La fiebre por instaurar Centros de Alto Rendimiento o Desempeño en ciudades va aumentando. Tenemos nuevos inaugurados en Toluca, Mérida, Hermosillo y otros ya funcionando en Ciudad de México, Aguascalientes y el Internacional en Villahermosa, Tabasco.
Los centros o institutos de ajedrez, o simplemente ámbitos, son la clave para dar territorialidad al ajedrez. Un ámbito, como el Juan José Arreola, el primero de ellos en el centro del país, ha sido imán para cientos de ajedrecistas, lo mismo que los ESNAJS, que en realidad son el antecedente de los centros de que hablamos. Ya hace más de 40 años el Ing. Ferríz había concebido esa idea.
Lo de los centros va con el sentido de territorialidad del mexicano, que quiere delimitar un ámbito para practicar y estudiar ajedrez. Es una herencia agraria yo creo. Tierra y libertad.
Una vez preguntaban: ¿Qué era lo esencial de una universidad? ¿Sus edificios, sus profesores o sus alumnos?
Según varios rectores lo esencial eran sus profesores, su misión y su visión como institución. Abelardo era la Universidad de París, no eran los edificios. Sócrates daba clases en la calle y tuvo al mejor alumno de la historia, a Platón. No es el lugar. Una vez estaba cerca de la puerta de una iglesia escuchando los coros gregorianos. Un sacerdote amable me dijo: ¿No quieres entrar a la casa de Dios? Y le contesté, recordando una situación similar que le paso a un personaje en la historia: ¿Qué, estoy afuera?. El sacerdote sonrío, y me dijo, “Tienes razón, pero aquí más cerca escucharás mejor” y como quien no quiere la cosa me fue llevando y no descansó hasta hacerme leer parte del evangelio en la misa. Obviamente para mi la iglesia no estaba limitada por los muros, pero a los sacerdotes les gusta poder decir que juntaron el rebaño.
Entonces lo importante no son los lugares, son los profesores y los programas de estudio, los objetivos y lo que queremos ayudar que sean los alumnos, no lo que son. Yo tengo un Centro en el eter, en el Internet, con clases y programas, con alumnos que no veo el rostro pero que conozco por que les hice cuestionarios y revise las horas sus partidas. A veces estoy en Comitán, otras en Palenque o en Chetumal, eso no importa, el profesor está en clase y los alumnos también, aunque estén en Tenerife, Mexicali, Ciudad Obregón o Toluca.
Lo de los Centros me parece bien, pues hay quienes gustan de los muros y los claustros, de estudiar en bibliotecas y de comer con la familia los domingos.
En Rusia había clubes en todas las ciudades y el principal lo llamaban el Club Central de la URSS y tenía más actividades y publicaciones que una federación de un país. En Cuba para que una ciudad sea ciudad debe tener su Academia de Ajedrez. Así sin ser tan rimbombante. En La Habana, estaba la casa del ajedrez, que luego se convirtió en el ISLA. Pero a veces de una pequeña Academia, muy austera y calurosa, en Güines, cerca de la Iglesia de San Julían, se reunían varios niños, de los cuales dos serian Grandes Maestros y media docena Maestros Internacionales. El tamaño del local no era lo importante, sino los que le daban vida como entrenadores. Ya Dago no enseña en Güines y ya la cosa no es lo mismo, aunque sus otrora alumnos se esfuerzan. Ya va subiendo la cosa, pero “No es fácil”, es la frase que más se oirá.
Por lo pronto, creo que en cada ciudad de México debiera haber más que un centro de alto rendimiento una academia bien colocada, con cursos de capacitación para profesores que enseñen ajedrez en las escuelas, con clases para los niños más avanzados y que tengan afición. Debe desterrarse la variante esa de que si eres de la selección, estás obligado a asistir a un número de entrenamientos al centro. Eso en el Centro de Alto Rendimiento de la Ciudad de México lo descarté. Los que estaban en la selección tenían que comprobar que estudiaban ahí o con un entrenador en su escuela, colonia o deportivo. El tomar clases en el Centro de Alto Rendimiento no era una obligación, era un privilegio. Tenían derecho a sólo una clase a la semana, si mostraban mérito, podrían tener dos clases a la semana. Podían asistir a las clases que quisieran como oyentes y no participando.
Lo malo es que no hay programas bien establecidos y cada Centro funciona de maneras que parecen no planeadas. Pero tarde o temprano se podrá tener una red de Centros y eso tendrá repercusiones. La primera afectará sobre la manera de que evolucione la propia Federación. Pues al aumento del número de aficionados las elecciones ya no podrán ser representativas, a través de delegados, sino que cada ajedrecista querrá votar, como en Estados Unidos. Y como en la Federación de Estados Unidos, aquí habrá también grandes cambios que permitirán una verdadera democracia.
Si los llamados centros, van a sustituir la figura obsoleta de clubes de ajedrez, la estructura de cada Asociación cambiará, pues los clubes pierden, en muchas ocasiones, no en todas, sus razones de existir si hay un centro donde estudiar y jugar ajedrez. Entonces los clubes, al ser tan pocos, no serían representativos del ajedrez de una localidad, se recurrirá entonces al voto directo del jugador y con el sufragio efectivo, la existencia de la democracia esta asegurada.
