Muchos aficionados ávidos de mejorar su ajedrez solicitan
libros como si hubiera una piedra filosofal o un texto mágico que
milagrosamente los transformase o andan tras el atajo maravilloso y por tanto
cambiar camino por sendero, trabajan el doble de lo que hubieran laborado si
hubiesen seguido el camino que les parecía difícil. Llevan la vida difícil de
los que quieren vivir fácil.
Y es que no hay un gran secreto en ajedrez, hay cientos de
muy pequeños secretos. Como decía Houdini cuando le `preguntaban de su secreto.
Si me preguntan si es bueno el método Chuzakin, o si es
maravilloso el libro de Shashin, o los métodos de Silman, o la trilogía de
Kotov, tendría que decir que si, que todos tienen grandes aportes, como el
libro de Nuevas Ideas de Evans, o el de Pump your rating, o salte la cuerda en
tres lecciones o el de Aprenda Ruso en diez días parado de manos, o como vender
helados a los pingüinos; todos son buenos, pues depende quien los lea y como
los estudie.
Conocí un maestro que era muy fuerte y su éxito lo achacaba
a que se sabía de memoria todas las partidas que había ganado Fischer. Le
recomendé que no se quedase corto, que necesitaba aprender todas las que había
perdido también.
Un entrenador ruso me decía: He entrenado ya a 6 grandes
maestros y la clave es que trabaje con ellos solo con cuatro libros en tres
años, pero se los sabían a conciencia…
Otro muy serio, gran maestro, se negaba a enseñar algo más
que las 300 posiciones que había seleccionado en 20 años de experiencia, Luego
publicó su libro, con las posiciones, ninguna jugada, solo las posiciones. Y
ese libro se convirtió en el de cabecera de muchos jugadores que progresaban
rápidamente,
¡Cuánta razón tenía Capablanca cuando a la pregunta de cuáles
eran los tres mejores libros de ajedrez escritos contestaba que los tres que él
había escrito!
No era soberbia, era simplemente la verdad en la que creía. No
podía uno sino estar de acuerdo.
Convenimos entonces en que no hay un método, sino la mezcla
de muchos, un poco de Chuzakin, otro de Shashin, otro de PLUS, de Purdy, de
Kotov y del inmenso Modell, y de Botvinnik o Dvoretsky no nos podremos olvidar.
El métido que uso el maestro Kosteniuk para preparar a su hija Alexandra, es de
lo mejor, o el de Szabo con las Polgar, o el de Rubinstein con O´Kelly que
luego este, como un Platón con Socrates, lo divulgo entre los francófonos, o el
de Nezhmetdinov, que a la larga influyo en Kasparov como Andersson y Capablanca
con Carlsen. Mezcla de métodos, pues como dicen los rusos: un cordero listo
mama de su madre y de la ajena.