4 ago 2019

¿CAPACITARSE PARA ENSEÑAR O PARA CERTIFICARSE? LA PATENTE DE CORSARIO EN AJEDREZ.


La continua lucha por el empleo es una característica de las sociedades actuales inmersas en el cuanto tienes, cuanto vales. El ajedrez, con sus atractivos y su valor social, es un campo de trabajo agradable en que una persona puede brindar servicios positivos a su comunidad y al mismo tiempo tener un medio de vida en que siente que colabora con sus semejantes.
Las sociedades en general de muchos países, como los de Iberoamérica con secuelas enormes de la conquista, aún tienen mucho desconocimiento sobre como evaluar si una persona está capacitada o no para dar los servicios de acercamiento e instrucción del ajedrez, normalmente se orienta en que el aspirante a dar ese servicio a cambio de una paga, tenga algún papel que certifique su capacidad para hacerlo.
Los aspirantes entonces están a la caza de cualquier certificado que les de alguna personalidad para presentarse a solicitar empleo, por lo que todo tipo de organizaciones privadas han convocado cursos y exámenes para certificarse, sin respetar reglamentos o ni siquiera normas habituales en otras disciplinas, sobre todo las deportivas o culturales.
En lo que toca a la educación pública hay una serie de filtros, más o menos aceptables pero que para un gran porcentaje de los aspirantes a un empleo en ajedrez se les presentan como obstáculos insuperables.
Desde las asociaciones civiles del deporte, desde clubes, asociaciones, pasando por federaciones, hasta la misma Federación Internacional, han instrumentado todo tipo de cursos y títulos, aunque muchos creados por personas que no tienen un reconocimiento de expertos, sino simplemente son directivos, que, al no poder destacar como ajedrecistas en el plano de jugador o instructor, lo han tratado de hacer como organizadores y políticos del ajedrez, logrando de alguna forma a auto emplearse, por lo que cobran por licencias y títulos.
Todo se vuelve mercado. Es tan terrible como si para ganar un Premio Nobel el ganador tuviera, en lugar de recibir un premio, pagar por ser nominado.
Entonces no se trata de ganarse un título, sino pagarlo, y luego ir a alguna institución educativa, sobre todo privada, por aquello de que tienen filtros “mas amplios”, y con un papelito en mano, firmado por no se quién y sellado por alguna asociación, para pedir le den el empleo en que sus servicios influenciarán la vida de alguien.
El problema yo lo veo que en lugar de que alguien se quiera capacitar lo que interesa a la mayoría es que papel le van a dar.
No hace mucho una federación me pidió dar un curso para instructores. Presente mi syllabus, y propuse que además de dar yo el curso, uno de mis exalumnos, maestro internacional actualmente, hiciera el examen, como se acostumbra en las universidades. El que da el curso no es el que examina. Me contestó el dirigente: “Yo te voy a decir a quien hay que aprobar y a quien no”. Rechace el proyecto inmediatamente. Luego hicieron el curso y a personas sin ningún nivel de ajedrez les dieron un título firmado por un “nadie” y claro, les cobraron un buen dinero. Solo unos pocos lograron que alguna escuela medio patito los aceptase. Sufren un poco porque no saben cómo resolver algunas situaciones que se presentan habitualmente en las clases de ajedrez y ahora si quieren capacitarse, aunque no les den papelito. Me he enterado, pues me piden programas de trabajo y herramientas y material para dar clases. Tienen buenas intenciones, pero sienten que se precipitaron y por ello fueron víctimas de los federativos.
Todos somos culpables. Crei que una persona capaz y preparada iba a hacer algo bueno por el ajedrez y la apoye contra otra que sentía yo que no tenía su nivel y que había colaborado un lustro con un federativo deshonesto. Apoye al que sinceramente creí mejor. Grave error y ahora todos, con justicia, me reclaman. No soy perfecto, ni mucho menos. Solo amo al ajedrez y no preví tantos males que traería la mercadotecnia y ahora veo todo tipo de organizaciones con nombres de variedades extrañas, vendiendo títulos y ajedreces en una lucha por un botín. No buscan servir a la sociedad y al ajedrez, sino servirse de ellos.