La proliferación de torneos rápidos, o sea los que dan menos
de 90 minutos por jugador por partida, han bajado mucho la calidad de las
partidas pero no necesariamente el gusto por competir, además de que facilita a
muchos el seguir jugando ajedrez. Lo que pasa es que en realidad es otro tipo
de ajedrez muy diferente al del siglo XX y no deja de causar tristeza a los que
jugamos más de tres décadas de ese siglo torneos y un poco de pena por los jugadores
del siglo XXI que no conocerán mucho de lo interesante y creativa que era esa
época.
Pero no quiero pasar por un seguidor de las coplas de
Manrique, aquello de que todo tiempo pasado fue mejor, pues la época actual
tiene muchas cosas fabulosas y me apena que muchos jugadores de mi generación
que murieron a edad temprana no pudieron disfrutar del internet y su revolución
en el ajedrez del siglo XXI, aunque si conocieron la revolución de ajedrez de
los 70s, lo que los jóvenes jugadores de hoy pueden lamentarse no conocer.
El caso que en mis cinco décadas de competir en torneos y
tratar personas destacadas del ajedrez del siglo XIX, siglo XX y ahora del
siglo XXI me obliga un poco a dar testimonio de lo que he visto pasar.
Tuve el gusto de platicar con personas como Edward Lasker,
con Carlos A. Palacio, testigos del ajedrez del inicio del siglo XX hasta su
segunda mitad, lo mismo con Kasparov cuando aun no tenía el veinte años, o con
Nakamura cuando era niño, pero he podido conversar con los maestros mexicanos
desde el Coronel Araiza y Carlos Torre hasta Manuel León Hoyos, ya sin decir
nada de Marcel Sisniega que prácticamente lo traté y trabaje con él a lo largo
de toda su carrera ajedrecística.
Pero, volviendo al tema de los torneos rápidos, uno tiene
que adaptarse a los tiempos y mantener la flexibilidad para jugar torneos
clásicos unas dos o tres veces al año y una veintena de torneos rápidos con
cierta calidad. Eso significa casi tener
dos repertorios de aperturas y dos programas de estudio, pues hay que estar
preparado para dos tipos de ajedrez muy diferentes.
La Olimpíada de Tromso ha sido mucho más interesante que la
gran mayoría de torneos de grandes maestros habituales que uno puede ver en
Internet. Como se enfrentan jugadores con desbalances grandes en rating, los
jugadores de “elite” que están acostumbrados a competir con los mismos oponentes
diez o veinte veces al año, de repente se enfrentan a jugadores de estilos muy
diferentes y muy peligrosos. Por eso no es de extrañar que Carlsen, Topalov,
Nakamura, Caruana, puedan perder en la OIimpíada con jugadores con 100 o más
rating menos que ellos. Carlsen puede perder más partidas en una sola Olimpíada
que en diez torneos de “elite”.
Pero en lo que toca a las aperturas, los jugadores sólidos,
los que no tratan de ganar en la apertura, usan casi el mismo repertorio para
ajedrez de diversas velocidades y se las arreglan para sacar con blancas muy
ligeras ventajas, pero suficientes como para “exprimir” el limón contra GMs y
que parecen terremotos con jugadores de menos de 2600. Con negras se contentan
con llegar a medios juegos jugables y con contrajuego y todo lo ponen al medio
juego y el final, que se preparan de manera igual para torneos clásicos y
rápidos.
Esos jugadores, como Carlsen y Kramnik, sobre todo este
último, son excelentes modelos a seguir. Facilita mucho elegir las variantes el
seguir un modelo, sobre todo si es tan académico como Kramnik que no juega a
base de tratar de sorprender al otro en la apertura.
En los tiempos del ajedrez clásico la recomendación era,
considerando usar solo el 20% del tiempo reservado para el estudio general del
ajedrez para dedicarlo a los estudios de la apertura, el crear el repertorio en
base a un análisis de uno mismo, pero ahora con tanto torneo rápido
necesitaríamos duplicar el estudio de aperturas, pues una que nos sirve para el
ajedrez clásico, en el rápido no funciona. Por ello para simplificar, se puede
seguir un modelo como el de Kramnik, que evita sorpresas en la apertura.
Es cada vez más importante estudiar finales pues ahí se
cosechan la mayor parte de los puntos. Carlsen lo sabe bien y más del 50% de su
tiempo de estudio en ajedrez lo utiliza analizando finales y aún así no falta quien le llegue a ganar finales
con mínima ventaja, como lo hizo el GM alemán en la séptima ronda de la
Olimpíada de Tromso.
Volviendo a Kramnik, no me cabe duda que es el jugador más
destacado de la Olimpíada y en la séptima ronda le hizo mucha falta a su
equipo, que encajó su primera derrota por equipos y corre riesgo de no quedar
en los tres primeros lugares del evento, siendo el favorito según el rating. Azerbaiyán
y Armenia están ahora como favoritos.
El GM Domínguez de Cuba logró un tremendo triunfo contra
Mameryadov, siendo esta partida y la derrota de Carlsen, las notas
sensacionales de la séptima ronda, además de la caída del equipo ruso.
Hoy curiosamente se estaban reuniendo los presidentes de
Rusia y Azerbaiyán.
La próxima Olimpíada es en Bakú, y los azeríes quisieran
inaugurarla con su equipo como defensor del título, pero seguramente no desean
que el “ogro de Bakú, Kasparov, ahora croata, la inaugure como Presidente de la
FIDE, aunque el hijo de su padrino Heydar Aliev, sea el actual mandatario de
Azerbaiyán.