8 oct 2011

Desde el número 157 de la Calle 57 de Nueva York.

En un tiempo, en la Ciudad de Mérida me mostraron una casa en la calle 57 donde había nacido Carlos Torre Repetto en 1904. Por un tiempo intenté, infructuosamente, comprobar dicha aseveración en los registros de la Ciudad, pero no supe conseguir la evidencia. Durante unos meses yo mismo renté un departamento en la misma calle 57, en el barrio de Santiago, a unas tres calles de donde se suponía había nacido Torre. Por alguna razón el departamento tenía el número 157 aunque no entendí bien a bien la secuencia de los números. Me atraía el número y más que por la historia de que había nacido ahí el gran actor Arturo de Córdoba, lo que me gustaba era el 157 de la 57. Esa era la dirección de Don José Raúl Capablanca y Graupera en la ciudad de Nueva York, en sus últimos días, con su segunda esposa, la georgiana Olga Evguenievna Chagodaeva, ya que era la viuda de un oficial Chagodaev. Según contaban era la tataranieta del general ruso que conquisto Tiflis e incorporó Georgia al Imperio Ruso.
Cuando falleció en abril de 1994 doña Olga (Chagodaeva, luego señora Capablanca y finalmente señora del Almirante Clark), a los 95 años, pues era 10 años menor que Capablanca, había dejado el archivo personal del campeón al Manhattan Chess Club, aquel lugar donde Capablanca había ido a jugar Bridge habitualmente en 1942, y donde, eso si, viendo una partida de ajedrez, sufrió su mortal ataque cerebral, que lo llevó a la tumba por el mismo padecimiento por el que murió su padre y su hijo mayor en Cuba casi a la misma edad los tres, antes de cumplir 55 años. Más jóvenes que Steve Jobs y más o menos de la edad en que murieron Alekhine, Petrosian y Tal.
En Georgia en 2008 se sufrió una invasión rusa que ha escenificado en una película el actor cubano Andy García personificando al  entonces y actual presidente de Georgia. El Cáucaso siempre ha sido turbulento. Y curiosamente desde Georgia me ofrecieron unas copias digitales de parte del archivo de Capablanca, según se decía provenientes de sobrinos georgianos de Doña Olga que residían en Ingusetia, república rusa vecina de Chechenia. Ya que no era muy conocida la dirección de Capablanca en Nueva York y menos aún el hotel preferido de Capablanca cuando iba a La Habana después de 1935, las imágenes de postales con tales direcciones me parecieron prueba suficiente de que podían ser auténticas las copias y no sería muy difícil tratar luego de compararlas con las que habría en el Manhattan Chess Club. Si sobre todo se tomaba en cuenta el costo del paquete, poco más de 120 dólares, había que arriesgarse. Hay un mercado muy grande de fotos digitalizadas, revistas, libros, cartas, de ajedrecistas famosos que eran soviéticos o que visitaron la Unión Soviética. Incluso se ofrecen catálogos muy completos que son ofertados a quienes gustan de investigar la vida del ajedrez en los tiempos de la Unión Soviética. Hay miles de pines, banderines, boletines de torneos, boletos de entrada a torneos, papeletas, credenciales, etc. Y ya sacando fotos o copias digitales, un mismo ejemplar se puede vender 100 o 200 veces. Una foto de una revista rusa de 1925, que tiene un artículo especial sobre Capablanca, que puede ser escaneable y pasado a texto, me decía el vendedor que aun al bajo precio de 20 centavos de dólar, la ha vendido tantas veces que le ha dejado 200 dólares, y le había costado sólo 3 dólares. ¡Estupendo negocio!
Cuentan que el famoso archivo de la computadora de Radjabov que le robaron en Patzcuaro se ha vendido más de 40 veces y que costó originalmente 30 dólares y que ya rindió más que si hubieran vendido la laptop que era de apenas 600 dólares. Por supuesto todo mundo pregunta por la notebook que robaron a Ivanchuk en Sao Paulo. La copia del disco duro puede estar cotizándose en mil dólares, que con unas 200 copias sería un best seller.
De la versión georgiana del “archivo Capablanca” ¿que sería rescatable históricamente hablando? Tal vez la posible participación de Capablanca y su hermano en complots contra Machado que hicieron forzoso un exilio de Capablanca hacia México y finalmente a Hollywood donde se le relacionó con Kay Francis. También las evidencias de que desde 1934 difícilmente Capablanca se sobrepondría a sus malestares que lo mataron 8 años después, por lo que un duelo con Alekhine, a pesar de que lo venció en 1936, hubiera sido físicamente insoportable para Don José Raúl. De hecho parece que desde 1912 ya tenía graves avisos y desmayos, como el de 1938 cuando perdió con Botvinnik en Holanda y hacia evidente que estaba muy mal de salud. Si en 1939 logró brillar fue porque la oposición no era tan fuerte como la que Alekhine y Botvinnik podían oponerle y porque supo tomar descansos en Buenos Aires.
Las notas y recibos de los viajes por mar de Capablanca muestran unos costos exorbitantes, mientras que las rentas que pagaba por un departamento en Nueva York eran muy bajas. También uno puede especular que gastaba en ropa al mes, tan solo en tintorerías, más del doble de lo que gastaba en comida, si no contamos sus semanales visitas a uno de los restaurantes más caros de Manhattan.
Como muchas cosas no se pueden identificar como documentos verdaderos de Capablanca, si dan una idea de la vida en los años 1935 a 1941. Se podría hacer un libro sobre lo que costaba todo, sobre que tan frecuente se iba al baño de vapor, cuanto se gastaba en el diario, lo que costaba una copia extra de llaves de la casa, la cuenta de un plomero, o el envió de flores a Doña Olga y cuál era el tipo de postales que guardaban de los viajes. Una cosa me da cierto sentimiento. Si bien su lugar de residencia fue Nueva York, me parecía adecuado que el archivo de Capablanca, aunque sólo tiene un 30% de cosas de Cuba, debiera estar en La Habana y en las vitrinas del Club Capablanca en Infanta. Ahora que, no he podido averiguar, después de tantos cambios en el Manhattan Chess Club, en donde está exactamente el legado que Doña Olga regaló al club antes de morir en 1994. Seguramente, debido al evidente conflicto que Capablanca tuvo con su primera esposa Gloria Simoni hasta 1938 y que tanto molestaba a Doña Olga, esta no pensó en contactarse con su hija Gloria Capablanca, ya que el  Dr. José Capablanca, hijo mayor del campeón, murió años antes que Doña Olga, ya dije que de la misma afección que el padre y a una edad similar, el archivo de Capablanca quedó fuera del alcance de la familia Capablanca. Parece que de alguna manera, al hacerse Georgia independiente, algunos familiares de Doña Olga regresaron a Tiflis y viendo que eran de venta las copias del mismo, generaron un mercado al que yo tuve acceso, pero que desde la invasión de Georgia hace tres años, se enteraron ajedrecistas rusos, que me dieron el tip y estaban muy interesados en traducciones y en algunas explicaciones sobre historia de Cuba, por lo que contactaron conmigo, al mismo tiempo que con otro aficionado a la historia del ajedrez ruso en Uruguay, profesor de ruso, pero con cierta ignorancia de la historia de Cuba, y terminaron alimentando mi curiosidad.  Si non e vero …