13 ago 2012

Del Baúl de los Recuerdos, un billete de 10 quetzales, México, Guatemala y Cuba.



Hace 41 años, mientras participaba en el Campeonato Centroamericano y del Caribe en Ciudad Guatemala, platicaba con el Maestro guatemalteco Guillermo Vassaux Estevez, personaje de gran cultura  y que a la sazón tenía 62 años, mientras que yo sólo tenía 18 años, pero que coincidíamos en la afición por la historia. El tema era el nacimiento en un 13 de agosto del Comandante Fidel Hipólito Castro, quien posteriormente uso más el nombre de Fidel Alejandro. Comentaba a Vassaux que Castro había sido alumno del ajedrecista y militar el Comandante Alberto Bayo, que en la guerra civil española montó la invasión anfibia de las Baleares, que fue tema durante mucho  de estudio en las academias militares. Bayo jugaba ajedrez con Ernesto Guevara de la Serna en México, tras de que el “Che” saliera de Guatemala. De ahí platicábamos de los exilados que llegaron a jugar ajedrez en México y le comentaba que en los años 1869 más o menos, tras el triunfo de la República de México sobre el invasor francés, asiduo contrincante del Dr. Andrés Clemente Vazquez, mexicano nacido en Cuba y fundador del Club de Ajedrez de México, lo era el General guatemalteco nacido en Andalucía, España, Miguel García Granados, quien poco después entraría triunfante en 1871 a la Ciudad de Guatemala y que sería Presidente Provisional de la misma. El mismo que luego tendría su efigie retratada en los billetes de 10 quetzales y recibiría en su casa nada menos que a José Julián Martí Pérez, el apóstol cubano, también para jugar unas partidas de ajedrez.
Vassaux me pidió que después del torneo diera una plática en el Parque Minerva, donde di unas simultáneas también, lo mismo que el Maestro Benito Ramírez, ambos como miembros del equipo que ganó el Campeonato Centroamericano y del Caribe de 1971 (ver foto en artículo anterior en el blog). El Licenciado Manuel Colóm Argueta, alcalde entonces de la Ciudad, nos invitó a su casa con Don Guillermo Vassaux y en la plática de nuevo hablamos del General García Granados y le comenté que la leyenda familiar decía que el General Carlos Vargas, tatarabuelo materno mío, también nacido en Sevilla como el Gral. García Granados, y radicado en México desde 1850, también llegó a participar en las tertulias en los años 1860s con García Granados y Andrés Clemente Vazquez.
Relataba yo que la leyenda familiar decía que las apuestas en las partidas eran muy altas y que García Granados bromeaba que gracias a sus victorias sostenía su difícil vida de exiliado, pero que el Gral. Vargas tuvo a bien recibirlo entonces como viejo amigo en su casa y después en la familia se decía que el padre de la “Niña de Guatemala” del famoso poema de José Julián Martí Pérez había vivido ahí y era padrino de bautizo de mi bisabuelo y posteriormente recibió a Martí Pérez en su casa de la cuarta avenida de Guatemala donde llegó el apóstol de Cuba con una carta de María Antonia Pérez Zayas Bazán, su tía radicada en México  y que estuvo casada con Don Carlos, además de una de Don Andrés y un ajedrez que le enviaba el Ministro mexicano Sebastián Lerdo de Tejada en 1876.
En la casa de aquel “hombre de libros y de espadas” como Martí describió al Gral. García Granados, conoció a la hermosa María García Granados, digna heredera del nombre de la escritora María Josefa García Granados, muy leída por Martí. Niña hermosa que cautivo por su inteligencia y belleza a José Julián, que a su vez hechizó a la perla de la casa de Don Miguel.
Martí sin embargo, ya estaba comprometido con Carmen Zayas Bazán e Hidalgo, prima lejana de Don José Julián y sobrina también de María Antonia Pérez y de Leonor Pérez, madre del apóstol, con quien se casaría en México en diciembre de 1877 en el Sagrario Metropolitano de la Ciudad de México. El enamorarse de Martí y saberlo comprometido en matrimonio se dijo fue lo que abatió a la hija de García Granados, que sólo tenía 16 años cuando conoció a Martí, quien era 8 años mayor que ella,  y que tenía 17 años a su temprano fallecimiento. Martí en sus Versos Sencillos, escribió “La Niña de Guatemala,  la que se murió de amor”.
