Es conocido que muchos grandes
ajedrecistas no tienen facilidad para escribir y otros, no tan destacados como
jugadores, pero también ajedrecistas, tienen la preparación y facilidad para
expresar ideas. Además existen las barreras de idiomas, las barreras de las
ocupaciones, los intereses y la mercadotecnia.
Todos los grandes campeones
tienen nombres que son un imán para los que compran libros y los editores, a
través de los tiempos, desean asegurarse de tener buenos libros, con buena
calidad y además de una buena firma atractiva que haga rentable un libro
publicado. Por ello tratan de integrar equipos de redactores que “ayuden” a los
grandes jugadores a trasmitir sus ideas y enseñanzas.
Esa práctica se ha seguido con
muchos campeones mundiales y sus retadores.
Por otra parte hay escritores de
ajedrez muy prolíficos que han publicado sus libros y conocen bien el mercado y
que de vez en vez hicieron alianzas y acuerdos con jugadores famosos para
conseguir editores y así obtener buenos encargos. Por ejemplo se dice que Fred
Reinfeld escribió muchos libros que firmó, pero que muchos otros los hizo como
co autor, o ni siquiera apareción como tal, si no que fue firmado por otros.
Hay varios libros del GM Samuel Reshevsky que casi seguro los escribió en gran
parte Reinfeld. Del gran campeón de los Estados Unidos, Frank J. Marshall se
dice que no era capaz de escribir un párrafo y aun así se publicaron varios
libros con su autoría. En los más recientes, como el de 50 años en el ajedrez,
se asegura que el que escribió el 90%, con supervisión de Marshall, fue
Reinfeld.
El comentarista de ajedrez E.
Winter, “ciudadano de Ginebra”, cita en sus artículos decenas de libros con
historias similares y dedica uno a lo que el llama los “ghostwriters”,
escritores fantasmas, y menciona casos de todas las épocas, desde lo que hizo
Weinstein en el libro de Bronstein de Zurich 1953, a los equipos de escritores
de Karpov y Kasparov que tantos libros han publicado solo con sus nombres y
otros tantos como “coautores”. Fischer
no negó nunca el gran apoyo que le dio el GM Larry Evans para escribir el libro
de las 60 memorables partidas, con el que Evans ganó más dinero que con la
docena que escribió él mismo figurando solo como autor.
De Israel Horowitz, prolífico autor
de columnas, artículos y libros en los Estados Unidos, también se dice que
apoyo a muchos colegas siendo coautor o “asesor” de los libros que firmaron
muchos de los grandes jugadores de los Estados Unidos.
De Rohkin, los hermanos Linder,
Neishtadt y Modell se sabe que fueron las plumas que apoyaron a una veintena de
grandes maestros para que escribieran una centena de libros, y prácticamente hacían
todo el libro y los grandes maestros solo revisaban y ponían una cosita por ahí
y otra por allá.
Incluso grandes jugadores que
eran muy solicitados para comentar partidas y tenían gran experiencia en ello
trabajando para revistas, a la hora de escribir un libro, a pesar de ser ellos
mismos buenos autores, requirieron contratar equipos de escritores para lograr
que sus libros tuvieran una buena calidad, acorde a su prestigio como
analistas. Libros famosos como el de “Grandes Maestros del Tablero” de Retí, Ultimas
Lecciones de Capablanca, fueron prácticamente escritos por otros en base a las
notas originales de los grandes jugadores al hacer ediciones postmortem.
En el caso de libros escritos
originalmente en idiomas que no dominaban los que se firmaron como autor, como
el del GM Carlos Torre Repetto de cómo se forma un ajedrecista, y en el de
Emanuel Lasker , Como Viktor llegó a ser Maestro, escritos originalmente en
ruso, idiomas que no manejaban Torre y Lasker, los “escritores fantasmas”
tuvieron que escribir la mayor parte de esos libros y los grandes maestros aportaban
las ideas esenciales, revisaban y precisaban los puntos finos, y finalmente
aprobaban la versión final del libro.
