9 ago 2011

Dejarse influenciar por extraños o por situaciones.


Hace casi cuarenta años, cuando me preparaba para competir en la Serie Centroamericana y del Caribe de Ajedrez que se realizaría en Ciudad Guatemala y que culminó con el triunfo de México, único en torneos internacionales por equipos en la historia, el 31 de agosto de 1971; un profesor y pariente, Alberto Ruz, nacido en Santiago de Cuba pero que residió en México la mayor parte de su vida, me solicito que aprovechara el viaje y la situación para calcar algunos jeroglíficos en las ruinas de Kaminaljuyú, en los suburbios de Guatemala. Con lo del ajedrez, no llamaría la atención, pues había que hacerlo con cierta secrecía y Ruz no podría hacerlo. El caso es que así lo hice, ocultando las calcas entre libros de ajedrez y regresando a México, aunque lo hice por tierra, de una manera en que muchos emigrantes entran a México. Fui detenido por supuesto por los policías de Migración mexicanos y liberado presentando mi pasaporte y por supuesto ya como campeón centroamericano y del Caribe de Ajedrez. El caso es que las calcas con otras muchas de Palenque y de otros lugares, pues Don Alberto Ruz, descubridor de la tumba de Pacal en Palenque, era la eminencia mundial en historia maya. Todo el asunto estaba relacionado con la famosa profecía maya, como una década después me lo explicaría Don Alberto. También, aprovechando un torneo, en 1980, tome fotografías de las Guidestones de Georgia, en las afueras de Atlanta, que Ruz también usaría en sus estudios.
Ahora entre una serie de ajedrecistas rusos amigos mios con los que intercambio mucho material, me hablan de su interés por todo lo maya y trabajan en la decodificación de los jeroglíficos de Palenque, de Macuspana y de Kaminaljuyú, con ayuda de computadoras y seguramente en base a una capacitación en códigos que les dieron en la extinta KGB.
Hay una fiebre de los medios sobre el tema, y mucha gente preocupada sobre si nos viene el fin del mundo el 21 de diciembre de 2012, y parece que el ambiente ajedrecístico ha tomado la moda, máxime que parece como si las famosas inscripciones de las piedras unidas forman una especie de tablero de ajedrez, con una posición extraña de piezas.
Ahora que estaba revisando mis notas sobre el Campeonato Centroamericano y del Caribe de 1971, para este mes hacer remembranza al cumplirse 40 años de ese único triunfo del ajedrez mexicano en el medio internacional por equipos, al lado de apuntes sobre jugadores como los venezolanos Alberto Caro, León Schorr, el nicaragüense Edmundo Davila, el guatemalteco español Ramón Quintana, de Otto de León también chapin, el famoso veterano, nacido en Finlandia pero eterno representante en decenas de torneos internacionales William Hook, que tantas fotografías publicó en la revista Chess Life; me encontré las copias de las calcas que le di a Ruz, hace 40 años.
Lo curioso es que los rusos me decían que esas le faltaban, aunque creían tener copias de todas las que tenía Ruz, extrañamente habían desaparecido.
El caso es que el relato es interesante y ya estoy escribiendo una novela al respecto.
Lo curioso es que un par de maestros internacionales han dejado sus empleos en sus clubes de San Petersburgo y están dedicados a la profecía maya, e incluso me echan un poco la culpa y estoy entre traducciones del ruso y traducciones del maya.
Uno de las ventajas de este “proyecto” es que me he adentrado en los trabajos de Edgar Cacey, que hace ochenta años ya hablaba de todo eso, incluso de lo de las Guidestones de Georgia, siendo que se construyeron en 1979 por los Rosacruces, muchos años después de la muerte de Cacey. Edgar Cacey tocaba muchos temas de la psicología e incluso se adelantó en veinte años a unos trabajos de Alexander Romanovich Luria, que hablan de cómo las “modas” pueden influenciar acontecimientos, y lo importante que es no quedarse atados a formas de pensar. Luria y Cacey proponen maneras de liberarse de influencias y buscar las respuestas en uno mismo.
Curiosamente dan ejemplos tomando en cuenta al ajedrez. Es algo así de que uno no debe detenerse en las recomendaciones de los grandes maestros, sino crear sus propias teorías aprovechando las anteriores de los grandes maestros y criticándolas. Dan así una interpretación a la famosa frase de Galileo Galilei, que había dado con sus descubrimientos subido en los hombros de gigantes. O sea que se subía a los gigantes, pero no se subordinaba a ellos, sino podía ver más allá que ellos.
Luria dice que Steinitz era un gigante pero que el proceso de avance del ajedrez soviético debía hacerse subiéndose a los hombros de Steinitz. Ya en 1970 Luria afirmaba que las teorías de Steinitz eran obsoletas por lineales, que Steinitz no conoció todo lo del siglo XX, ni la reacción en cadena, ni supo de la bomba atómica. Su influencia debía ser superada y evitar que nos deslumbrara e impidiera ver lo nuevo.
Luria y Cacey afirmaban que debía darse paso a una nueva era del pensamiento, sin ataduras. “Lo sorprendente será en las primeras décadas del siglo XXI, materia de todos los días y sólo un pensamiento crítico y libre nos ayudará a comprender que todo ese caos, es un nuevo orden mental”, escribía Luria en 1971, en el mismo mes en que yo andaba calcando piedras mayas a escondidas de guardias.