En
una entrevista a Capablanca, uno puede notar algunas cosas muy instructivas,
por lo que decidí publicarla de nuevo, pues muchos me han comentado no
conocerla.
“En
el torneo Avro jugué en condiciones físicas absolutamente anormales. Aunque no
estoy al tanto de la bibliografía ajedrecística, plantee bien todas mis
partidas por la sencilla razón de que tengo criterio. Pero transcurridas las
tres primeras horas de juego, sentía mi cabeza hecha un bombo. Me era imposible
reflexionar ni coordinar ideas. A Fine Ie tuve las dos partidas ganadas; a
Alekhine Ie debí ganar una partida; a Keres, otra, merced a una posición
ventajosa que elaboré a conciencia, y as! por el estilo. Pero
en el momento de transformar mi ventaja en triunfo percibía que mi cabeza no
marchaba y ya no seguía jugando con el cerebro sino con las manos. A pesar del frio
cortante que partía el noviembre holandés. yo hundia mi cabeza congestionada en
agua helada para despejarme, bien que sin resultado.
... Así,
jugando como un autómata después de la tercera hora, dispute el torneo de AVRO.
Son explicables, pues, cuantas veces omití ganar en el mismo.
Borrado
como con una esponja
"Si
esta impotencia intelectual hubiera derivado de una falla cerebral, me habría
retirado del tablero. Capablanca hubiera dicho adiós al juego del que fue campeón
y cuyo cetro aspira a reconquistar. Pero el cerebro, por fortuna, anda todavía
bien. Mis ausencias mentales se debieron a una muy alta tensión arterial y a
desordenes circulatorios conexos que no empanaban la claridad de juicio. Es curioso
que empezase a advertir esos desordenes precisamente en 1936, año en que mis actuaciones
fueron superiores a las de los demás maestros. En ese año gane el tomeo de
Moscow delante de Botwinnik, Flohr, Ragosin, Lasker, etc, un mes después compartí
el primer puesto del de Nottingham con Botwinnik
aventajando a Euwe, Reshew:sky, Fine, Alekhine, Flohr, Lasker. .. Y, sin
embargo, a pesar de los éxitos citados, yo me sentía flojo. Al suspender mi última
partida de Nottingham contra Bogoljubow-que necesitaba ganar para desprenderme
de Botwinnik y ocupar solo el primer puesto-la analice un rato y llegue a la conclusión
de que, salvo que mi adversario hubiera sellado bajo sobre determinada jugada,
en cuyo caso la partida seria tablas, en todos los demás yo debía ganar. Al reanudarse
la lucha. se abre el Sobre de Bogoljubow. Este no había sellado la jugada
precisa, la única que hacia tablas, sino otra. Pero yo me olvido de todos mis análisis
que había practicado momentos antes, absolutamente de todos, como si una
esponja hubiera absorbido mis ideas, y convencido-todavía no me explico porque-de
que la partida era tablas de cualquier manera, maniobre apagadamente para
tablas en una posición ganada.
No
estuvieron acertados los primeros médicos a quienes consulte acerca de estos claros
que bruscamente se produzcan en mi cerebro, pero ahora facultativos más felices
ya han Iocalizado la causa: la tensión arterial. Me han sometido a un regimen
de Ieche, frutas y verduras, que ha bajado moderadamente esa tensión y digo
"moderadamente" porque a las arterias sometidas a una determinada presión
no se Ies puede disminuir de golpe esa presión sin que el remedio sea· peor que la enfermedad .
Me
siento capaz de luchar y vencer.
Ahora.
con una tensión mas baja. me siento físicamente mucho mejor. No soy el Capablanca
de 1918 (a los treinta años de edad que ya. se fueron). en mi concepto aun mas
lucidos y eficaz sobre el tablero que el
Capablanca de 1921. que gano el campeonato del mundo; pero advierto que mi
cerebro funciona con muy aceptable regularidad.
Poseedor
de esa regularidad relativa y de mi certero juicio ajedrecístico de siempre. me
siento capaz de luchar contra ajedrecistas jóvenes, que todavía no han llegado a.
Ia perfección de razonamiento que nos caracterizan a Lasker y a mí, y de
vencerlos. Prueba de ella es mi actuación en el turno final del Torneo de las
Naciones en el que sin distinción de
nombres, jugué mejor que cualquiera otro. No estuve perdido en ninguna partida
y si bien deje de forzar algunas porque ningún interés personal justificaba un
largo esfuerzo. gane en cambio otras en forma muy discreta".
(Artículo publicado
en la revista deportiva "El Gráfico" de Buenos Aires. 1939).