Durante una
visita a una mesa de venta de libros de ajedrez en un torneo internacional
abierto en Ciudad de México, un jugador me hizo un comentario de que había
leído el famoso libro “Mi sistema” del GM danés, nacido en Riga, Letonia, Aarón
Nimzovich; y que le había parecido muy confuso.
Al preguntarme
mi opinión le exprese que a mi me parecía que había varias razones para ello:
Primero, quizás no era adecuado para su nivel. Muchos jugadores al iniciarse en
el ajedrez estudian libros que no son muy recomendables en esa etapa de su
desarrollo porque para entenderlos necesitan algo más de experiencia.
Por lo general,
libros de índole posicional deben estudiarse después de haber logrado un mínimo
de dominio de la táctica y el cálculo de variantes.
Segundo, el
libro está un poco mal escrito. El mismo Nimzovich se quejaba de que sus
editores le habían cercenado partes importantes de sus explicaciones, ya de por
si limitadas en inicio por ciertas recomendaciones que les habían sido fijadas
al hacer los primeros acuerdos al proyectarse la obra. En resumen, no se había
expresado en el libro con suficiente libertad e incluso tuvo luego que publicar
una parte adicional, “ La Práctica de Mi Sistema”, que desgraciadamente sufrió
de los mismos problemas que la de la primera parte.
Luego, para
terminar, le explique que una versión en castellano del libro y algunas en
inglés tenían lamentables malas traducciones. Todo eso sumado, esta obra,
considerada por muchos como la Biblia del ajedrez posicional de la primera
mitad del siglo XX, puede confundir a muchos lectores.
Lo que sufrió el
autor de “Mi Sistema” lo han sufrido la mayoría de los autores, no sólo los de
ajedrez, sino los de todos los temas. Por eso, a pesar de que se han logrado
crear muchas obras maestras, que habría que añadirle que son producto de
esfuerzos más que encomiables; otros textos pudieron llegar a ser más grandes
en realidad que lo que han llegado a nuestras manos.
Los costos de
los libros de todos los temas son altos para los estudiantes y muchas instituciones
han creado antologías ante la imposibilidad de surtir tan ampliamente como
quisieran sus bibliotecas con los textos completos. Así también hay que
considerar el objetivo para lo que muchos libros fueron hechos. En ciertos
temas, digamos no tan precisos como las ciencias exactas, mucho de lo escrito
en los libros refleja opiniones personales de los autores, todas sujetas a ser
examinadas con pensamiento crítico, para lo que muchos de sus lectores, si
acceden prematuramente a su estudio, no están del todo preparados.
¿Cómo saber si
uno está preparado para estudiar un libro? ¿Cómo adquirir el libro adecuado, si
la mayoría de ellos está publicado en menor número del de los jugadores que lo
requieren?
La era de la
computación abrió una puerta especial, amplia y magnífica, aunque al mismo
tiempo muchos la consideran muy peligrosa. La puerta de la piratería y la
distribución desorganizada y aleatoria de los libros. Circulan miles, mezclados
buenos, malos y pésimos; instructivos y destructivos. Como un analista ruso
suele decir: “Es como las minas: para extraer unos gramos de oro hay que
extraer toneladas de tierra y basura”.
Cuando integro
una antología de libros y los coloco en una memoria para tablets, tengo que
seleccionar lo que creo son los mejores 2000 textos entre más de 60 mil que
tengo en mi disco duro entre artículos, revistas, libros, etc.
Comienzo con un
archivo de 150 gigas para reducir a 8 o 14 gigas con lo mejor, además de que
tengo que añadir todo tipo de guías y mi propia colección de lecciones, que en
cuartillas serían como diez libros míos,
recabando textos, ejemplos y ejercicios sacados de doscientos libros,
una compilación que me ha llevado años.
Así se puede
vencer el que algunos libros estén agotados, pues aunque hay textos magistrales
que aparecieron con poco más de 1000 ejemplares de tiraje, al escanearse y
difundirse en la internet, pululan cientos de miles de ejemplares y es fácil
hacerse de uno en la red.
También la
cuestión del idioma se resuelve, pues tomando ejemplos con notas de libros en
ruso, los traduje al español, les agregue opiniones de otros libros, mucho de
mi cosecha, y otras cosas aparecidas mucho después de que el libro se publicó y
queda así un tema muy renovado, teniendo como base original una obra de ajedrez
ya muy reconocida y recomendada por muchos expertos.
Pero falta por
resolver el nivel del lector. Para ello he tratado de diseñar exámenes para
establecer la fuerza y el nivel de conocimientos de una persona, aunque muchas
veces no mantienen una relación “normal”, pues hay muchos aspectos sicológicos,
físicos e incluso culturales, por los que un jugador de ajedrez juega a menor o
mayor fuerza a lo que correspondería su nivel.
También hay que
considerar que un lector puede querer saber más de ajedrez y no necesariamente
jugar mejor ajedrez. Hay muchos que disfrutan mas estudiando ajedrez,
deleitándose por la belleza de las ideas y no están interesados en los
resultados deportivos en el ajedrez.
Para ello voy
perfeccionando un programa computacional que pudiera usarse para hacer una
serie de preguntas y que ofrezca como resultado una sugerencia de que libros o
artículos de ajedrez estudiar e incluso un plan de estudio con sus cargas y sus
recomendaciones; algo como lo que hacen los famosos y meritorios programas Ponte
al Cien respecto a las capacidades funcionales físicas. Un Ponte al Cien para
el ajedrez, es la meta.
Así las
limitaciones de los libros serían finalmente disminuidas y en cambio podríamos
mas plenamente aprovechar las grandes creaciones literario ajedrecísticas de
los creadores del pasado y del presente.