Para
mejorar, tenemos que continuamente hacer cambios en nuestro ajedrez, tanto en
nuestras actitudes, como en nuestros métodos de jugar, nuestras habilidades y
nuestros conocimientos.
Pero
aunque deseamos hacer los cambios necesarios, lo difícil es como hacerlo.
El
primer paso es definir lo que hay que cambiar. Y es quizás el paso más difícil.
Interviene en mucho la psicología, pues para hacer una auto evaluación o buscar
un diagnóstico externo, debemos reflexionar en algunos puntos.
Hay dos clases de medicaciones, y del mismo modo, hay
dos clases de intervenciones psicológicas: curativas y cosméticas. Con la medicación,
si usted toma un antibiótico y usted lo toma bastante mucho tiempo, esto cura
matando a los invasores bacterianos. Es decir cuando usted está tomándola, la
enfermedad no se recrudece. Por otra parte, si usted toma la quinina para la
malaria, usted sólo consigue la supresión de los síntomas. Cuando usted deja de
tomar quinina, vuelve la malaria. La quinina es una medicina cosmética, un
paliativo, y todas las medicaciones pueden ser clasificadas como curativas en
la intención o cosméticas en la intención. La paliación es buena pero esto no
es el objetivo más alto de las intervenciones. Idealmente, la intervención es
un camino, una estación para curar.
Pero muchas medicinas en la psico-farmacopea son
cosméticas. No hay, aparentemente, medicinas curativas, y la psiquiatría
biológica parece haber desistido en la noción de cura.
De ningún modo soy un freudiano, pero una cosa que era
ejemplar sobre Freud consistía en que él y sus discípulos buscaron curas. Freud
quiso una psicoterapia que se pareciera a los antibióticos, no una psicoterapia
de cosméticos, y paliación.
Pero la decadencia de la influencia freudiana, así
como las severidades de proyectos seguros, ha cambiado el enfoque de la psicología
clínica y la psiquiatría de la cura al
alivio de síntoma.
Algunas cosas que hacemos para cambiar, como estudiar
una variante o una técnica, a menudo solo parecen lograr un cambio, son
paliativas.
Debemos emprender un diagnóstico real de los orígenes de
nuestras insuficiencias, no sólo de sus apariencias.
He ahí, el primer problema.