11 may 2011

El ajedrez no se enseña, se aprende.

A menudo se me pregunta si las clases via email son tan efectivas como las presenciales y mi respuesta es: ¡son más efectivas!
Ya anteriormente en este blog expresé algunos puntos de vista de especialistas en pedagogía de educación superior sobre la enseñanza a distancia, en que apuntaban importantes ventajas que este tipo de estudio tenía sobre las clases tradicionales presenciales. En esos artículos concluía que lo mejor es una mezcla de ambos tipos de estudio.
Los grandes avances en el aprendizaje del ajedrez se realizan cuando los estudiantes están solos. Todo maestro sabe que una de las misiones fundamentales como coaprendiz es contribuir a que los estudiantes se hagan independientes. Si bien no cabe duda que un entrenador es fundamental para que se logre un desarrollo mayor del potencial de un estudiante, es importante también que no se convierta en dependiente del entrenador. Un entrenador tiene que motivar el pensamiento crítico y si está siempre a la mano para aclarar dudas y no busca estimular a que el estudiante las resuelva por el mismo, causaría el efecto de un granjero que ayuda al ave a romper su cascarón, lo inhabilitará para volar, pues no ha fortalecido lo suficiente sus alas para vencer el primer obstáculo que es salir a la luz, y no podrá volar.
Es importante disciplinar al alumno, pues la disciplina ayuda a sufrir y el sufrir tiene su papel. Un poco de disciplina ayuda a resolver algunos problemas, una disciplina total resuelve todos los problemas. Disciplinar y motivar, en su justa medida es una de las misiones más importantes del entrenador. Otra es administrar la práctica deliberada de manera que se logre el aprendizaje, la mas de las veces subliminal. La práctica deliberada desarrollará hábitos y estos serán lo que forme costumbres y finalmente el carácter del jugador. Hábito es una faceta de la disciplina. Se puede decir que un entrenador administra sufrimiento, si el sacar al estudiante de su zona de comodidad es hacerlo sufrir un poco. Uno de mis alumnos me puso el mote del entrenador sangre, sudor y lágrimas; y no me disgusta. Otro, aficionado a la historia me decía Duque de Wellington, pero ahí si proteste, pues Duque sin dinero es nombre de perro.
El caso es que mucho he aprendido de los sistemas militares de enseñanza, como los del TRADOC de los Estados Unidos, de escuelas como Annapolis, lo mismo que de la URSS, como de escuelas como la Mariscal Frunze; los sistemas jesuíticos de estudio me atraen más. En todos es clara la disciplina y el aprender por si mismo, con excelente apoyo de profesores y entrenadores, pero si son buenos, lo primero que buscaran es que pensemos por nosotros mismos. Por eso el ajedrez se aprende, no se enseña. Los entrenadores somos coaprendices y es mejor poner tareas, para que a solas el estudiante se obligue a pensar por si mismo, luego, en presencia del maestro tendrá y recibirá las preguntas precisas. Clases presenciales únicamente dejan de lado esta importante oportunidad de espacio entre charla y charla con el entrenador.
Es como jugar demasiados torneos. Si para analizar cada partida jugada en torneo necesitamos más del doble del tiempo utilizado en jugarla, como hacer bien los análisis si jugamos 150 partidas al año, ya que necesitamos al menos 300 días para analizarlas. ¿O ya hay años de 450 días?
Para cada hora presencial con un entrenador, un alumno necesita entre 5 y 10 horas de trabajo a solas; entonces más de una hora a la semana es poco factible para aquellos que tienen solo tiempo para estudiar una hora al día. Claro que en temporadas de entrenamiento intensivo, de 40 o más horas a la semana, durante muy breve periodo, es posible estudiar con el entrenador 8 horas a la semana y esto es ya muy intensivo.
Con el email y el internet y la posibilidad de tener toda la bibliografía del mundo en PDF o en archivos en Chess Base, así como una buena selección de programas, software, de entrenamiento; el aprendizaje se potencializa varias veces más que el tradicional del maestrito con el tablero demostrativo. Para cada nivel hay un sistema, pero ya para los niveles “ambiciosos”, el alumno necesita aprender mucho por sí solo, y solo lo logrará efectivamente si su entrenador le da ese “aire” e intercala bien lo presencial con la enseñanza a distancia.