4 may 2009

Refritos de hace diez años

Apuntes para la Historia del Ajedrez en México
DON ANDRÉS CLEMENTE VÁZQUEZ, MANUEL MARQUÉZ STERLING Y
LA HISTORIA DEL AJEDREZ DE MÉXICO Y CUBA.
UNA CRÓNICA MUY PERSONAL.
Por M.I. Raúl Ocampo Vargas
En el mes de octubre de 1998 tuve el privilegio de viajar a la ciudad de Güines, Provincia de La Habana, Cuba; para competir en el Torneo Internacional Andrés Clemente Vázquez. Realmente me conmovía viajar al lugar de nacimiento de uno de los primeros impulsores del Ajedrez en México. Personaje notable que fuera uno de los primeros presidentes del Club de Ajedrecistas de México en 1876, cuando formaba parte del gabinete del Presidente de México, Don Sebastián Lerdo de Tejada. Alguna vez, cuando aún no salía yo de mi infancia, tuve en mis manos el "Tratado Analítico del Juego de Ajedrez" que Don Andrés escribiera en 1876 y que tuvo su segunda edición en 1896. En 1967, cuando competí en mi primer torneo de ajedrez de primera fuerza, releía una y otra vez el libro de la Olímpiada de Cuba de 1966, editado por el INDER. Esplendido ejemplar que nos transportaba a La Habana, ilustrado magníficamente con fotografías de la histórica justa deportiva. Contenía una breve sección sobre la historia del Ajedrez en Cuba, mencionando, quizás demasiado brevemente, a Don Andrés Clemente Vázquez. Esa sección estaba escrita por Carlos A. Palacio, crónista por antonomasia de la historia del Ajedrez de Cuba. Prácticamente testigo de casí nueve décadas del ajedrez antillano y que la Revolución Cubana le dió el espacio literario que merecía el docto maestro de orgulloso orígen africano. Y es que antes de 1959 solo las plumas blancas podían escribir en los libros de grandes tirajes y cubiertas elegantes con lomos dorados…

A Don Andrés Clemente Vázquez tocóle vivir una época difícil. Desde las primeras décadas del siglo XIX Cuba estaba en lucha por su independencia y en la forja de su propia identidad nacional. Con sangre española, pero con espíritu repleto de cubanía, con amor pleno a la tierra que lo vió nacer; Don Andrés se vió envuelto en la vorágine de la historia. En 1868 se inició una lucha armada generalizada en toda la parte oriental de la Isla de Cuba, que poco a poco incendió a la perla de las Antillas y que por diez años enfrentó a padres y a hijos. La España Imperial no se resignaba a perder la joya más preciada de su corona y dió una batalla más cruel aún que la que muchos de los pueblos del Continente Americano sufrieron en su lucha por la independencia. Como muchos otros cubanos, Don Andrés encontró en México la tierra cercana a la patria que ofrecía refugio y la esperanza del retorno. Ya en 1876 lo encontramos asimilado a una sociedad republicana que estrenaba los sabores de la democracia y la libertad que él hubiese querido ver en Cuba. Realmente poco sabemos de Don Andrés. A pesar de ser prolífico escritor, mantenía el recato propio de la época entre los grandes espíritus y casí no escribía de él mismo. Aparte de algunas partidas rescatadas de entre las páginas de sus libros y los de su compatriota Manuel Márquez Sterling, no existe información de su vida ni aún de su muerte. En Güines algunos me dijeron que murió en La Habana en 1901. Saberlo me dió una gran tristeza. ¿No vió jamás su bandera ondear en El Morro? Hasta 1902 se arrió la bandera de EUA en el Castillo de los Tres Reyes, puerta de la bahía de La Habana, para dejar paso al pendón cubano. Sabemos en cambio que por el ajedrez de México hizo mucho. Organizó y mantuvo unido al Club de Ajedrecistas de México por más de una década. Fomentó el intercambio ajedrecístico con muchos extranjeros notables que pasaban por la capital azteca, y los nacionales poco afortunados siempre encontraron la bolsa generosa de Don Andrés y a muchos de ellos les ayudo a conseguir trabajo, siempre escaso para los espíritus bohemios que se rinden a los hechizos de Caissa. Publicó un reglamento para unificar las maneras de jugar ajedrez en México con las universalmente aceptadas en Europa y Estados Unidos. Sus duelos con Don Celso Golmayo eran prácticamente los campeonatos de hispanoamérica. No en balde Golmayo había derrotado en España a cuantos se habían enfrentado a él. Con Clemente Vázquez aparece la figura de otro personaje insigne y que es recordado con gran cariño en México. Es el único ajedrecista con cuyo nombre se ha bautizado una calle en la Ciudad de México: Manuel Márquez Sterling. De Don Manuel hay que decir antes que nada que jugó un papel muy especial en la historia de México. Fué el angel guardián valeroso que defendió a la familia Madero y luchó hasta el último momento por salvar la vida del martir que inició la Revolución Mexicana , Don Francisco Ignacio Madero. Más afortunado que Don Andrés; Sterling si pudo ver ondear la bandera de Cuba en El Morro y fué Consúl de Cuba ante el Gobierno de México en la época que conocemos los mexicanos como la Decena Trágica, cuando la contrarrevolución tomó presos al Presidente de México y al Vicepresidente, para luego asesinarlos vilmente y entronizar al chacal Victoriano Huerta. Tras el triunfo de la Revolución Mexicana y la salida del General Díaz después de una tiranía de 30 años, Madero llegó a la Presidencia al ganar las elecciones democráticas en 1911. Pero cometió el error de mantener el mismo ejército de Díaz, creyendo en la lealtad fingida de varios generales entregados a la oligarquía de hacendados y terratenientes. En 1913, se apoderan de Madero y el único diplomático que arriesga la vida en tan convulsos momentos es Don Manuel Márquez Sterling, que ofrece el asilo de la Cuba de Martí y no ceja sus gestiones para que permitan a la familia Madero abordar el vapor "Cuba" que en Veracruz aguardaba para transportarlos a La Habana.
