5 sept 2013

Sobre el Ajedrez y los libros de ajedrez rusos a modificar.




 Novotelnov


Siempre que se habla sobre los mejores libros de ajedrez y como se pueden utilizar para mejorar en ajedrez, hay que considerar varias cosas.
Al principio muchos de los libros fueron consecuencia de series de conferencias, así fue el caso de “El Sentido común en Ajedrez”, de Emanuel Lasker; “Curso Científico de Ajedrez” de Ricardo Reti, “Sugestiones para la Estrategia Ajedrecística” de Savielly Tartakover, Ultimas Lecciones de José Raúl Capablanca. Otros fueron recopilación de artículos publicados en revistas, como la gran mayoría de libros de Mark Dvoretsky, los del Tratado General de Ajedrez de  Roberto Grau, los de Medio juego de Znosko Borovsky, de Artur Yusupov, de Isaac Boleslavsky y muchos otros. En resumen, muchos de los libros de mayor prestigio, no fueron planeados como libros.
Otras grandes obras de los mejores ajedrecistas necesitaron luego exegesis, o sea un trabajo de interpretación. Es, con todo respeto y proporción guardada, lo que paso con la Biblia.  El libro principal puede estar escrito en mil páginas, pero los que estudian su interpretación suman cientos de miles ya.
Es como las partidas de Morphy, lo que él público y comentó cabe en un libro de 100 páginas a lo mucho, pero sus “exegesis” juntarían unas diez mil páginas.
Los dos libros de Alekhine de sus mejores partidas, comentadas por él, abarcan una cantidad mucho menor de páginas que el libro “Herencia Ajedrecística de Alekhine” por Kotov y ya no digamos otros diez a quince trabajos similares.
Me relataba Novotenov, decano entrenador ruso, casi centenerio, que un trabajo que recomendaba el GM Romanovsky era recomentar partidas. Tomar partidas comentadas por grandes maestros y añadir comentarios del alumno interpretando lo que el GM quería transmitir y hacerlo más claro. Así me he topado con cuartillas y cuartillas de trabajos hechos por los alumnos de Novotelnov que fue entrenador de unos 15 GMs, y es interesante como añadieron comentarios a los de Botvinnik, Geller o Taimanov, para hacerlos claros. En esos apuntes que entregaban sus pupilos a Novotelnov hay verdaderas obras de arte escritas por grandes maestros, que luego fueron famosos, pero que en ese entonces tenían menos de 20 años de edad.
Romanovsky decía que Steinitz había creado toda su teoría sobre la estrategia de ajedrez, que fue el fundamento de la estrategia moderna, en base a recomentar partidas de Morphy, agruparlas en patrones y de ahí teorizar, o sea establecer principios generales. Luego Tarrasch, a base de los escritos de Steinitz escribió sus libros, La Partida de Ajedrez y las 300 partidas de ajedrez, continuando las enseñanzas de Steinitz, para finalmente Lasker continuase la secuencia en su “Manual de Ajedrez”.
Explica Romanovsky que la Escuela Soviética comienza tratando de interpretar las partidas y libros de Capablanca y reorganizar conceptos y hacer su propia teoría del ajedrez, lo mismo con los llamados “Hipermodernos”, pero que varios entrenadores de la vieja guardia incorporaron lo de Tarrasch y  Nimzovich, pero que Capablanca fue el más influyente en su teoría.
El caso es que muchos de los mejores libros de ajedrez fueron rediseñados y en base a ellos se crearon otros con agregados pero que en realidad no hay nada nuevo bajo el sol. Con el tiempo los temas básicos fueron establecidos y lo que va cambiando son los ejemplos para ilustrar los conceptos, y los ejercicios para hacer más asimilables las enseñanzas.
Por eso todos los autores soviéticos y rusos parecían como que pirateaban los trabajos de los occidentales, pero los autores agregaban cositas por ahí y por allá, y todos hacemos algo así, vamos de copia a añadidos y de ahí a copia, como dicen, tailorizando, si me permiten el neologismo., no de Taylor, de economía, sino de Sastre, arreglando mangas de sacos.
El caso es que cada entrenador toma de los libros aquí y allá, junta sus conceptos, los reorganiza y hace prácticamente un nuevo libro.
Un buen estudiante debe hacer lo mismo, adaptar su libro, una especie de antología, para esforzarse en hacer su interpretación.