La motivación equivale a muchos puntos de rating. Un GM Carlsen, no bien motivado pierde con jugadores con 100 puntos menos de Elo que él. Basta observar como los jugadores de “élite”, acostumbrados a jugar en salones especiales, cuando juegan mezclados con “la perrada” como diría un comentarista ruso, como es en la popular e igualatoria olimpíada, se sienten incómodos y andan perdiendo con el pueblo.
El motivarse, el estar contento de jugar ajedrez da muchos puntos virtuales de rating a la hora de jugar.
Aquí pienso en William James: “No cantamos debido a que somos felices; somos felices debido a que cantamos”.
Si seguimos el razonamiento, “no dejamos de trabajar y jugar debido a que envejecemos sino que envejecemos debido a que dejamos de trabajar y de jugar”.
Recuerdo que al ver la película “La Guerra y la Paz”, en la escena donde los soldados rusos marchaban hacia el frente entonando a toda voz canciones patrióticas, no dejaba uno de emocionarse.
En los ejércitos es conocida desde hace siglos la importancia de cantar marchas e himnos para la victoria. El alto ánimo ante todo.
En todo equipo es muy importante cantar juntos antes de competir. En la última olimpiada los equipos cantantes fueron exitosos.
Claro que las canciones deben ser positivas, no unas como las de “llegó borracho el borracho”, o “otra vez cometiendo los mismos errores”.
Hay que ver que en México abundan canciones derrotistas como “yo se que nunca besaré tus labios”, pero también las hay como “me he de comer esa tuna”.
En Rusia, Alemania, o Estados Unidos abundan canciones de cantos a la victoria, o cantos a la Alegria, o hija de Eliseo, como Schiller dice en el himno de la Comunidad Europea, el Himno de la Alegría de la Novena del genio de Bonn.