7 sept 2010

Escolaridad en Ajedrez.


En un comentario sobre una partida del GM Unzicker, el entrenador emerito Suhin decía que Unzicker había cometido un error burdo y que esto era atribuible a la poca escolaridad ajedrecística de Unzicker, que era comprensible pues en la Alemania de la juventud de Unzicker era difícil obtener una buena enseñanza de ajedrez y la mayor parte de los conocimientos y habilidades de este talentoso gran maestro alemán habían sido autodidactas.
Realmente me llamó mucho la atención el comentario, pues muchas veces he pensado lo mismo de muchos maestros, que juegan muy bien algunas facetas del ajedrez, las más de las veces consecuencia de un enorme talento natural, fuerte gusto por el ajedrez e intensa práctica, pero que tienen una técnica muy deficiente, muy poco propia de un jugador de primera fuerza. Son jugadores sin mucho estudio teórico, logrados a base de dedicarle horas y horas a la práctica del ajedrez, pero no una práctica deliberada y sistemática, sino aleatoria, juegan partidas y partidas, pero sin un plan de entrenamiento ni un objetivo premeditado. Son maestros que si hubieran tenido el privilegio de recibir una enseñanza sistemática del ajedrez en sus años juveniles serían grandes maestros de excelencia.
Si Unzicker hubiera tenido las facilidades de contar con entrenadores del tipo de Romanovsky, Rabinovitch, Kan o Levenfish, como las tuvieron jugadores de su generación como Geller, Smylov, Bronstein y Boleslavky; hubiera sido uno de los diez mejores jugadores del mundo como los citados maestros formados por la escuela de la URSS, pues no tenía ni menos talento, ni menos vocación y dedicación que los citados.
Cuando comencé a jugar ajedrez, me encontré con una biblioteca familiar en que abundaban libros de Lasker, Capablanca, Reti y Tartakover en español y una gran cantidad de libros en inglés de Reuben Fine, Reshevsky, Chernev y otros. Ni siquiera sabía que había torneos de ajedrez en México y pensaba, por colecciones de revistas British Chess Magazine y “El Ajedrez Americano” que los torneos o eran internacionales o cosa del pasado, pues todas las revistas y libros eran editados 30 años antes, no había ninguno reciente.
Entonces comencé a estudiar sin más guía que la que me dio el hermano de mi mamá, el General Vargas Arreola: “Estudia los libros de los campeones mundiales, Lasker, Capablanca y Alekhine”. Pasaron así dos años, hasta que jugué mi primer torneo a los 13 años y el juez del evento, amigo de mi abuelo, el Maestro Alejandro Baéz me comentaba que tenía un repertorio de aperturas y una manera de jugar de los años 30 del siglo XX. Claro, pues así eran mis libros. Como había estudiado mucho, aunque sin jugar torneos, pronto superé a los de mi generación y en uno de mis primeros torneos, sin cumplir los 14 años vencí al Campeón del D.F. en ese momento, José Joaquin Araíza Muñoz (hijo mayor del Corl. Araíza y que una década antes había representado a México en un Mundial Juvenil) y al del año anterior, Raúl Solórzano, con quien había entablado en unas simultáneas que dio en mi escuela secundaria 5 meses antes. De repente ya era maestro nacional, pero no estaba consciente de mis muchas lagunas “académicas” del ajedrez. De eso me hizo consciente el Maestro Alejandro Meylán, cubano emigrante en camino a los Estados Unidos que residió algunos meses en México y que dos décadas antes mantuvo fuerte amistad con mi abuelo. Meylán, aunque tampoco había tenido al principio una base de escolaridad de ajedrez, su contacto con jugadores muy preparados y de la influencia de Capablanca, ya había estado en contacto con entrenadores como Antoshin y Shamkovich, y estaba consciente de la importancia de la preparación técnica y tuvo a bien darme algunas clases basándose en unos manuales soviéticos de Antoshin traducidos al español e impresos en mimeógrafo, así como algunas notas personales que había tomado de Shamkovich. Así realice mi primer contacto con la escuela soviética. Después decidí estudiar ruso y ya para los 15 años era avído lector de cuanta literatura ajedrecística rusa caía en mis manos, lo mismo que las obras menores de Tolstoi, Pasternak, Puskhin y Chejov, que no habían sido traducidas al español, pues las principales las conocía en su versión castellana.
Pero al principio encontraba las jugadas y ganaba partidas hasta llegar a participar en torneos internacionales, sin tener una metodología y solo a base de talento natural, mucha experiencia práctica.
Pero cuando decidí dar clases de ajedrez por necesidades económicas, era difícil transmitir como jugar bien ajedrez, si no tenía una definida metodología. Pasaron años para que yo adquiriese tal metodología y sistemas, para adquirir esa escolaridad ajedrecística que me faltaba. Conforme lo iba logrando, con más facilidad enseñaba ajedrez, lograba que se superaban mis alumnos y jugaba y entendía mejor el ajedrez.
La gran mayoría de jugadores de nuestra América pasan por caminos similares. Juegan bien, a nivel internacional, pero su falta de escolaridad ajedecística tarde o temprano los frena. Si dan clases, no logran transmitir la forma de jugar a sus alumnos, pues juegan más por talento que por conocimiento, sin metodología y no pueden enseñar métodos, solo transmitir experiencias. No han realizado práctica deliberada y sistemática, por lo que las horas de entrenamiento no se optimizan y deficiencias que pudieron ser corregidas en 10 horas de entrenamiento de práctica deliberada, los subsanan tras 50 horas de práctica aleatoria.
Todo por falta de escuelas de ajedrez y de entrenadores preparados. Siendo el talento un factor de excelencia que hay que unir a una metodología y una práctica deliberada, en la mayoría de los casos citados es el factor único, o al menos el principal, mientras que en la URSS era solo un 10% de los componentes del éxito.
Asi se pueden observar jugadores que a los 15 años son talentosos, con unos 2100 de rating y a los 20 años ya no son tan impresionantes, con unos 2200, cuando lo normal es que en esos 5 años, de los 15 a los 20 hubieran podido pasar de 2100 a 2400 por lo menos.
La mayoría de los grandes maestros tuvieron sus grandes influencias, como Najdorf, Reti, Trifunovic y Grau de Tartakover, Chigorin de Schiffers, Vera Menchik de Maroczy, lo mismo que Szabo y Barcza; Parma de Trifunovic, Dvoretsky de Roshal, Tal, Gipslis, Lanka de Koblentz, Araiza y Camarena de Kostich, Pomar de Alekhine, y las decenas de grandes maestros de las escuelas de la URSS, de Yugoeslavia, de Hungría, Checoeslovaquia, Polonia, Bulgaria y Cuba.
Con más de 80 años de existencia de manuales curriculares de ajedrez, la falta de escolaridad de ajedrez debiera ser ya fácil de subsanar. En todos los idiomas se han traducido de una manera u otra los manuales soviéticos y ahora la FIDE, a través de su Comisión de Trainers FIDE, está distribuyendo Syllabus de cursos que se recomiendan se brinde a los jugadores. Así la época en que un buen jugador “natural” daba cursos sin metodología , con poco impacto en la superación de sus alumnos, pasará al pasado definitivamente.