Decía Olga Chagodaeva de
Capablanca que un filme sobre la vida de Capablanca debía realizarse, pues
tenía muchos aspectos novelescos e interesantes. Seguramente la biografía de
Capablanca, al que se le llamó el “Mozart del Ajedrez”, cuenta con facetas que
acercarían al público a conocer más sobre el ajedrez y tal vez a estimular a
mayor número de personas a practicarlo.
No hace mucho nos enteramos
que la vida de Fischer estaba siendo filmada teniendo como protagonista al
actor que interpretó al “Hombre Araña” y que pronto tendríamos la versión
hollywoodense de la biografía del campeón norteamericano – islandés.
Ya un filme sobre Capablanca
se realizó en Cuba en 1986, pero aunque me parece muy bueno, se circunscribe a
una sola época de Capablanca, a la del Torneo Internacional de Moscú de 1925.
Era normal que una
coproducción cubano soviética realizada poco antes de la conmemoración del
centenario del nacimiento de Capablanca se enfocase en un evento que tan
importante fuese para la historia de las relaciones entre la URSS y Cuba. Ahí
se muestra la actitud valiente de Capablanca, campeón mundial de ajedrez y que
tan importante era para el joven estado soviético contase con su participación
en el primer evento verdaderamente internacional que realizaba. Fue una actitud valiente pues el mismo
ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, jefe laboral de Capablanca, le había
solicitado no asistir, por las implicaciones políticas, pues en la República de
Cuba gobernaba el Presidente Machado y que no había aceptado reconocer a la
URSS. Capablanca se jugaba su carrera política y eventualmente al final del régimen
de Machado tendría que partir a México prácticamente fugándose de la represión
machadista que incluso pudo costar la vida de su hermano Ramiro, fundador del
Partido “revolucionario”.
Capablanca había laborado
como diplomático en la embajada de Cuba en San Petersburgo e incluso tuvo
ocasión de tratar al zar Nicolas II durante el Torneo Internacional de San
Petersburgo en 1914 y de “tomar el té” con tan poderoso personaje, y en su
regreso a Rusia, convertida en la Unión Soviética, once años después, lo haría
un testimonio importante de los cambios en aquellas tierras.
De regreso de la URSS, Capablanca tuvo el atrevimiento de afirmar que
Cuba debiera establecer relaciones con ese naciente estado, aunque es cierto
que lo hizo oficialmente varios años más tarde, cuando ya Estados Unidos lo
había reconocido, pero antes ya en la prensa de su país se había expresado muy elogiosamente
de la Unión Soviética, cuando estaban frescas aun las acciones de las tropas
intervencionistas norteamericanas en el norte de la URSS.
Para el gobierno soviético
la presencia del campeón mundial de una actividad tan importante en la vida
social y cultural de ese país, era como recibir un aval, como tener a un
testigo de honor, de los grandes cambios políticos en el antiguo imperio de los
zares. Por eso la gran importancia histórica de ese evento y la razón de que
fuese la escena principal del filme “Capablanca”.
Si en México un gran creador
como el insigne pintor Diego Rivera había logrado que la URSS tuviese una
embajada en México, nada menos con Alexandra Kollontai a la cabeza, ¿porque no,
el más famoso cubano de esa época no podría lograr algo similar en Cuba?
Pero México también tenía un
régimen emanado de una revolución y la idea era más receptiva. Aunque para los
Estados Unidos el que sus vecinos más cercanos, México y Estados Unidos,
tuviesen relaciones diplomáticas con aquel estado tan aparentemente hostil al “American
Way of Life” no le era muy cómodo y cuando menos en la Cuba de Machado, la del
gran capitolio que aspiraba a superar al de la Metropolí de la América
Capitalista no podría suceder.
Una vez, a principios de
este año, en La Habana, bajo el techo de la sinagoga Beth Shalom, creada por el
arquitecto Aquiles Capablanca, hermano del campeón, reflexionaba sobre la
diversidad de talentos que los dos marías, Don Jose María Capablanca y María
Graupera, habían legado a Cuba. Ramiro, insigne abogado, Aquiles, artista y
arquitecto, José Raúl, tan grande en muchos aspectos, y como eran en cierta
forma una representación de la Cuba nacida en el siglo XX con grandes raíces de
la cultura decimonónica de la España de ultramar.
Capablanca nació español y
algunos de sus hermanos ya fueron nativos del nuevo país, Cuba. Nuevo, pero tan
antiguo en su nacionalidad como la mexicana.
Hoy celebro el nacimiento de
la Ciudad de La Habana, 16 de noviembre de 1519, cuando su fundador en lo legal,
Diego Velazquez, la instituyó por asi decirlo. Ese Diego al que se le escapase
Don Hernán Cortés para en medio de la gran tragedia de la confrontación de dos
grandes culturas se creo una nación tan especial como México.
Y me parece curioso que
recuerde de La Habana algo que pareciera tan ajeno a la cultura de Cuba como
una sinagoga, aunque fuese la concebida por un Capablanca. De Riga también
recuerdo a una sinagoga que me mostró el maestro Koblentz, entrenador de
Mikhail Tal, el otro campeón mundial tan famoso como Capablanca. Es curioso
pero el templo religioso más cercano físicamente al edificio de la Embajada de
Cuba en Ciudad de México es una sinagoga también.
Y es que todas las
religiones y culturas tienen algún lugar en Nuestra América, por eso es tan
rica. Es el Nuevo Mundo que quiere tener toda la diversidad cultural.
Pero regresando a
Capablanca, un hombre de mundo pero entrañablemente tan americano, me parece
que debiera ser más conocido por todos, no nada más por los ajedrecistas.