Don Manuel, cuando aún Cuba no se zafaba del yugo español, vivió igual que Don Andrés, en México. En 1888 publicó la "Revista Mexicana de Ajedrez", que mantuvo vigente por tres años, además de publicar varios pequeños libros y colaborar con Don Andrés en la organización del Club de Ajedrecístas de México. Don Andrés facilitó a su más jóven compatriota la entrada a los círculos políticos de México y a los de la "intelectualidad" de aquellos años, conviviendo con Don Justo Sierra y otros prohombres de la educación en México, jugando algunas partidas con uno de los escritores más notables, quizás el modernista más insigne, Don Alfonso Reyes. En 1898 retornó a Cuba por algunos años, pero siempre añorando las montañas del Anahuac, volvió a México ungido como Cónsul. Hasta su muerte en 1935, Don Manuel Márquez Sterling mantuvo contacto con los ajedrecistas mexicanos y coadyuvó para que en 1934 nos visitara el gran José Raúl Capablanca y Graupera, dando exhibiciones de simultáneas por todo el país. A punto estuvieron de viajar juntos, pero la salud de Don Manuel y la salida un tanto "accidentada" de Don José lo impidió. Lo que pasa es que Capablanca viajó a México también un poco forzado por la situación política en la Isla, que lo obligaron a seguir el camino de Don Andrés y Don Manuel hacia las tierras mexicanas, esperando mejores horizontes para Cuba.

La historia del ajedrez mexicano esta repleta de la participación significativa de personajes nacidos en Cuba. En los últimos años del siglo XIX, México vio pasar ajedrecistas cubanos que con grandes habanos calmaban la ansiedad por regresar a un país que estaba a punto de nacer. La intervención de EUA en 1898 y la ocupación por tropas norteamericanas desánimo a muchos, que incluso plasmaron su tristeza en las páginas de las columnas de ajedrez de los periódicos mexicanos. El Club de Ajedrecistas de México en 1899 envía una protesta a la embajada de EUA en México y se ve disuelto por orden del Gobierno de Díaz a pesar de que el General Bernardo Reyes, padre del ya mencionado Alfonso Reyes, hace gestiones para que permitan volverlo a abrir. Según un relato aparecido en el "Boletín de Ajedrez" de Zacatecas de 1925, el Club de Ajedrecistas de México desaparece el 3 de octubre de 1899, para no abrirse jamás. Entre la lista de miembros no aparece ya Don Andrés, quizás ya había retornado a Cuba, pero si Don Manuel Márquez Sterling, Lázaro Reyna y Don Alfonso Reyes.
Manuel Marquéz Sterling regresa a México y en 1912 presenta sus credenciales ante el Presidente Madero como representante de Cuba. Ya para 1913 regala Madero un ajedrez de maderas preciosas cubanas, realizado por artesanos de Alto Cedro, hoy provincia de Santiago de Cuba, en los límites con la provincia de Holguín; antes Provincia de Oriente. De 1899 a 1916 no hay referencia de ningún Club de Ajedrez en la Ciudad de México.
La verdad es que cuando yo viaje a Güines tenía la esperanza de obtener más información de Don Andrés. Encontré, eso si, una presencia mexicana en la tierra natal de Clemente Vázquez; una escuela con el nombre de México y las referencias de que no sólo Don Andrés, sino muchos güineros formaron parte de la historia de México, entre ellos uno de los asistentes de Manuel Márquez Sterling; llamado Modesto Barriozabal, quien acompaño a la viuda de Madero al viaje hacia a La Habana. Sólo espero que los mexicanos del siglo pasado hayan sido tan hospitalarios con Don Andrés como sus paisanos lo fueron conmigo, haciendo de mi estancia en Güines memorable.
