Dicen que lo más presionante de los cursos con Botvinnik es que dejaba mucha tarea en casa vía a distancia y cuando daba las clases presenciales, solicitaba que le reportarán cuidadosamente cuanto y que habían cumplido de la tarea. Decían sus alumnos, que para no pasar penas ante los compañeros, se obligaban a cumplir la tarea al pie de la letra. Para no pasar vergüenzas tuvieron que volverse disciplinados. El temor al ridículo era un motivante fuerte, y otro era evitar el ser expulsado del grupo por incumplimiento, pues había como 50 lugares y más de 2000 aspirantes. Era ya un triunfo mantenerse en el grupo y eso hacía que se esforzarán al máximo por cumplir las tareas. Se volvían disciplinados y cumplidos, primero por presión y luego por hábito.
Entre las tareas siempre había que hacer una acción diaria que era particularmente desagradable para uno, pero que uno sabía que era necesaria. Era triunfar un poco sobre uno mismo, sobre sus propias debilidades. Ser un poco mejor cada día, tan solo un poco. Solo por ese día.