Vassaux me comentó que en abril de 1877 en Guatemala  Don José Julián Martí le escribió a María los siguientes versos:
"Terrestre enfermo, que a sus solas llora
El furor de los hombres, la extrañeza
De su comercio brusco, y su odiadora
Feral naturaleza,--
Siento una luz que me parece estrella,
Oigo una voz que suena a melodía,
Y alzarse miro a una gentil doncella,
Tan púdica, tan bella
Que se llama --¡María!"
El caso es que Martí regresa a Guatemala a principios de 1878 y María le reclama con una esquela:
"Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán. Te suplico que vengas pronto, Tu niña."
El idilio, me contaba Don Guillermo Vassaux, fructificó en la Feria  de 1877 de Jocotenango, y tiene su apogeo entre el 13 de agosto y la fiesta de la Asunción, pero  finaliza el 15 de septiembre cuando ya prácticamente Martí decide no frecuentar más la casa del General, pues a pesar de que trata de romper el compromiso con Doña Carmen Zayas Bazán, Manuel Mercado le insiste que no lo haga y prácticamente, como escribiría Martí, “se la mete por los ojos”.
Pocos días después del regreso a Guatemala, María, sin cumplir aún los 18 años, enferma repentinamente y muere. “Dicen que murió de frío, yo se que murió de amor” escribiría Martí, 13 años después en 1891.
11 años después de conocer a Don Guillermo Vassaux, con quien mantuve contacto muchos años y que falleció pasados los noventa y seis años de edad, en mayo de 2006 (nació en 1909), visite la Ciudad de Bayamo, Cuba; lugar de nacimiento del Profesor Izaguirre, que fuese el director de la Escuela en que trabajó Martí en Guatemala en 1877 y que fuese destituido por una injusticia y por la que Martí renunció a ese plantel en solidaridad con su jefe y compatriota, y los descendientes del profesor me mostraron un ajedrez mexicano que Martí le regaló a Izaguirre y decían que era igual al que uso en sus encuentros con el General García Granados, que fuese regalado por un Ministro mexicano nacido en Güines, (se referían a Don Andrés Clemente Vazquez) y que fue recuperado por Manuel Marquez Sterling a la muerte de Izaguirre y la venta de sus bienes por la viuda, traído a Bayamo como regalo a un alcalde  de Bayamo descendiente de Izaguirre, diciendo que Don Manuel había jugado con él con el presidente de México, Francisco I. Madero y Martí con el Ministro Vázquez y el futuro Presidente Sebastián Lerdo de Tejada.
Así la historia reunió por el ajedrez a un Presidente de Guatemala, García Granados, a un Presidente de Cuba, Manuel Márquez Sterling, a dos Presidentes de México, Don Sebastián Lerdo de Tejada y Don Francisco I. Madero, con el apóstol de América Don José Julián Martí Pérez
No quisiera dejar estos relatos sin referirme un poco más a Don Guillermo Vassaux Estévez, autor de cientos de columnas en diarios guatemaltecos y de varios libros de ajedrez. Múltiples veces campeón de Guatemala, destronado ya septuagenario por nuestro buen amigo mutuo, el canario Ramón Quintana (le gané en mi primer partida en el Centroamericano en 1971 y luego en 1974 venció en El Salvador al futuro Gran Maestro Sisniega en el Centroamericano en 1974, donde quedamos segundos tras Cuba), pero que fue promotor del ajedrez hasta su retiro ya nonagenario. Vassaux fue uno de los últimos que jugaron con Capablanca en 1939 en la Olimpíada de Buenos Aires y fue fundador de la Federación de Guatemala en 1939.
Amigo de mi abuelo desde los años 30s, Don Guillermo me recibió en Guatemala con gran hospitalidad, y un viaje que terminaría tras el torneo Centroamericano, se prolongó varias semanas más, donde tanto él como Ramón Quintana ya bromeaban que no quería irme nunca, pero tuve que partir de Guatemala para viajar a Chiapas, donde la maestra cubana Calixta Guiteras Holmes, hermana e hija de dos grandes luchadores sociales de Cuba y ex esposa del descubridor de la tumba de Palenque, Alberto Ruz, recibiría un precioso libro de historia que Don Guillermo Vassaux le enviaba, además de que escucharía los relatos de cómo la historia del Soconusco y de Cuba se unían por el ajedrez y Martí.
15 años después, en 1986, poco antes de la muerte de Doña Calixta, Vassaux le haría una visita a su excondiscipula en Chiapas, de la que me enteré en carta que me envió Don Guillermo a La Habana, el tema siguió siendo el ajedrez y  “La Niña de Guatemala”, como aquel 13 de agosto de 1971.