón u otra, no hago todo lo que se hacer y se que tengo que hacer. ¿Cómo logró que no pase por alto los pasos para decidir mi jugada, cómo hago para ponerme a pensar de la manera debida?
Cuando se tiene el conocimiento, la habilidad, la experiencia e incluso la convicción, el obstáculo puede ser la voluntad. Una persona disciplinada, con control de si mismo, al jugar ajedrez deberá hacer un gran esfuerzo para realizar la tarea que su objetivo requiere. El jugar ajedrez bien requiere de un esfuerzo especial pues la tarea no es sencilla y a menudo es agotadora. La vocación determina en gran parte el grado de desarrollo que un ajedrecista alcanzará. Lo mismo la motivación será determinante en que persevere en el esfuerzo.
Para jugar bien ajedrez se requiere, primero que nada, que el jugador quiera jugar bien, lo quiera realmente, lo suficiente como realizar algunas tareas desagradables que es necesario cumplir para lograr elegir la jugada adecuada en una posición. Se supone que si tiene vocación y un amor por el ajedrez, ninguna tarea relacionada con este sería desagradable. Pero sabemos, en la práctica, que esto no es así. Hay muchas tareas que a veces nos son muy pesadas. Entonces si en el momento de una partida no estamos motivados, vamos a querer “saltarnoslas”, y entonces el error, siempre agazapado, como enfermedad oportunista ante un organismo debilitado, hará su aparición, muy a menudo con cara conocida, la de nuestro defecto más recurrente.
Lo malo es que si en una partida nos dejamos llevar por la debilidad de no hacer el trabajo debido, en la siguiente partida será más difícil y así.
¿Qué hacer? Más que ponerse a estudiar ajedrez, hay que recogerse y reflexionar, analizar porque nuestra motivación ha bajado y nos hemos dejado vencer por la pereza. Tal vez nuestra salud no sea buena. El caso es que tenemos que determinar la verdadera causa de nuestra debilidad.
Podemos emprender ejercicios para acostumbrarnos de nuevo a reflexionar debidamente en el ajedrez, pero estos ejercicios deben ser tan serios o más que jugar una partida y, claro, para realizar los ejercicios debemos motivarnos.
Como me dijo un maestro, a quien le guardo siempre recuerdo de gratitud y aunque bajó a la tumba hace mucho tiempo; no he enterrado en la fosa del olvido; el Gran Maestro Aivar Gipslis: “Hay que verse, visualizarse como ganador de un torneo en donde uno tenga 50% de posibilidades de ganar. Si se visualiza en uno en que uno tiene 85 o más % de ganar, no despiertan “nuestros resortes”, si es el 85% o más de no ganar, la poca esperanza nos desanima. Debe ser algo que tengamos un 50% de posibilidades de éxito”· Esa fórmula, según contaba el notable entrenador letón, había sido difundida por el fundador de la escuela de ajedrez de Riga, Alexandr Koblentz. Pero algunos le llamaban en Rusia la fórmula del 50% de Pedro el Grande. “Si alguien cree que tiene el 50% de posibilidades de ganar una batalla, luchará hasta morir”
La voluntad va aparejada a la vocación y al deseo. Si uno realmente, pero realmente, quiere ganar una partida, no habrá tarea que sea lo suficientemente difícil que uno no acometa, pero para realmente querer, hay primero que creer que uno la pueda ganar. Ahí está la clave.
A veces el premio no motiva. Y entonces no está de más en recordar aquella frase:
“Si lo que tan grande a distancia parecía, se convierte en nada cuando lo tienes en las manos, vuelve a luchar, pues es en la lucha donde está la virtud y no en el premio.”