Siempre el intercambio de ideas enriquece, ya sea en San Petersburgo como en La Habana, y por supuesto Riga.
La oportunidad de dialogar con entrenadores de diferentes latitudes es una experiencia muy enriquecedora.
Cada intercambio tiene sus características especiales. En la fría Fontanka, lo principal era el software, las bases de datos, las ideas de cómo aprovechar las computadoras para entrenarse y de cómo adaptar los programas de la URSS de enseñanza, originados en la era anterior a las computadoras, para aprovechar sus puntos buenos, prácticamente inmejorables, en los programas de estudios auxiliados por computadora.
En la Riga de los Magos del Ajedrez, donde Nimzovich, Koblentz y Tal, entre otros, han engalanado una rica historia de tradiciones en la continua búsqueda de cómo enseñar mejor el ajedrez, en que cada entrenador lo que tiene como meta es hacer muy bien su trabajo, los enfoques son diversos, van desde metodologías, hasta los medios de llevarlas a cabo, pasando por los audiovisuales y la manera de la relación muy especial entre entrenadores y pupilos, donde lo impersonal, frecuente en la instrucción a grupos numerosos, queda a mucha distancia.
En La Habana tendría que caracterizar la experiencia con una palabra: la desmitificación. Ver realmente que sistemas se han creado y aplicado y que otros sólo existen en el papel. A veces se exagera la influencia soviética en el desarrollo del ajedrez cubano, lo mismo incluso con la influencia de Capablanca, quien más que una escuela, brindó a los cubanos un modelo a emular. Las diversas publicaciones realizadas sobre Capablanca en la Cuba revolucionaria han acercado mucho a los jóvenes con las maneras de pensar de Capablanca, pero aun falta una sistematización como para afirmar que el genial cubano es un modelo técnico para sus compatriotas.
El sistema de estudios del ajedrez en Cuba fue realmente estructurado por el MI Eleazar Jiménez, quien era el Campeón nacional de la Isla cuando la Revolución Cubana triunfó hace 52 años.
Eleazar, el tío Cheo, si hizo cierta escuela, a la que con un poco contribuyeron diversas figuras del ajedrez cubano. Se trató de que existiese un estándar de enseñanza del ajedrez que guiará a los instructores de todo el país. Para el carácter inventivo e inquieto de los cubanos, lo normal era que cada instructor le agregase su versión personal del programa, como sucedió en la URSS también en las diversas ciudades. Los soviéticos tuvieron forma de anualmente reunirse los principales instructores para intercambiar experiencias y compartir las ideas y analizar los resultados de sus triunfos y fracasos en los experimentos personales. En Cuba eso no se dio frecuentemente. Por lo que un sistema generalizado de enseñanza no se podría decir que existe, sino más bien unas guías, unos lineamientos, con algunas orientaciones. Lo que da como consecuencia que la manera de enseñar ajedrez en La Habana, tiene muchas diferencias a como se enseña en Santiago de Cuba.
Conforme un jugador juvenil va avanzando en calidad, es canalizado a especialistas de alto rendimiento, lo que significará para muchos el tener que ser preparado en La Habana y salirse de su ámbito local de desarrollo.
Hay varias ciudades, digamos ejes, que reciben jugadores de las regiones cercanas y que compiten con La Habana como receptoras y preparadoras de los grandes valores nacionales. Podemos hablar de Santa Clara, de Santiago y tal vez de Camaguey y Matanzas.
El fenómeno de la emigración de ajedrecistas cubanos ha causado que muchos sistemas aparentemente “Made in Cuba” sean enseñados en diversos países iberoamericanos. Pero a veces responden a una demanda del lugar de recepción del emigrado y este se ve en la necesidad de “recrear” los sistemas con que el mismo fue entrenado y entonces elabora un sistema propio realmente. Es como dicen que paso con la Pizza, que no fue creada por los italianos en Italia, sino por los emigrantes italianos que vivían en los Estados Unidos.
Los metodólogos del ajedrez cubano han trabajado muy duro tratando de definir el sistema modelo de enseñanza del ajedrez y han producido varias versiones a través de los tiempos, pero estas versiones son siempre modificadas ya en la labor diaria de los diversos instructores.
Cuando se planificaron las clases de ajedrez por televisión, si fue necesario repasar una curricula y unos contenidos. La publicación masiva de cuadernos de apoyo, no tiene parangón en ningún país iberoamericano e incluso solo una vez se hizo algo similar en la URSS cuando el “Komsomolskaya Pravda” editó un curso con un tiraje de cientos de miles de ejemplares, similar al de Cuba, aunque en presentación es mejor la versión cubana, aprovechando que puede utilizar tecnologías, las cuales, la edición soviética, veinte años más antigua, no pudo beneficiarse.
En lo que toca, no a los tabloides de apoyo, sino a los programas de TV en si, me parece que los cubanos no han logrado alcanzar la calidad de los soviéticos, aunque estos eran programas en blanco y negro y los cubanos son realizados a color.
El de la URSS era más formal, con la participación reservada a grandes luminarias de prestigio mundial del ajedrez, mientras que en los programas de Cuba a veces han intervenido personas ni muy reconocidas, ni muy aptas para explicar algunos temas. Una vez vi a una niña explicando un tema, lo mismo que una joven embarazada que con parte de su hermoso estado tapaba una sección del tablero. Se ven más humanos, más chéveres, pero menos profesionales con los de la URSS. A veces pienso que hay que quitarle solemnidad al ajedrez, pero también hay que tener un control de calidad y no convertir estas series en “La Hora del aficionado” o en un festival escolar donde acudimos a ver a nuestra amada hija bailar disfrazada de abejita y lo de menos es que sea con fondo de música de Mozart o de Anacaona.
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