(En la foto de izquierda a derecha: Carlos Manzur,
Roberto Navarro, Carlos Torre Repetto, Felix Villarreal, Marcel Sisniega,
Andres Belmont y Jorge Morales Camino)
En el diez aniversario del fallecimiento de un gran
amigo, me permito reproducir lo que escribí en esos días.
Cuando un amigo se va.
A
menudo sucede en la vida que pasan cosas que cuesta mucho tiempo asimilar. Son
como golpes dolorosos que al principio causan como adormecimiento para poderlos
digerir. Me ha tomado varios días el poder establecer mis pensamientos y mis
sentimientos respecto a una pérdida tan sensible para mí, como es la de un
amigo tan querido.
Cuando
recibí la noticia por parte de nuestro amigo mutuo, Alberto Campos Ruiz, se me
vinieron de golpe muchos recuerdos. No habían pasado muchos días de que había
intentado verlo en su Mérida natal para darle el abrazo de año nuevo 2005.
Desgraciadamente tuve que abandonar la ciudad sin lograr saludarlo, pero con la
idea de que en unos días más regresaría a Yucatán y podría verlo. Originalmente
pensaba arribar allá el 26 de febrero, pero un nuevo retraso me obligó a
postergar el viaje. Ahora esa reunión con el viejo amigo tendrá que posponerse
indefinidamente hasta hallarnos en otro espacio y otra dimensión.
Como
ajedrecista, Manzur poseía
un talento muy especial que le facilitó en los años setentas del siglo XX ser
el ajedrecista yucateco más destacado. En aquellos tiempos el ambiente
ajedrecístico de Yucatán no era terreno propicio para que un joven de 16 años
desarrollara todo su potencial. Tenía esa edad cuando en 1972 participó en la
Semana Internacional de Ajedrez donde tuvo la oportunidad de enfrentarse a Keres, Larsen, Karpov, Portisch, Hort y Suttles. Por algún error de memoria se ha dicho que fue en
1971, pero no es así. Manssur contaba con 16 años y fue en 1972, después del Torneo
Internacional de San Antonio 1972, que los mencionados Grandes Maestros
vinieron a Ciudad de México, por gestiones de Mario Campos, Enrique Basaguren, Juan José Arreola, el recientemente fallecido Arturo Elizondo y el funcionario José Gallastegui; además de la asesoría de Alberto Campos Ruíz. Fue en
esa ocasión que el también yucateco Manuel Vega López de Llergo me presentó a Carlos Manzur Simón. Carlos me pidió que le hiciera de
interprete con Karpov y los
tres tuvimos una charla muy animada con el que sería más tarde el campeón
mundial de ajedrez, pero que en ese momento era un visitante al que no se le
atendía bien por los organizadores; tal vez por lo difícil de comunicarse con
el maestro, pues no hablaba más que ruso, y porque era un joven callado y muy
discreto. El caso es que mientras Larsen atraía los reflectores, pocos aficionados se
acercaban a Karpov. Si
tomamos en cuenta que Manzur tenía 16
años, Karpov 21 y yo
20 años de edad; es fácil de entender que hicimos nuestro propio programa y nos
separamos del grupo general. Más tarde tuvimos que llegar a otro evento oficial
por nuestros propios medios, tomando un transporte público. Para entonces los
organizadores ya se habían percatado que se les había extraviado un Gran
Maestro. Pero llegamos al siguiente evento a tiempo y ya con todos tranquilos…
seguimos haciendo nuestro propio programa los tres. Durante 1974, en la
Olimpíada de Niza, Karpov
recordaba esos recorridos en Ciudad de México y preguntaba por Carlos.
El ajedrez en Yucatán ha tenido muchos
altibajos. En los años 1950s un pequeño grupo mantuvo la flama del ajedrez
viva. Este grupo lo lideraron los entonces jóvenes Manuel Vega y Carlos Mendez. Después en los años 1970s, Manzur, Cab Canul, Rivas y
Mijangos fueron los líderes que, manteniendo el contacto
con el insigne Gran Maestro Carlos Torre, pusieron las bases de lo que es hoy
un activo ambiente ajedrecístico.
La relación de Carlos Manzur con Carlos Torre fue muy estrecha, como lo ha
referido en diversas crónicas periodísticas Marcel Sisniega. Largas charlas entre el humo constante de los
numerosos cigarrillos que consumía el Gran Maestro Torre, con los cafecitos
inseparables; convirtieron a Manzur en el
mejor conocedor de la vida y manera de pensar de Torre. Manzur era referencia obligada para todo aquel que
quisiera saber de Don Carlos Torre.
