Recientemente me realizó una entrevista el Profr. Omar
Coronel al que conocí en las aulas hace más de 30 años, aunque no era
específicamente mi alumno, digamos que de alguna manera escuchó muchas veces
mis lecciones, y se sorprendió cuando le dije que, estrictamente hablando el
ajedrez no era deporte, aunque en una acepción amplia de la palabra y su
significado, el ajedrez, el billar, la filatelia y los video juegos tendrían
que contarse, con todas las de la ley como deportes y de hecho varios de los
mencionados eran reconocidos ya así en varios países.
“¿Entonces que estamos haciendo?”, me decía entre alarmado y
confuso. “Algo mucho mejor que el deporte”, realizamos una experiencia
enriquecedora de vida en que nos ponemos a prueba, igual que en el deporte,
nada más que a veces el ajedrez, como en los deportes profesionales, se vuelve
chamba.
En esas discusiones, como pasó en las elecciones de la FIDE,
las cosas me recuerdan al cuadro de la barricada de Delacroix, donde se retrata
una revolución. Los que la liderearon no estabán contentos con lo que se logró,
les pareció tan poco. Los que fueron derrotados veían con horror retratados los
cadáveres de soldados franceses, los suyos, los defensores de su régimen,
pisoteados por la turba revolucionaria. Los del pasado lloraban la imagen de
sus soldados muertos, los del presente les molestaba que recordarán que una
turba los entronizo y los del futuro veían como un mal ejemplo que el poder
finalmente lo podía dar y quitar una turba. Se crítico a Delacroix la imagen de
una mujer enseñando senos sucios y vello en la axila, como la república o la
libertad. El caso es que ese cuadro, que no agradó a muchos al principio, hoy
es un icono para todos como la representación de la Francia libre. Delacroix
murió diez años antes que su cuadro fuese exhibido en el Louvre, pero ahora,
para gloria suya, estuvo hasta en los billetes y salvó el retrato del Che
fotografiado por Korda, es una de las imágenes que más nos representan a la
revolución, así como la foto de una inglesa aristócrata cargada en hombros y
que llevaba una bandera francesa fue la imagen en 1968 de las revueltas
estudiantiles de París…
El caso es que muchas cosas se pueden interpretar de manera
contradictoria.
Así yo hablo de mis cursos como dedicados a los autodidactas
y no creo ver contradicción en eso. La verdadera universidad son ahora los
libros y el internet, los textos y las imágenes. Ya decía Don Alfonso Reyes que
nada aprende mejor el hombre que lo que aprende por sí mismo, lo que exige un
esfuerzo personal de búsqueda y asimilación; y si los maestros sirven de guías
y orientadores, las fuentes perennes del conocimiento están en los libros, los
artículos y los materiales presentados en conferencias y charlas. En los
recientes artículos en que mencione a los demiurgos, dentro de la concepción de
Aristoteles de Estagira, expresaba la importancia de los maestros, aquellos que
canalizan la energía de los pueblos, que organizan, pero que pueden realizar su
tarea porque, como afirmaba Aristóteles, el ser humano tiene naturalmente el
deseo de saber. Pero no concuerdo con el preceptor del hijo de Filipo cuando
otorga a la memoria papel tan importante, aunque me agrada la Ética a Nicómaco
cuando decía que la amistad era tan necesaria a la vida y que el lazo que más
unía a los seres humanos era su camino unidos en pos del conocimiento. Las
virtudes dianoéticas divididas entre lo existente, lo que no puede ser sino
como es y lo concerniente a lo que puede ser creado o cambiado por el ser
humano, a veces confunden al inexperto y es ahí donde más se necesita la guía
de un conductor, a condición que sea sutil y permita el que el alumno cometa
sus propios errores.
En mis cursos, lo he dicho siempre, soy un coaprendiz, por
lo que lo justo es calificar mis cursos como diseñados para autodidactas. Nada
más puedo colocar las condiciones y ser un facilitador, el que realmente
aprende las cosas es el que me acompaña en ese camino por el que quizás yo
tenga más experiencia, pero que de ninguna manera poseo un mapa intachable. La
idea es crear hábitos, porque como se decía en la Ética a Nicómaco, las
virtudes no son afectos ni facultades, sólo pueden ser estados de carácter,
hábitos.
Un maestro de ajedrez debe ser un “virtuoso” ejecutando el
arte del ajedrez. La virtud es un hábito apto para ejercitar acciones
deliberadas, lo que hace que seamos la mejor versión de nosotros mismos, ya que
“los seres humanos son buenos sólo de una manera, y malos de muchas”…
El estudiar nos dará la riqueza más importante, y este tipo
de riqueza si se apega a la afirmación de Solón de que no se ha fijado límite
para la riqueza que puede alcanzar el hombre, porque el otro tipo de riqueza,
la material, como advertía Aristóteles si debe tener un límite, pues nadie
tiene derecho de disfrutar de lo superfluo mientras alguien carezca de lo
necesario.