Durante la Olimpíada de Ajedrez de Niza, Francia, en 1974; tuve la oportunidad, junto al MN Benito Ramírez, de conocer y entablar cierta amistad con un poeta francés muy especial: Louis Aragón. Aficionado al ajedrez y a los trabajos literarios de Juan José Arreola, a quien alguna vez había tratado en París en los años cincuenta; Louis Aragon (1897-1982) se acercó a nosotros y preguntó si teníamos un contacto con Arreola. Al enterarse que Arreola era mi tío (mi abuela Amparo Arreola de Vargas y él eran hijos de hermanos), me pidió sus datos y coordenadas, telefono, etc. Lo que hice, además de darle las mías. Luego me trajo libros escritos por él para mandarselos a Arreola y me regaló algunos para mi. Pasamos varios ratos platicando durante el largo torneo (más de 20 días) que fue la Olimpíada de Niza. Posteriormente mantuvimos comunicación por carta y en 1980, durante un par de meses en París, trabajando en un diplomado en La Sorbona; frecuentemente tomabamos un café en Saint Michel, o en el tradicional Café de La Regence, frente a la Opera de París. Aunque en 1974 poco conocía de él, pues mi cultura sobre la poesía contemporánea francesa es casi nula, por no decir inexistente, además de que, por situaciones inexplicables, poco se conoce en México de la obra de Louis Aragon y creo que solo al dramaturgo polaco Margulis y a Eduardo Lizalde les había oído hablar muy elogiosamente de Aragon; Arreola me comentó que posiblemente era uno de los grandes poetas del siglo XX, pero no dejaba de ser una especie de William Blake moderno. Como ajedrecista era muy aficionado y aún conservo varios Europe Echecs en que me anotó algunas cosas, y cuyos autografos deben tener ahora cierto valor para coleccionistas, pues ahora, a 25 años de su muerte es reconocido en Francia como uno de los poetas de la historia más importantes. Stalinista de hueso colorado, aunque ya para 1974 estaba un poco decepcionado de los soviéticos y mantuvo desde 1968 hasta su muerte una relación muy cercana con el Gran Maestro Internacional Ludek Pachman, disidente checoeslovaco y víctima de la represión durante la invasión de Praga; Aragon tenia muchos contrastes. Arreola me contó que incluso Aragon mantuvo un amor extraño por la cuñada del gran poeta soviético Mayakovsky. Aragon estuvo de alguna forma participando en la Resistencia Francesa y apoyó a la República Española. A pesar de su apellido español, Aragon, pero sin acento en la “o”, parecia que no tenía sangre española, sino simplemente fue un apellido que le pusieron al no ser reconocido por su verdadero padre, que era un importante Jefe de la Policía de París. El caso es que no se podía identificar su filiación política, pero si su continuo evolucionar. El libro que más me impresionó fue el de “Escritos sobre el arte moderno” en que él me subrayó algunos párrafos en que sus apreciaciones son fáciles de relacionar con el arte del ajedrez, que decía Aragon que alguna vez tendría que escribir un ensayo. Juan José Arreola me tradujo unos versos que me encantaron y que recientemente utilice en una contribución literaria que hice par una revista universitaria de Perú, como entrada al artículo y que es uno de mis versos favoritos de Aragon. Como el tema del artículo era sobre la crítica a los amores “disparejos” que a veces hace la sociedad a los que de alguna manera nos atrevemos a romper ciertos convencionalismos de manera pública y describe el amor de Pablo Casals en su vejez por una discípula treinta años menor que él y que, digamos, sufrió cierto maltrato o discriminación en la sociedad recoleta donde vivían su apasionado amor “disparejo”, me pareció muy “Ad Hoc” iniciar el ensayo con este fragmento de Louis Aragon, según la interpretación de Arreola o tal vez de algún amigo de él, al español:
“Dirá alguien que un hombre
no debe exponer su amor
en la plaza pública.
Yo responderé que un hombre
No tiene nada mejor,
más puro y más digno
de ser perpetuado que su amor…”
Louis Aragon.
Amigo de Marcel Duchamp, gran pintor y ajedrecista francés, Aragon también fue Dadísta primero, luego se enfrentó a André Breton y paso a engrosar las filas del surrealismo, pero ante todo era un reflexionador de la Historia. Y yo diría que a veces, “riflexionador”. Le encantaba, por supuesto, leer al escritor cubano H. Zumbado, y le mandé un libro en 1981 en un envío que nunca supe si le llegó, pues no recibí nunca carta posterior. Aragon muere en 1982, hace 25 años, y tras vivir la gran parte del siglo XX, 85 años, ahora vemos que el “interpretador”, que no el interprete más importante de las letras francesas del siglo XX era Aragon. Aragon no es sólo ajedrecista y literato, es un ser que vive plenamente su época y cumple con el deber de ser el mensajero de su tiempo a los lectores del porvenir. Varias veces, en cartas, me repetía, cuando le preguntaba yo si no fuese mejor que escribiera artículos o ensayos históricos que las crónicas que hacía sobre mis propias experiencias: “ La literatura no es nada si no está anclada en la vida” “Si vives el ajedrez, escribe del ajedrez, no tienes por que sentir menos por ser un cronista del ajedrez en lugar de un autor de grandes novelas, en Francia, hay escritores que se creen grandes intelectuales que escriben ensayos en famosas revistas y que jamás han alcanzado y alcanzarán el valor de lo que tu escribes, pues tu trabajo es testimonial”.
En 1997, en ocasión del centenario de su nacimiento, se hizo una edición especial de la editorial Ristall, en que aparece una foto de Aragon jugando ajedrez conmigo y con Benito Rámirez en Niza, según me comenta mi alumno por email Xavier Frenet, y que me pregunta si acaso fuera posible que fuera yo él de la foto. Esto me hizo recordar esta historia de Aragon. Si, la fotografía fue tomada en el Palacio Massena en Niza, durante un cocktail de inauguración de la Olimpíada de Niza, que fue donde conoci a Aragon. Lo curioso es que el ajedrez pertenecía, era pequeño y magnético a Oscar Pintado, en aquel tiempo un estudiante mexicano en Francia que tocaba canciones latinoamericanas en el Metro para reunir fondos para sus estudios, formando un dueto con otro estudiante pobre, Alan García, hoy, por segunda vez, presidente del Perú. Por supuesto que quiero conseguir la foto para publicarla en el blog. Ya me dijeron que es muy “Kisch” y parece muy vanidoso. Me importa un bledo. Aragon es, par mi, un poeta maravilloso, y me encanta presumir que fue amigo mio. He perdido algunas de sus cartas, pero conservo muchas aún. Si alguna exposición literaria las pudiese utilizar, las prestaría sin problemas. Es una pena que en México casi no se conozca la obra de Aragon. Francamente me subleva que casi ningún ajedrecista mexicano sepa ni de Louis Aragon, ni de Eliseo Aragón; este último tan importante para la historia del ajedrez mexicano. Es una pena. Pero ustedes se lo pierden si no han leído a Louis Aragon.