Desde el Centro de Estudios Internacionales Hamilton, plantel Comitán.
Los centros o institutos de ajedrez, o simplemente ámbitos, son la clave para dar territorialidad al ajedrez. Un ámbito, como el Juan José Arreola, el primero de ellos en el centro del país, ha sido imán para cientos de ajedrecistas, lo mismo que los ESNAJS, que en realidad son el antecedente de los centros de que hablamos. Ya hace más de 40 años el Ing. Ferríz había concebido esa idea.
Lo de los centros va con el sentido de territorialidad del mexicano, que quiere delimitar un ámbito para practicar y estudiar ajedrez. Es una herencia agraria yo creo. Tierra y libertad.
Una vez preguntaban: ¿Qué era lo esencial de una universidad? ¿Sus edificios, sus profesores o sus alumnos?
Según varios rectores lo esencial eran sus profesores, su misión y su visión como institución. Abelardo era la Universidad de París, no eran los edificios. Sócrates daba clases en la calle y tuvo al mejor alumno de la historia, a Platón. No es el lugar. Una vez estaba cerca de la puerta de una iglesia escuchando los coros gregorianos. Un sacerdote amable me dijo: ¿No quieres entrar a la casa de Dios? Y le contesté, recordando una situación similar que le paso a un personaje en la historia: ¿Qué, estoy afuera?. El sacerdote sonrío, y me dijo, “Tienes razón, pero aquí más cerca escucharás mejor” y como quien no quiere la cosa me fue llevando y no descansó hasta hacerme leer parte del evangelio en la misa. Obviamente para mi la iglesia no estaba limitada por los muros, pero a los sacerdotes les gusta poder decir que juntaron el rebaño.
Entonces lo importante no son los lugares, son los profesores y los programas de estudio, los objetivos y lo que queremos ayudar que sean los alumnos, no lo que son. Yo tengo un Centro en el eter, en el Internet, con clases y programas, con alumnos que no veo el rostro pero que conozco por que les hice cuestionarios y revise las horas sus partidas. A veces estoy en Comitán, otras en Palenque o en Chetumal, eso no importa, el profesor está en clase y los alumnos también, aunque estén en Tenerife, Mexicali, Ciudad Obregón o Toluca.
Lo de los Centros me parece bien, pues hay quienes gustan de los muros y los claustros, de estudiar en bibliotecas y de comer con la familia los domingos.
En Rusia había clubes en todas las ciudades y el principal lo llamaban el Club Central de la URSS y tenía más actividades y publicaciones que una federación de un país. En Cuba para que una ciudad sea ciudad debe tener su Academia de Ajedrez. Así sin ser tan rimbombante. En La Habana, estaba la casa del ajedrez, que luego se convirtió en el ISLA. Pero a veces de una pequeña Academia, muy austera y calurosa, en Güines, cerca de la Iglesia de San Julían, se reunían varios niños, de los cuales dos serian Grandes Maestros y media docena Maestros Internacionales. El tamaño del local no era lo importante, sino los que le daban vida como entrenadores. Ya Dago no enseña en Güines y ya la cosa no es lo mismo, aunque sus otrora alumnos se esfuerzan. Ya va subiendo la cosa, pero “No es fácil”, es la frase que más se oirá.
Por lo pronto, creo que en cada ciudad de México debiera haber más que un centro de alto rendimiento una academia bien colocada, con cursos de capacitación para profesores que enseñen ajedrez en las escuelas, con clases para los niños más avanzados y que tengan afición. Debe desterrarse la variante esa de que si eres de la selección, estás obligado a asistir a un número de entrenamientos al centro. Eso en el Centro de Alto Rendimiento de la Ciudad de México lo descarté. Los que estaban en la selección tenían que comprobar que estudiaban ahí o con un entrenador en su escuela, colonia o deportivo. El tomar clases en el Centro de Alto Rendimiento no era una obligación, era un privilegio. Tenían derecho a sólo una clase a la semana, si mostraban mérito, podrían tener dos clases a la semana. Podían asistir a las clases que quisieran como oyentes y no participando.
Lo malo es que no hay programas bien establecidos y cada Centro funciona de maneras que parecen no planeadas. Pero tarde o temprano se podrá tener una red de Centros y eso tendrá repercusiones. La primera afectará sobre la manera de que evolucione la propia Federación. Pues al aumento del número de aficionados las elecciones ya no podrán ser representativas, a través de delegados, sino que cada ajedrecista querrá votar, como en Estados Unidos. Y como en la Federación de Estados Unidos, aquí habrá también grandes cambios que permitirán una verdadera democracia.
Si los llamados centros, van a sustituir la figura obsoleta de clubes de ajedrez, la estructura de cada Asociación cambiará, pues los clubes pierden, en muchas ocasiones, no en todas, sus razones de existir si hay un centro donde estudiar y jugar ajedrez. Entonces los clubes, al ser tan pocos, no serían representativos del ajedrez de una localidad, se recurrirá entonces al voto directo del jugador y con el sufragio efectivo, la existencia de la democracia esta asegurada.
Desde el Centro de Estudios Internacionales Hamilton, plantel Comitán.