Los muchos estudiosos de la manera en que el ajedrez pueda
beneficiar las experiencias de los estudiantes en las aulas dicen que lo más
importante es que se practica la toma de decisiones siguiendo un proceso que
pasa por la evaluación de las alternativas antes de elegir el camino a tomar. O
sea el ajedrez de reflexión, donde de la observación y el acopio de
información, se trata de imaginar los posibles escenarios que aparecerían a
consecuencia de cada opción y se les compara para escoger el que más nos conviene.
O sea reflexión. El Juego es pensar, no hacer una jugada
rápidamente, pues lo importante no es la respuesta, es el proceso, donde se
privilegia la imaginación al conocimiento, la creatividad a la memoria.
En la escuela se da demasiada atención al conocimiento, a la
información, al dato y menos al uso de todo ello para encontrar como satisfacer
las demandas de una situación, de una manera cada vez mejor, no repetir recetas
que han dado éxitos sino buscar nuevas recetas que den éxitos más completos. El
libre albedrío, el inconformismo, el pensamiento crítico lo entrena un cierto
tipo de ajedrez, el ajedrez que duda, que analiza, que reflexiona, no el
ajedrez rápido, sino el que sigue procesos y crea y renueva sus mismos procesos,
el ajedrez que exige lo máximo de nuestro interior, el que no nos da la
disculpa de la irreflexión, sino nos obliga a responsabilizarnos por cada una
de nuestras acciones, pues se supone que las hacemos tras un proceso de
reflexión, un proceso en que nos entregamos completamente.
Ese ajedrez que es de terror para algunos que no quieren
hacerse responsables de sus propias acciones sino achacarlas a cosas externas,
es el que debe entrar en las aulas. El ajedrez de compromiso, el que no acepta
nada por dado, sino todo lo discute, todo lo trata de observar con nuevos ojos,
el ajedrez de la maza y el yunque que tritura todo para crear lo nuevo. Ajedrez
de procesos y evoluciones, el que pretende no dejar nada al azar, pero que sabe
que tiene que tener la humildad de su poca capacidad para usarla como su primer
escalón y cada vez esforzarse más.
No es el ajedrez de campeones sobre otros, sino de campeones
sobre si mismos, el que no cree en trofeos y medallas, sino en la satisfacción
de ver el día de hoy en el espejo un mejor ser humano que el que observó ayer.
Ese ajedrez, el trabajoso, el laborioso, el de hormigas
constructoras, el silencioso, el reposado, el reflexivo el que toma tiempo
porque respeta al tiempo y quiere que el tiempo lo respete. Ese es el ajedrez
que quiero ver en un aula….