Revisando el catalogo de
libros editados en la URSS, llama la atención lo mucho que se ha publicado de
él y sobre él. Creo que ajedrecísticamente tuvo más influencia en el ajedrez
soviético que Alekhine o Chigorin. Casi todos los entrenadores soviéticos
recomendaban a los principiantes estudiar a Capablanca, ninguno a Alekhine. Por
supuesto que Capablanca es mucho más “clásico” que Alekhine y mucho más
instructivo.
Koblentz gustaba de decir
que Alekhine para vencer a Capablanca se había disfrazado de Capablanca, que lo
había derrotado utilizando su estilo. Alekhine, según el entrenador de los
Magos de Riga, decía que Alekhine dio un salto de calidad tras estudiar tanto a
Capablanca para vencerlo. “Se sabía de memoria todas las partidas de Capablanca,
de manera tal que se convirtió un mucho en Capablanca”, apuntaba.
Analizar profundamente las
jugadas de Capablanca, el asimilar su manera de encontrar soluciones a las
posiciones, instruyó a Alekhine de tal manera, que pudo vencerlo, aprovechando
las debilidades de Capablanca.
Claro que hay que tomar en
cuenta muchas cosas que sucedieron a Capablanca entre que venció a Lasker en
1921 y perdiera ante Alekhine aquel 29 de noviembre de 1927.
Tras ganar su match a
Lasker, Capablanca dejo de jugar ajedrez un tiempo, disfruto de su naciente
vida matrimonial, se estableció en su casa de la Avenida Cuarta en el actual
Municipio Playa y que pomposamente denomino “Quinta Gloria” por su esposa
Gloria Simoni, una camagüeyana perteneciente a una de las familias más connotadas
de su provincia. Así paso prácticamente 1922, solo interrumpiendo ese “año de
miel” con su triunfo en Londres. Luego vendría la muerte de su padre, Don José
María, a los 61 años, y un poco de sorpresa para todos, aunque debiera ser un
aviso de que su dolencia física sería similar a la que tomó la vida de Don José
Raúl a los 54 años. Ese deceso lo golpeo mucho y lo alejo también mucho tiempo
del tablero, como lo haría años después el de su madre María.
Los hijos, José Raúl y
Gloria, nacieron en 1923 y 1925 respectivamente, y uno de ellos, abogado, murió
relativamente joven del mismo mal que padre y abuelo. Doña Gloria Capablanca,
hasta donde se, gozaba de buena salud ya pasados los 80 años de edad, radicando
en La Florida.
La participación de Capablanxca
en Moscú 1925 y luego su gran triunfo de 1927 en Nueva York, unido a las
lagunas de alejamiento, no fueron lo mejor para enfrentar a un Alekhine que
estudiaba y se preparaba como fanático para vencerlo en Buenos Aires 1927.
Ya las historias sobre la
otra Gloria, la actriz argentina y sus “distracciones” en los meses del match
de Buenos Aires, han circulado mucho y seguramente todo tiene que ver en lo que
pasó en su derrota, además de que no solo perdería título y matrimonio, aunque
el divorcio se concluiría en 1934, ya estaba perdido por 1928.
Como Ave fénix, símbolo de
su zodíaco, Capablanca era Escorpión, como Tahl y muchos campeones de ajedrez,
renació de sus cenizas, y de nuevo sus triunfos lo llevaron a la URSS de nuevo,
diez años después del gran torneo de 1925.
Por eso el filme de 1986 se
queda muy corto, pues mucho pasó a Capablanca antes y después. Para Doña Olga,
la segunda esposa y viuda de Capablanca, la vida tras 1934 fue muy interesante.
Gustaba ella de relatar que
en Moscú 1935, Stalin observó el torneo medio oculto y que finalmente invitó a
Don José Raúl a conversar en el Kremlin, donde vivía el dictador soviético y
que parte del tema era sobre las apreciaciones de Capablanca sobre la guerra
civil en Rusia. Capablanca, que había vivido cerca de la corte de los zares y
que conoció a muchos miembros de ella, incluyendo al zar y varios de sus
familiares cercanos, seguramente podía dar testimonios muy interesantes para el
duro georgiano que había estado muy lejos de aquel mundo palaciego ruso y si
esa charla se dio, debió ser sumamente educadora para ambos.
Los personajes que conoció
de cerca Capablanca fueron muy numerosos y muchos de ellos con un lugar
destacado en la historia Europa, Estados Unidos y por supuesto Cuba.
Doña Olga dejó los archivos
de Capablanca al Manhattan Chess Club y parece que no todo el acervo se
conservó en ese club, pues algunas notas y fotos aparecieron en colecciones
particulares, entre las cosas que aparecieron fue la famosa partida con
Tartakover en 1938 cuyo manuscrito original dio como presente especial de Don
José Raúl a Doña Olga y que esta una vez ofreció en subasta cuya puja inicial
de 10 mil dólares nadie cubrió. Aparentemente se vendió por ella, o paso al
archivo del Manhattan, el caso es que luego apareció en una colección
particular.
De la memorabilia del match
que finalizó hace 85 años en Buenos Aires, lo más rico se exhibe en clubes de
allá, donde todavía circula la versión de que el arbitro Querencio del match de
1927 llegó a retar a duelo a Alekhine ante las continuas excusas que daba este
para no dar la revancha a Capablanca y tras una dura discusión en 1939, en la
época de la Olimpíada en que ambos maestros compitieron pero no llegaron a
enfrentarse.
Ojala haya un filme mas
sobre Capablanca. Aunque como paliativo se filmó en Cuba un excelente
documental sobre el campeón habanero en años recientes y que para todos los
aficionados a Capablanca es un pequeño consuelo.