La historia común del ajedrez de Cuba y México quizás inicie en el siglo pasado formalmente, pero informalmente debe originarse varios siglos antes; no obstante tiene una significación real a partir de los años sesenta de este siglo. En Cuba surge la Revolución y el despiadado comercialismo que había vivido la Isla desde los años treintas y que pone a los valores materiales sobre todos los otros en una especie de vaticinio de lo que haría el neoliberalismo en los años noventas a los países latinoamericanos , desaparece para dar paso a los esfuerzos decididos de un Estado por educar a su pueblo. Como consecuencia natural de ello, el ajedrez, instrumento de la educación, es promovido. El papel protagónico en ese sentido de un personaje argentino por nacimiento, pero que pertenece a toda la América Latina, el Dr. Ernesto Guevara de la Serna, "Che", es indiscutible. Quienes jugaron en Ciudad de México con él, lo recuerdan como un aficionado con gran amor y respeto por el juego. Como Don Andrés y Don Manuel; el "Che" jugaba fumando gruesos habanos con su maestro el Comandante español Bayo, el de la invasión anfibia de Las Baleares, un estratéga del siglo XX con corazón de hidalgo decimonónico. "Un Caballero de París" como la canción habanera que tarareaba una y otra vez en el Club "Emanuel Lasker" de la YMCA entre 1954 y 1956. Cuando estos personajes llegan a los círculos del poder, emprenden una cruzada por promover el ajedrez por toda Cuba. Antes, los potentados del azúcar, "sin azúcar no hay país", decía el Caballero de París, patrocinaban elitistas encuentros por el Campeonato Mundial en La Habana, en salones donde lo mismo reinaba el "chulo" Santorini que Condes y Grandes de España. En los setentas, los cubanos montaban clubes de ajedrez hasta en vagones de ferrocarril que recorrían los pueblos. Se jugaba en los bohíos y en las plazas, a veces no con mucha técnica, pero si fuerte afición. Entonces los ajedrecistas mexicanos comenzaron a viajar a Cuba. En otro relato se menciona como fue una delegación de ajedrecistas mexicanos, la primera delegación deportiva extranjera que viajó a Cuba después de su revolución. Los matches , o "topes", México y Cuba fueron habituales gracias a las gestiones de los mexicanos Alfonso Carreño, Alejandro Baéz y Eliseo Aragón; así como los cubanos Barreras, Eleazar Jiménez y por supuesto el "Che".
Jorge Cadena, Alfredo Iglesias y Joaquín Araíza participaron muchas veces en Cuba; pero la siguiente generación fue la más beneficiada por el apoyo de los cubanos al ajedrez de México. Como en otras ocasiones, tengo que anticipar que merece un capítulo aparte el Torneo Internacional de la Ciudad de México en 1975, que tras 40 años de que no se realizaba un torneo internacional con reglas de la FIDE en México, valedero para normas, tuvo lugar gracias enteramente al ajedrez cubano, personificado esta vez por el polémico alumno del "Che", el matancero Jorge Vega Fernández, a quien tanto le debió el ajedrez mexicano de 1975 a 1982 y que ahora algunos desearan olvidar, haciendo injusticia a una historia. Sería ser muy ingrato no reconocer la intervención decisiva y notable de alguien que tanto hizo por nuestro ajedrez.
Prácticamente todos los ajedrecistas mexicanos que hoy tenemos más de treinta años a cuestas y que poseemos títulos internacionales nos forjamos en los torneos internacionales celebrados en Cuba y aprendimos compitiendo, tablero de por medio, con los compatriotas de Don Andrés y Don Manuel. No se puede entender el ajedrez mexicano actual sin el apoyo cubano. Incluso los pocos entrenadores mexicanos capacitados se desarrollaron bajo la influemncia cubana. ¡Cuantos de ellos aprendieron con Jiménez en La Habana!. Muchos se beneficiaron cuando el Maestro oriundo de Ciego de Avila vivió un año en México impartiendo su cátedra ajedrecística. Otros tantos fueron discípulos del Maestro Jesús Rodríguez quien hizo del Comité Olímpico Mexicano y sus aúlas una cantera de ajedrecistas, solo comparable, modestia aparte, con la de la ENEP Acatlán de la UNAM.
De 1960 a 1998 se cuentan por cientos las participaciones de mexicanos en Cuba y de cubanos en México. Como anécdota puedo afirmar que en los últimos treinta torneos estilo suizo que jugué en México, solo en dos no me ha tocado jugar con un cubano. Incluso en 1999 en todos los suizos en que he participado he jugado contra el habanero Juan Carlos Gonzalez, Maestro Internacional con norma de GM, ¡lo que realmente ya es un record!
