Muchos
jugadores se quejan del protagonismo cada vez más grande de los árbitros en los
torneos. Pareciera que el lema de que “Mientras menos se note el árbitro, mayor
es su capacidad”, ya quisieran olvidarlo muchos.
Anteriormente
cualquier jugador con experiencia media sabía por lo menos lo mismo del
reglamento que los árbitros, puesto que la posición de árbitro de un torneo era
generalmente honorífica, sin pago y la desempeñaban aficionados que buscaban
ayudar a la promoción del ajedrez, pero poco a poco se fue convirtiendo en una
posición laboral y mejor pagada incluso que la de instructores.
Opción
importante para quienes gustan del ajedrez pero que de alguna manera no se les
dio el jugar con cierta calidad, es cada vez mejor pagada y si se hiciera un censo
de las personas que se dedican profesionalmente al ajedrez, seguramente el
mayor número pertenecería al gremio de los árbitros.
Los
jugadores, los instructores y entrenadores, en un ambiente tan competitivo como
es el ajedrez, no son muy proclives a unirse y a sindicalizarse, por lo que no
forman frentes comunes; en cambio los árbitros, por la naturaleza de su misma
labor, generalmente se unen y forman grupos muy consolidados. Como resultado,
un gran porcentaje de los dirigentes de federaciones, asociaciones y clubes
están dirigidos por árbitros y pareciera que en defensa de sus posiciones
buscasen cada vez hacer más complicado y concretos los reglamentos para que se
requiera mayor conocimiento especializado de ellos, en lugar de que bastase la
lógica común como antes. Siguen el camino que siguieron los abogados, en que el
sentido común tuvo que dejar paso al conocimiento específico de articulados,
antecedentes y decisiones muy a menudo confrontadas, por lo que muchos piensan
que entre la justicia y el derecho pueden surgir grandes brechas.
El
caso es que cada vez más necesario para los jugadores es conocer el reglamento,
sobre todo para el ajedrez mercadotécnico que es el blitz y el ajedrez rápido,
que ya es el producto de consumo del noble juego y en consecuencia el menos
noble de sus versiones. Pululan muchos jugadores que esperan a que su oponente
cometa un error “legal” para vencer, en lugar de utilizar su ingenio para
derrotar a su contrario a base de buenas jugadas.
Los
instructores deben contar con manuales para enseñar los reglamentos de manera
adecuada. Incluso me atrevo a afirmar que muchos cursos para árbitros adolecen
de muchas fallas pedagógicas que no son tan notorias como las de los cursos de
instructores, pues el tema es mucho más fácil. Es sencillo aprender el
reglamento del ajedrez, al menos mucho más sencillo que aprender a jugar
ajedrez de calidad. Por eso vale la pena aprender el reglamento, que cualquiera
lo puede aprender. Muchos árbitros no podrán aprender a jugar bien, pero cualquier
jugador puede aprender el reglamento y se vuelve cada vez más importante para
no ser derrotado por una regla en lugar de ser derrotado por un oponente
fuerte.