En los dos tomos publicados en
España de “Ajedrez Hipermoderno” firmado por Alekhine, era claro que los que
escribieron el libro era los españoles de un equipo lidereado por el MI
Francisco J. Pérez, y Alekhine revisaba y agregaba algunas cositas, además de
dar la idea general del trabajo. El libro fue magnífico, a la altura de los que
si escribió Alekhine veinte años más joven, como los de Nueva York 1924 y 1927,
aunque mucho del de 1924 fue con ayuda de algunos escritores fantasmas, como se
dice fue Edward Lasker, Herman Helms y otros.
Tanto Alekhine, como Torre y
Lasker escribieron mucho comentando partidas para revistas, pero es fácil
suponer que Torre y Lasker hicieron uso de los “apoyos” para sus libros en
ruso, como Alekhine, para su libro Ajedrez Hipermoderno.
De los textos de Como se forma un
ajedrecista, de las 300 o más páginas, parece que Torre señalo las ideas y conceptos
principales en unas 30 hojas manuscritas y que Rokhlin y Modell las
reorganizaron y quedaron como en 160, explicando cada cosa con una precisión
que Torre con sus 21 años de edad hubiera tenido problema en redactar y trasmitir.
En lo que respecta a los análisis de las partidas, tal vez la mayor parte fue
producto enteramente de Torre, pero hay que suponer que un 65% de todo el libro
pudo ser obra de los “autores fantasmas”.
Si se llegase alguna vez a
refabricar el libro de Torre en su edición original en ruso, creo que sería
fácil notar que partes las escribió Torre en su totalidad y que otras partes,
seguro que las mayores, fueron prácticamente escritas por sus “apoyos” rusos.
Incluso las grandes pinturas de
fama universal como la Capilla Sixtina, se sabe que requirieron de un gran
equipo de trabajo dirigido por el pintor consagrado. Asi que nada extraño
suponer que una gran mayoría de los libros de ajedrez firmados por algún autor
de renombre como jugador, fueron producto de equipos de redactores,
comentaristas y analistas.
Casi todo libro tiene una versión
original del autor que sufre una transformación radical cuando pasa por los
correctores y cuando se logra publicar a menudo no se parece en mucho al
manuscrito original con que se inició el proyecto.
Aun las ediciones producidas por
el mismo autor sufren muchos cambios a la hora de ya ser impresas y puestas ya
para la venta, pues surgen ideas, recortes presupuestales o simplemente hasta
el título de la obra lo cambian los que necesitan hacerlo comercial.
Hasta cambian de forma y tamaño.
En la colección de partidas de Botvinnik publicadas en ruso, inglés y español
con el nombre de Partidas Selectas, treinta años después de publicada la
primera edición, cambiaron tanto la presentación que ahora se llama Estrategia
y aparece en los mismos tres tomos pero con mucho menos material,
aparentemente, que la edición original.
Dicen, afirma E. Winter, que el
libro de Fischer 60 memorables partidas era originalmente 52 partidas
memorables.
Un libro tan conocido como el de
Fundamentos del Ajedrez de Capablanca, le dieron una transformación tal a
finales del siglo XX que no lo reconocería ni el mismo Capablanca.
Cuando se compra un libro firmado
por Karpov, Kasparov o alguien asi, no se puede estar seguro de quien realmente
fue el autor. Pero al menos sabemos que los equipos de “apoyo” son
cuidadosamente elegidos y el libro seguramente es mejor que si lo hubiera
escrito el que firma sin apoyo alguno.
Por eso muchos de los mejores
libros de ajedrez están firmados por jugadores no tan conocidos como los
campeones mundiales, como son Koblentz, Shereshevsky, Mednis, Soltis,
Goleshnishev, Romanovsky, Kotov, Gligoric y muchos otros, ya no digamos
Nimzovich, Torre, Evans, Heisman, Alburt, Krogius, Naroditzky, Palatnik,
Chernin, y sin olvidar a Dvoretsky o a Taimanov y Najdorf. Los del GM Panchenko
y Rokhlin, sencillamente son enormes, como los de Tukmakov.