28 jul 2009
“Gens Una Sumus”
La intolerancia campea mucho por el medio del ajedrez y las expresiones de racismo y chauvinismo deben ser desterradas de los torneos, aunque también se respeten las opiniones de todos, pero si estas violan principios básicos universalmente reconocidos, dejan de ser un derecho para ser un abuso de libertades. Me extrañan algunos emails en que algunas personas con aires localistas atacan a ajedrecistas “venidos de fuera”. Aun recuerdo el impacto que me causó hace unos meses leer el diario del maestro estoniano Raud que murió de hambre tras la Olimpíada de 1939 y que si este diario fuese real y no apócrifo, como muchos afirman, sería una acusación tan terrible como la que se pudiera hacer al medio ajedrecístico austríaco por la muerte en similares condiciones del GM Schlechter tras las hambrunas de la primera guerra mundial. ¿Cómo no acordarse de cuando Goebbels, el “propagandista” de Hitler tomó posesión de la Federación Alemana de Ajedrez y firmó la muerte de muchos ajedrecistas “no arios”? Incluso la historia de que federativos de ajedrez pueblerinos envenenaron al mejor jugador del mundo de su época, Paolo Boi Da Noto pudiera considerarse. Y aquello de Atahualpa sentenciado por culpa de una de sus victimas en un tablero de ajedrez. Con el pretexto de nuevas reglas y una lucha contra la trampa con apoyos informáticos, se ha creado en muchas federaciones el “terrorismo de la arbitrocracia” y surgen por internet una serie de historias francamente preocupantes. Ya un actual Gran Maestro se quejó de que le quitaron de mala manera el título de Campeón Nacional Juvenil a fuerza del poder arbitral, pero ahora ya esta más allá de esas minucias de personajillos, mientras los arbitro terroristas son señalados por la comunidad.
Federativos como Krylenko tienen grandes aportaciones al ajedrez de su país, pero el menor de sus crímenes sobrepasa en mucho su cuenta de males sobre su cuenta de puntos buenos. A veces las historias como las del oficial de la KGB stalinista Weinstein son muy difíciles de evaluar, pues mucho bien al ajedrez hicieron y sus faltas no han sido probadas. El caso de Krylenko es más sencillo, pero también hay muchos errores de información. En un artículo le achacaban la muerte del gran jugador Petrov, pero este fue apresado varios años después de la muerte de Krylenko.
Muchos son crímenes de la época y no de España, se decía antes, pero me preocupan los emails en que algunos quieren que me exprese contra un jugador e instructor extranjero y otros que reclaman que no salga a su defensa, “como líder de opinión”. ¿Qué puedo hacer sino solidarizarme con los perseguidos que buscan refugio en esta hospitalaria tierra, yo que he sido perseguido en la mía? No conozco nada del caso en particular y mal haría en darle la razón a alguno, máxime que no puedo erigirme, de ninguna manera, en juez de nada. Pero si hay un principio universal que debe guiarnos. Todos nacimos iguales y con iguales derechos y él que no lo reconozca así es un canalla y en eso si no quiero fallar, cuando veo un canalla lo señalo y digo: “¡Ahí va un canalla!”.
Todos los nacidos en la América Nuestra, aquella que José Martí Pérez señalo muy claramente, son mis hermanos, y son de muchas razas, de un verdadero ajíaco que es una riqueza más que tiene este continente. Y si me escriben acusando o pretendiendo denunciar a uno de mis hermanos iberoamericanos estén donde estén, lo menos que pueden esperar es que publique el nombre del que haya escrito y sus opiniones para exponerlo ante los lectores de mi blog y observen todos todas sus mezquindades. Si piensan que un instructor de Conchinchina es dañino, pues no asistan a sus clases, ignórenlo. Si es malo, no pierden nada con no apreciarlo, si es bueno, pues los perdedores serán sus hijos que no tendrán la oportunidad de aprender de alguien valioso algo importante. Buenos maestros son muy pocos, si ustedes no tienen la visión de aprovechar a quien puede cambiar, favorablemente, la vida futura de sus hijos, pues me dan pena. Pero si yo tengo la piel verde, no me juzguen de marciano, mejor valoren si con mi piel verde tengo atrás algo bueno que puede ser un tesoro para un niño ajedrecista. Los instructores no somos moneditas de oro y algunos somos, excesivamente, muy feos.
En Moldavia hay una historia de que el mejor entrenador de ajedrez era el más gruñon y el que más sucio era, y que todos lo aguantaban por ser él que realmente sabía de ajedrez en la Academia. Pero pocos sabían que todo lo que él ganaba lo daba a la familia de una viuda de su mejor amigo. El pobre no tenía ni para pagar el gas con que calentarse el agua para bañarse y como no tenía dentadura, ni dinero para comprarse una postiza, hablaba con la boca cerrada y entre gruñidos daba las clases. Un día amaneció muerto de frío tras una terrible nevada. Tres grandes maestros alumnos suyos, enterados del fin reciente de su maestro, están acusando a los federativos por no haberse percatado de la mala situación económica del maestro, pero los federativos alegan que tenía un sueldo alto y no se podían imaginar que todo lo regalaba.
Algo así pasó en México. El maestro Alejandro Baez Graybelt me consta que su exiguo salario lo entregó casi completo muchos años a la viuda y a los muchos hijos de un amigo fallecido muy joven. Muchos se burlaban de que Baez estaba siempre mal vestido. Pero yo sabia que estaba vestido con la toga más valiosa y elegante del mundo.
Hay que ver con otros ojos, porque podemos equivocarnos de la peor manera. Alguna vez, me contaba mi gran amigo, el generoso Carlos Manzur, una verdadera alma buena, pero que alguna vez tuvo sus pecadillos de joven junior y millonario en Yucatán, que ante un viejecillo medio metiche en el ajedrez, lo miró con cierto desdén preguntando que sabía de ajedrez. Hasta que alguien le aclaró: “Es Carlos Torre Repetto y le ganó a un campeón mundial”
Si ven a alguien muy feo, o muy viejo, o con un color distinto al suyo, no nos juzguen por nuestro aspecto, si queremos dar clases de ajedrez es que tenemos la vocación de ayudar a que alguien cumpla un sueño, y ya, por solo eso, debíamos ser considerados por lo que podemos aportar y no por nuestro aspecto. Confieso que algunos somos muy molestos y antipáticos, pero no tanto como para ser perseguidos y atacados por que somos, hablamos con otro acento, tenemos otra religión, pensamos y actuamos diferente a alguien que se siente autoridad ¿Gens una Sumus?