Decía Capablanca
que había que cuidarse de los malos hábitos y que el entrenamiento debía ser
balanceado y adquirir patrones de posiciones y no solo acostumbrarse a buscar
lo táctico.
Continuamente a Capablanca
se le pedían opiniones sobre todo tipo de temas relacionados al ajedrez. Pero
un estudio tan concienzudo de su manera de pensar en ajedrez como el que se
realizó durante el Torneo Internacional de Moscú 1925 no se había hecho antes y
no se hizo después, si bien durante el de Moscú 1935 también se le hicieron
preguntas, pero estas fueron respecto a algunas interpretaciones que hicieron
algunos entrenadores soviéticos a lo que dijo en 1935.
Hubo un grupo
“oficial” de ajedrecistas, sicólogos y pedagogos que interpretaron las
respuestas de Capablanca y otro grupo, integrado solo por ajedrecistas, que lo
hicieron por su cuenta, sin ninguna encomienda especial, aunque si se
publicaron sus observaciones por las editoriales del Estado Soviético.
La misión en
1925 era establecer el sistema más adecuado para enseñar ajedrez en la Unión
Soviética en dos niveles: Nivel masivo y Nivel de Máximo Desempeño.
La idea era que
el ajedrez debía darse a conocer a toda la población para que lo utilizase de
manera que estimulara a razonar antes de actuar, a calcular las consecuencias
de los actos. Debia desplazar a aquel ajedrez que se practicaba casi sin
pensar, como jugando al azar. La idea era que si un niño podía concentrarse
tres minutos en cada jugada, posteriormente no tomaría decisiones rápidas fuera
del ajedrez, adquiriría el hábito de pensar cada cosa y sopesar cada decisión,
aunque fuera la más intrascendente, al menos tres minutos…
El otro objetivo
era lograr desarrollar jugadores del mas alto nivel para hacer destacar el
nombre de la URSS como una nación líder entre naciones, en una actividad donde
la capacidad funcional mental es evidente, en la que el azar muy poco
interviene, si no que el éxito depende de la cultura del esfuerzo, de la
motivación sana de lograr éxitos para que la emulación se despierte y toda la
comunidad se supere. No vivir la vida fácil de conformarse con las medallas que
se llevan en el pecho, si no que cada día ser mejor que lo que se era ayer. No
para elevarse sobre los demás, sino para ayudarlos a subir. El que va adelante
no puede avanzar si el de más atrás no avanza también.
Como Capablanca
era el campeón mundial en 1925, era natural que fuera la inspiración para los
primeros entrenadores y autores de manuales de ajedrez de la Unión Soviética. Claro que el campeón anterior, Emanuel
Lasker, también era fuente de orientación, lo mismo que la estrella más joven a
nivel mundial, el mexicano Carlos Torre Repetto. Ese fue el trio, que junto a
los doctos Rubinstein y Tartakover, nacidos en lo que fuera antaño el
territorio del Imperio de Todas las Rusias de los zares y el líder del
movimiento bolchevique de ajedrez Ilyin Genevsky, serían los modelos a seguir
para las futuras estrellas del ajedrez soviético que dominarían la escena
mundial en la segunda mitad del siglo XX.
Capablanca decía
que había que resolver todos los días posiciones problemáticas de ajedrez, pero
las que fuesen mas parecidas a las que se enfrentarían ante el tablero.
Cuidarse de excederse en el estudio de posiciones tácticas, pues si no se
resolvían también finales técnicos o situaciones posicionales, se corría el
riesgo de buscar en toda posición posibilidades de sacrificios y combinaciones,
a pesar de que no hubiese señales, indicios, que hicieran suponer la existencia
de una oportunidad táctica. Al analizar todo tipo de posiciones, lo importante
era acostumbrarse a buscar a qué tipo de posición correspondía la que se tenía
enfrente. En el ajedrez existen
formulas, seguras y confiables, pero no tan absolutas que tengan que seguirse
al pie de la letra siempre, pero si la mayoría de las veces.
Formulas y no
reglas, y mucho menos leyes. Formulas que permitan manejar la búsqueda de la
mejor jugada a seleccionar en un momento dado de la partida y que reduzcan al
máximo los errores, al esquematizar la labor. Pero Capablanca apuntaba que hay
que cuidarse en confundir las reglas con las formulas. Nada es fijo ni
absoluto, excepto que hay que ser crítico con cada una de nuestras reflexiones.
También prevenía contra la falta de pensamiento crítico, contra la impulsividad
y la falta de tomarse el tiempo necesario para tomar un decisión o escoger que
camino a elegir cada vez que nos topamos con un muro y hay que salir de nuestro
mundo habitual, para buscar afuera, pues sabemos que nada brilla más que el sol
que a veces sentimos ajeno.
Como norma, los
entrenadores soviéticos debían estimar la capacidad funcional de todo discípulo
en cada momento y poder así establecer la carga adecuada para sacarlo de su
zona de comodidad, de lo que ya domina con facilidad y proponerle nuevos retos,
para asi obligarlo a superarse y este siempre adelante, aunque sea un poco, de
su zona de comodidad.
El continuo
vencer retos, el que cada día se rompa un límite, el ponerse como misión ser
hoy mejor que ayer, era la fórmula del continuo desarrollo, como lo
explicaba el GM Carlos Torre Repetto en
su libro del Desarrollo de la Habilidad en el Ajedrez. Vencer aquello de “Con
esto es suficiente” y cambiarlo por la frase “Siempre se puede más”.