La continua
lucha por el empleo es una característica de las sociedades actuales inmersas
en el cuanto tienes, cuanto vales. El ajedrez, con sus atractivos y su valor
social, es un campo de trabajo agradable en que una persona puede brindar
servicios positivos a su comunidad y al mismo tiempo tener un medio de vida en
que siente que colabora con sus semejantes.
Las sociedades
en general de muchos países, como los de Iberoamérica con secuelas enormes de
la conquista, aún tienen mucho desconocimiento sobre como evaluar si una
persona está capacitada o no para dar los servicios de acercamiento e
instrucción del ajedrez, normalmente se orienta en que el aspirante a dar ese
servicio a cambio de una paga, tenga algún papel que certifique su capacidad
para hacerlo.
Los aspirantes
entonces están a la caza de cualquier certificado que les de alguna
personalidad para presentarse a solicitar empleo, por lo que todo tipo de
organizaciones privadas han convocado cursos y exámenes para certificarse, sin
respetar reglamentos o ni siquiera normas habituales en otras disciplinas,
sobre todo las deportivas o culturales.
En lo que toca a
la educación pública hay una serie de filtros, más o menos aceptables pero que
para un gran porcentaje de los aspirantes a un empleo en ajedrez se les
presentan como obstáculos insuperables.
Desde las
asociaciones civiles del deporte, desde clubes, asociaciones, pasando por
federaciones, hasta la misma Federación Internacional, han instrumentado todo
tipo de cursos y títulos, aunque muchos creados por personas que no tienen un
reconocimiento de expertos, sino simplemente son directivos, que, al no poder
destacar como ajedrecistas en el plano de jugador o instructor, lo han tratado
de hacer como organizadores y políticos del ajedrez, logrando de alguna forma a
auto emplearse, por lo que cobran por licencias y títulos.
Todo se vuelve
mercado. Es tan terrible como si para ganar un Premio Nobel el ganador tuviera,
en lugar de recibir un premio, pagar por ser nominado.
Entonces no se
trata de ganarse un título, sino pagarlo, y luego ir a alguna institución
educativa, sobre todo privada, por aquello de que tienen filtros “mas amplios”,
y con un papelito en mano, firmado por no se quién y sellado por alguna
asociación, para pedir le den el empleo en que sus servicios influenciarán la
vida de alguien.
El problema yo
lo veo que en lugar de que alguien se quiera capacitar lo que interesa a la
mayoría es que papel le van a dar.
No hace mucho
una federación me pidió dar un curso para instructores. Presente mi syllabus, y
propuse que además de dar yo el curso, uno de mis exalumnos, maestro
internacional actualmente, hiciera el examen, como se acostumbra en las universidades.
El que da el curso no es el que examina. Me contestó el dirigente: “Yo te voy a
decir a quien hay que aprobar y a quien no”. Rechace el proyecto
inmediatamente. Luego hicieron el curso y a personas sin ningún nivel de
ajedrez les dieron un título firmado por un “nadie” y claro, les cobraron un
buen dinero. Solo unos pocos lograron que alguna escuela medio patito los
aceptase. Sufren un poco porque no saben cómo resolver algunas situaciones que
se presentan habitualmente en las clases de ajedrez y ahora si quieren
capacitarse, aunque no les den papelito. Me he enterado, pues me piden
programas de trabajo y herramientas y material para dar clases. Tienen buenas
intenciones, pero sienten que se precipitaron y por ello fueron víctimas de los
federativos.
Todos somos
culpables. Crei que una persona capaz y preparada iba a hacer algo bueno por el
ajedrez y la apoye contra otra que sentía yo que no tenía su nivel y que había
colaborado un lustro con un federativo deshonesto. Apoye al que sinceramente creí
mejor. Grave error y ahora todos, con justicia, me reclaman. No soy perfecto,
ni mucho menos. Solo amo al ajedrez y no preví tantos males que traería la
mercadotecnia y ahora veo todo tipo de organizaciones con nombres de variedades
extrañas, vendiendo títulos y ajedreces en una lucha por un botín. No buscan
servir a la sociedad y al ajedrez, sino servirse de ellos.