13 oct 2009

Padres “Insistentes”.


He recibido recientemente muchos mails de personas que me preguntan mi opinión sobre el tema de los padres de niños ajedrecistas que son muy “encimosos” o insistentes sobre sus hijos, que los empujan mucho para destacar y pretenden que los dirigentes y organizadores los apoyen más. Varios de ellos, lectores de alguna de las ediciones de la “Guía para padres de ajedrecistas”, me hacen la observación de que no toque ese tema, tal vez por el “síndrome del psicoterapeuta y el padre”.
Bueno para empezar tendría que explicar de que se trata ese denominado “síndrome”.
En los países como México en donde psicólogos y psicoterapeutas muy a menudo son buscados por padres que, por una insistencia de la escuela donde estudian los hijos, desean que atiendan algún problema del hijo y que, por lo general, están dispuestos a pagar bien por esos servicios; estos profesionales frecuentemente tienen que confrontar un problema básico. Ya que es común que el problema del niño tiene origen en los padres, es difícil decirles que los que requieren terapia son ellos más que los niños. El conflicto está en que los padres es lo último que quieren oir. Prefieren que el niño sea culpable y no victima de la situación. Como los padres son los que pagan, una directa afirmación del profesional significa que perderán el cliente, pero por otra parte deben cumplir con la verdad. Solución: recomiendan siempre que para resolver “el problema del niño” es importante la terapia familiar, que los padres participen. Dependerá de lo buen negociador que sea el profesional para lograrlo, pero en general, tarde o temprano, los padres participan menos y el niño es el único que participa en la terapia.
Algo similar pasa entre entrenadores y padres, gran parte de los problemas son los padres y el entrenador que recibe su paga del padre, sufre mucho para decirle la verdad.
Al escribir “Guía para Padres” algunos piensan que eludí ciertos temas para no enemistarme con los padres de mis alumnos. Pero muchas veces la razón principal fue no hacer el libro un pesado volumen y tuve que priorizar los temas.
Acepto que no toque el tema de los padres insistentes o encimosos. Estoy de acuerdo que es un mal en el medio de ajedrez, pero considero más mal el de los padres indiferentes y prefiero, por mucho, a los padres insistentes. Lo mejor sería un justo medio, pues si bien los padres indiferentes fomentan la mediocridad y la frustración, así como un sentimiento de desamor y baja autoestima en los niños, que creo que es lo más grave que le puede pasar a un niño; los padres encimosos, si llegan a un exceso muy grave, pueden desquiciar al niño, al entrenador y a todos los que se vean involucrados en la “carrera ajedrecística” de sus tesoros.
El problema se agrava cuando se cruzan, como suele suceder, dos pares de padres encimosos o “insistentes”, surgen guerras familiares a muerte.
Pero tomemos las cosas con calma. Primero sería bueno establecer si uno mismo es un padre “insistente”.
Conteste esta pequeña encuesta y averígüelo usted mismo.

1) ¿Hablo con regularidad de los logros de mis niños a otros?
2) ¿Anuncio activamente estos logros o trato de promoverlos, con o sin el consentimiento de mi hijo o hija?
3) ¿Me jacto de mis niños?
4) ¿Soy un jugador de ajedrez frustrado, tratando de ampliar mi propia carrera en base de las partidas de mi niño?
5) ¿Sobrecargo a mi niño con demasiado entrenamiento o consejos, en particular de los que provengan de mí?
6) ¿Pierdo el tiempo en el pasillo de torneo, mirando las partidas de mi niño? ¿O averiguando lo que puedo, cuando separan a padres de la sala de juego?
7) ¿Me veo implicado en discusiones sobre aquellas partidas con otros mientras se están jugando?
8) ¿Pienso alguna vez que mi niño debe volverse duro y le transmito ese sentimiento?
9) ¿Insisto con frecuencia a mi retoño que estudie ajedrez aunque ella o él no quiera?
Bueno, algunas respuestas a estas preguntas y a otras que usted se haga, seguramente le darán un “norte” de que tan “insistente” o “empujador” ha sido con su hijo. No es tan malo serlo, si uno se modera ¿No lo cree así?
Lector, como no te conozco, no te temo y como no te temo no te miento, digo el gran Papini.