Recuerdo el filme del “Jorobado de Nuestra Señora de París”, así como el de “El nombre de la Rosa”, donde se ve claro que hay grupos que quieren acceder a diversos conocimientos y hay grupos que no quieren que se popularicen los conocimientos. La imprenta y el Internet fueron dos hecatombes para los que sienten que la información es poder y quieren ser de los pocos que tienen algún poder, aunque sea solo el “Know How” de algo del ajedrez, ya sean reglamentos, técnicas de estudio, o lo que sea. Todavía recuerdo a aquel que tenía un libro sobre Karpov en ruso, idioma que no entendía en lo absoluto y nunca aprendió, que se negó en prestar diez minutos el libro diciendo: “No, porque lo fotocopias y me robas la información”, y cuando le dije que le pagaría por ello más de lo que costaba el libro según su etiqueta, siguió negándose. Luego, un año después, vino Karpov a México, y me pidió esta misma persona que le ayudará para que autografiara el libro, cosa que fue de lo más fácil, pues Karpov escuchaba la anécdota en ruso y se sonreía del asunto, para finalmente comentar: “Seguramente mis enseñanzas son secreto de Estado”.
El caso es que lo importante no es saber si no servir. Pero como todo autor de algo en este país, vivo entre la estrechez y la vergüenza y las organizaciones de alto nivel no gustan de los que quieren foro para decir lo que piensan, tengo que ofrecer cursos clandestinos, arrojado de las aulas oficiales tal vez, pero con los parques, convertidos en “Ludus” de gladiadores tracios como Espartaco, o refugiados en casas de amigos hospitalarios. Así que si se interesan por cursos y paquetes de estudio, resolveremos, antes que venga la noche. Después ya habrá pasado el momento y todas las mañanas del mundo no volverán.