Los mexicanos hemos tenido oportunidad de jugar muchas veces contra Grandes Maestros Internacionales cubanos y aprender de ellos, o al menos intentarlo. Al cabo de los años , tan sólo con el GM Amador Rodríguez pude jugar en Pinar del Rio,al occidente de Cuba, en Bayamo, al Oriente; siempre con tablas memorables; así como visitar su hogar en Holguín y compartir torneos en varios países de Europa. ¿Que decir de Nogueiras o Guillermo García que me permitieron, además de jugar más de quince partidas de torneo con ellos, analizar horas y horas tanto en Santa Clara, Cuba; como en Ciudad de México o en Malta, enmedio del Mediterraneo. Los dos se veían muy serios empujando mi automovil cuando una vez se me descompuso cuando paseabamos en México. ¡Tenía entonces un motor de alto rating para mi auto compacto!
Mientras escribo esto. me fumo un habano "Cohiba" esplendido y entre bocanadas de humo con sabor cubano y con Bárbarito Diéz de fondo musical cantando una canción del mexicano Agustín Lara, me transporto a la época en que Alejandro Baéz me daba consejo en 1972 antes de jugar por primera vez en un torneo internacional, el Campeonato Centroamericano y del Caríbe, contra un cubano, el Maestro Internacional Jesús Rodríguez, entonces campeón de Cuba y primer tablero de la escuadra antillana; "No le cedas la iniciativa ni le concedas espacio, ya que con blancas los cubanos no arriesgan y te irá apretando si te descuidas" al mirarlo, con ojos un poco incrédulo, agregó : "tú todavía no cumples ni veinte años y él tiene más de diez derrotando maestros internacionales, no vayas a sacrificar nada sin estar seguro". El que me sacrificó fue él, pero en el altar de Caissa, porque no cedió ni una casilla y me "apachurró" con una Petrosian contra la India del Rey que le puse. La primera vez que vi un Torneo de Ajedrez, fue cuando presencié el match México Cuba en 1965, contemplando al Maestro Internacional Eleazar Jiménez jugando contra el mexicano Carlos Escondrillas. Dos años después ambos ya eran de mis mejores amigos y en 1975 comentabamos esta partida en La Habana. Ambos la recordaban perfectamente, para mi fue memorable.
Así, hemos pasado por más de un siglo de ajedrez de México y Cuba. He personalizado mucho este relato, para dejar un testimonio; pero varios mexicanos como Roberto Martín del Campo, Marcel Sisniega y Gilberto Hernámdez , tienen seguramente historias más ricas e interesantes desde el punto de vista del ajedrez. Pero ellos no saben de lo que es fumar un habano, ni conocen mucho de la historia común de Mexico y Cuba. Eso también es parte del encanto y de la magia, de lo real maravilloso de esa historia compartida. Cuando juego en Cuba me siento parte de una tradición iniciada por Don Andrés Clemente Vázquez, que trabajó en el mismo Ministerio en que yo he laborado por seis años y estoy seguro que recorrimos los mismos pasillos del varias veces centenario edificio construído por un virrey español que también fue Capitán General de Cuba. Fué significativo jugar en Güines en 1998, un siglo exacto después de que España perdiera Cuba y en que, seguramente, Don Andrés sabría que regresaría a ver la tierra en que nació. Don Andrés fue generoso con su país adoptivo y donó en 1899, antes de regresar a Cuba, una extensa biblioteca de ajedrez de más de 200 ejemplares que hoy se resguarda, aunque ya incompleta por azares de los años, en la Biblioteca Nacional de México. Los libros escritos por Manuel Márquez Sterling también se encontraban en el mencionado acervo, y se hacen gestiones para digitalizarlos y evitar que se pierdan para la posteridad. Ojala pronto podamos enviar a Güines algunos CD ROM y libros hechos en México de ajedrez para corresponder a Don Andrés.
Carlos A. Palacio escribió parte de un libro de la Historia del Ajedrez de México, pero su deceso impidió que lo viera impreso, con algunos agregados no muy afortunados de sus coeditores, siendo la única crónica existente, aunque polémica, que existe de la historia de nuestro ajedrez. ¡Hasta eso el ajedrez mexicano le debe a los cubanos! Algún investigador mexicano, como podría ser el laborioso Gabriel Velasco, retomará la estafeta y hará las correcciones apropiadas para que contemos con una edición actualizada que seguramente patentizará los lazos que unen al ajedrez cubano y mexicano. ¡Alea Jacta Est!

Naucalpan, México; 10 de junio de 1999.