29 jun 2015

El Ajedrez, certificados y el fallecimiento de un secretario de Gobernación.


Hace algunos días se terminaron las investigaciones sobre un avión que se estrelló en la Ciudad de México donde viajaban varios altos funcionarios del gobierno del Presidente Felipe Calderón. Entre ellos viajaba el secretario de Gobernación, Lic. Muriño,  además del responsable de la lucha contra el crimen organizado.

Las causas básicas fueron que el avión jet de pocas plazas entró en una turbulencia causada por un avión mucho mayor, Boeing 767-300,  que estaba a menor distancia de lo prudente, lo que se adjudicaba a otra causa: la poca capacitación de los pilotos para manejar específicamente el modelo de avión que piloteaban para el gobierno.

Los pilotos con tal de obtener el empleo de importancia que era el pilotear un avión que transportaba altos funcionarios gubernamentales, adquirieron de alguna forma certificados apócrifos de escuelas de aviación. Poseían una preparación mediana, pero insuficiente para reaccionar a un problema tan inesperado como grave de turbulencias especiales causadas por un avión mucho mayor, con distancia poco definida y con un clima calmo que no despejó las turbulencias en la manera habitual. Se enfrentaron a una situación poco usual con una limitada experiencia. El decir que estaban capacitados para manejar el avión, sin estarlo completamente, les costó la vida a ellos, a los pasajeros y a nueve personas que transitaban por las calles y a las que, inesperadamente, les cayó un avión encima.

Según las normas que se exigían para dar las certificaciones se incluía entrenamiento suficiente para reaccionar ante ese tipo de emergencias. Los peritos que examinaron las evidencias dudaban de ello, pero además las escuelas decían que esas certificaciones no estaban emitidas legalmente. Los que contrataron a los pilotos tampoco tenían el nivel de conocimiento necesario para juzgar si las certificaciones eran reales, o de serlo, validas para lo que se requería en el empleo. Incapacidades y corrupción se fueron uniendo para que el avión finalmente cayera y se perdieran muchas vidas.

En todos los niveles de la educación y la capacitación puede suceder algo similar. No se cuidan mucho las normas para certificar si una persona está capacitada para tal o cual función, y también se descuida la manera en que se establecen y vigilan esas normas. El círculo vicioso hace que una persona desempeñe una labor de manera inadecuada, la mayoría de veces sin saberlo, y sin que mida el alcance del posible daño hasta que sucede algo especial y aparece el error que hubiera podido evitarse con entrenamiento.

Es común que un jugador participe en un torneo sin suficiente preparación, surgen los errores, de ahí las derrotas, las frustraciones y el jugador se lamenta de algo que debiera esperar que sucediera. Su fracaso tuvo un vicio de origen y como la causa de la causa es la causa de lo causado, debiera ir mucho muy atrás de la partida jugada en que se cometió el error.

Tal vez el error de un instructor de un niño, puede originar el que diez años más tarde aquel entonces niño, hoy un joven, vea frenado su progreso en ajedrez y parece que la situación es inexplicable.

El deseo de obtener un empleo a veces es terreno propicio para que una persona busque una certificación que le facilite obtenerlo, y ya que estas abundan de diversos tipos y calidades, a veces se siente respaldada la persona. Como luego hay ignorancia entre el que presenta la certificación y el contratador que la examina, se cierra el círculo del mal desempeño y los dañados serán los usuarios de los servicios del contratado.

Se supone que en los casos de los empleos como los de piloto aviador, las normas han sido establecidas con mucho cuidado dado que los errores finales causarían perdidas de vidas.

Pero en los casos de jugadores de ajedrez, en que, aparentemente, los daños son menores, la laxitud campea y pocos, muy pocos se preocupan. Pero siempre hay consecuencias.

El error estará, posiblemente, en los que emiten las certificaciones, en los que crean una demanda por certificaciones de poca calidad y la ignorancia de los contratadores. Estos últimos por lo general tendrían la disculpa de ser ajenos al mundo del ajedrez, pero emisores y receptores de certificaciones debiera suponerse que si están en el medio ajedrecístico. ¿Y las autoridades?...