También ese tema fue el principal de muchas pláticas
que tuve con Manzur. Mi
abuelo había sido amigo cercano de Torre entre 1926 y 1935, y yo poseía mucho
material fotográfico y documental de esa época. Recuerdo que allá por 1972
comenzó el Dr. Germán de la Cruz a trabajar en su libro biográfico sobre Torre
y muchas veces nos reunimos Manuel Vega, quien conociera a Torre desde los
primeros años en que este regreso a su natal Yucatán y fue protagonista del
proceso de que se le diera apoyo para sus últimos días; Manzur, su discípulo informal y su mecenas al estilo
del niño de la novela “El viejo y el Mar”; yo, una especie de cronista por
herencia; para tratar de unir los eslabones de la rota cadena de la vida de
Carlos Torre. Tarea infructuosa. Repleta
de misterios, inconsistencias y de incongruencias, la vida de Torre ha sido un
relato fuera del alcance de sus varios biógrafos. La versión más aceptable es,
a nuestro ver, la del Dr. De la Cruz. Y coincidíamos los tres, que estaba llena
de lagunas. Varias veces viaje a Yucatán y siempre Carlos Manzur me brindó su compañía y afecto. Se realizaron
así, con su apoyo, patrocinio y gestión, los primeros torneos válidos para la
clasificación de la FIDE en el estado. Luego realicé una serie de cursos dentro
del Programa Nacional de Ajedrez de la SEP, para incorporar 10 escuelas
secundarias yucatecas al Programa. Designe como coordinador al Maestro Mijangos, pero Manzur y sus consejos sirvieron de mucho para que la labor
en aquellos lares
fructificara. Estamos hablando de finales del año 1985, cuando en ese estado
había un pequeño grupo de ajedrecistas y prácticamente ningún apoyo
gubernamental. De hecho, ese programa de la SEP fue la primera acción del
gobierno federal en apoyo del ajedrez en ese estado. Luego, casi inmediatamente
de terminar de dar ese curso a maestros de secundaria para que instalaran los
primeros clubes de ajedrez escolares, tuve que regresar a Yucatán a participar
el Primer Carlos Torre in Memoriam. Manzur fue
factor importante para que Alejandro Preve participara más en la organización del ajedrez
yucateco; participación que ha sido fundamental para el desarrollo del ajedrez
en ese estado. Manzur me
presentó a Preve, cuando
ambos regresaron de participar en un torneo en los Estados Unidos.
De raíces habaneras, mi afición por las guayaberas,
prenda nacida en Cuba y adoptada, con ligera variedad, como símbolo del buen
vestir yucateco; me acercó más a Manzur; ya que su familia tiene una de las más reconocidas
empresas en el bordado de las afamadas guayaberas. En un tiempo tuve una
colección muy nutrida de guayaberas yucatecas, muchas de ella con los
excelentes bordados de la empresa de Doña Mary Simón, madre de Carlos. Por supuesto que Manzur, con su afición realmente desmedida por el
ajedrez, creo diseños ajedrecísticos para guayaberas y diversas prendas de
vestir vernáculas yucatecas, que se volvieron muy apreciadas entre los
ajedrecistas. Cada año, el gentil Carlos nos sorprendía con algo nuevo.
Sería muy difícil valorar lo importante que fue para
el desarrollo del ajedrez en Yucatán la presencia de Carlos Manzur Simón. Realmente no podría concebir la afición
que existe hoy en Yucatán sin su intervención. Factores importantes han sido
las acciones de Manuel Vega, Carlos Méndez, el periodista Balam, Mena, el maestro cubano Ramón Huerta y Alejandro Préve. Pero creo que si entre 1972 y 1978 Manzur no hubiese mantenido la pequeña flama, no sería
posible que un evento como el Carlos Torre in Memoriam se realizara en Yucatán.
El primer torneo de la FIDE en la Península de
Yucatán, lo organizaron Manzur y
Abraham Yanix; las
primeras exhibiciones en parques, recuerdo las organizó Carlos. La
representación de Yucatán más constante en eventos nacionales era la lidereada por Carlos. Alrededor de él conocimos a Alayola, a Preve, a Miganjos , a Arjona y muchos otros que serían los antecesores de
los Ancheyta , de la fulgurante estrella actual Manuel León
Hoyos y la gran promesa Ibarra Chamin.
Hay un proverbio en Yucatán que dice que no hay nada
mejor que tener un buen amigo de origen árabe; y yo tuve la dicha de tener como
tal a una de las personas con más nobles sentimientos que he conocido.
Quisiera poder escribir algo que diera un poco de
consuelo para su amada esposa Teté y para su hijo Carlos Miguel; pero además de
poder asegurarles que entre los altibajos de la vida de Carlos, ellos y su
madre, siempre fueron los seres más
amados por él; poco puedo decirles aparte de que muchos amigos comparten su
dolor por esta pérdida irreparable.
Para muchos, la bonhomía, la bohemia y la simpatía de
Carlos Manzur y sus
inmensos valores como ser humano, son inolvidables.
Ciudad de México a 2 de marzo de 2005 . IM Raul Ocampo