En ajedrez no hay milagros, afirma el ex campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov. El “verdadero secreto” es trabajar duro, sin importar cuales son las herramientas para entrenarse. En su juventud eran los libros de ajedrez y hoy lo son las computadoras. Kasparov dice que las herramientas pueden ser diferentes pero lo que es realmente importante se mantiene igual.
“No creo que los campeones lo sean de nacimiento, pienso que se hacen, no nacen y son el resultado de trabajo muy duro”, dice Kasparov. No obstante posteriormente agrega que el ser capaz de trabajar duro es un talento, un don. También dice que no hay nada más importante que tener una madre dedicada, o un padre o entrenador para apoyar a un joven jugador aspirante.
Parece una paradoja, pero la mayoría de especialistas que han analizado la importancia del talento en el desarrollo de la excelencia en las personas, coinciden que es mucho menor a la práctica deliberada esforzada, al trabajo duro sistemático bien planeado.
Pero para tener disposición y aguantar el trabajo duro, se requiere cierto “don”, cierto talento y el contar con quien lo planifique bien y apoye. O sea los factores externos siempre están presentes. Las circunstancias, ¿la suerte?
Claro que el “talento” de trabajar duro puede ser aumentado con hábitos y motivación, motivación interna y externa, por supuesto.
Hay una leyenda un poco curiosa sobre que todos los seres que poblaban la tierra eran dioses, pero muchos abusaban de su poder. El Dios “en jefe” castigo a esos a convertirse en seres humanos. Pero les dejo la llave de sus poderes escondida. ¿Dónde? Los dioses menores que no fueron culpables, alegaban que hallarían los seres humanos la llave, ya sea que lo pusieran en la más alta montaña o en el mar más profundo, ellos llegarían a cualquier lugar. “La escondí dentro de ellos mismos, ahí nunca la buscarán”.
Así que a estimular la capacidad de trabajo suya o de sus seres amados, es el verdadero talento que vale. Estimúlelo continuamente. Hay dos fórmulas: Positiva y Negativa; la primera basada en enseñar a disfrutar el cumplir con la responsabilidad por lo que Dios lo doto de vida y talentos, la propia superación y el beneficio que puede dar a los demás con su excelencia; la otra forma es por temor, crearle temor a ser derrotado, a ser menos que los demás, a ser fracasado, a vivir en la pobreza, a ser menospreciado por los demás.
A muchos les parece que funciona cualquiera de ambas formulas. Es como actuar por temor a Dios o por amor a él. Por fuera parece lo mismo, pero en el interior nuestro una forma destruye y otra crea.
Como decía el Gran Maestro Carlos Torre cuando un jugador jugaba mal: “No hay amor” Me parecía una expresión muy profunda.