8 abr 2009

Los Mundos Matrix del Ajedrez.


En una conferencia pronunciada por el gran maestro Ostap Bender, héroe de la inmortal novela “Las Doce Sillas” de I. Ilf y E, Petrov, ante los amantes del ajedrez en la ciudad de Vasyuka: “Como vemos, el hombre rubio juega bien, pero el moreno juega mal. Y no hay conferencia alguna que pueda cambiar ese estado de cosas, a menos que cada individuo se entrene jugando constantemente a las damas … quiero decir, al ajedrez”
Aunque Ostap Bender no sabía jugar ajedrez y aún así recorría Rusia dando conferencias en clubes de ajedrez pues sabía que en uno de ellos había una silla repleta de joyas, no dejaba de tener gran razón, pues en ajedrez el conocimiento tiene peso, pero más la aplicación de este por medio de la práctica.
Pero el que pudiera engañar a los aficionados del ajedrez de que él era un gran maestro y un gran entendido del ajedrez, a pesar de no saber ni mover las piezas, no debiera sorprender a nadie, pues él que no sabe es como el que no ve y aquel que no conoce a Dios a cualquier barbón se le arrodilla.
En esta época de la tecnología, habrá muchos que se dejen engañar por lucecitas de colores, porque él que no sabe ni siquiera sabe que no sabe. Ya Bertrand Russell con sus famosas paradojas demostraba que hay cosas que no se pueden descifrar.
Contaba Russell que en una ciudad en donde las cosas erradas se pagaban caras, el rey decidió que una persona debía ser ejecutada. Y para ello, decidió ahorcarlo. Para darle un poco más de sabor al asunto, colocaron en dos plataformas dos horcas. A una la llamaron “altar de la verdad” y a la otra, “el altar de la mentira”.
Cuando estuvieron frente al reo, le explicaron las reglas: “Tendrás oportunidad de decir tus últimas palabras, como es de estilo hacerlo entre personas civilizadas. De acuerdo con lo que digas, sea verdad o mentira, serás ejecutado en este altar (señalando el de la verdad) o en el otro. Es tu decisión”.
El preso pensó un rato y dijo que estaba listo para pronunciar sus últimas palabras. Guardando respetuoso silencio, los presentes se prepararon para escucharlo, con la solemnidad que merece escuchar las últimas palabras de un condenado. Y dijo: “ustedes me van a colgar en el altar de la mentira”.
“¿Es todo?”, le preguntaron.
“Sí”, respondió.
Los verdugos se acercaron al sentenciado y se dispusieron a llevarlo a ejecutar al altar de la mentira. Cuando estaban por subirlo, uno de ellos dijo: “Un momento por favor. No podemos colgarlo acá, porque si lo hiciéramos sus últimas palabras habrían sido ciertas. Y para cumplir con las reglas, nosotros le dijimos que lo colgaríamos de acuerdo con la validez de sus últimas palabras. Él dijo que ‘lo colgaríamos en el altar de la mentira’. Luego, allí no podemos colgarlo porque sus palabras serían ciertas”.
Otro de los que participaba apuntó: “Está claro. Corresponde que lo colguemos en el altar de la verdad”. “Falso”, gritó uno de atrás. “Si fuera así, lo estaríamos premiando ya que sus últimas palabras fueron mentira. No lo podemos colgar en el altar de la verdad”.
Ciertamente confundidos, todos los que pensaban ejecutar al preso se trenzaron en una discusión eterna. El reo escapó y hoy escribe libros de lógica.
“Lo esencial es invisible para los ojos” decía Saint Exupery, y lo verdaderamente importante tampoco está al alcance de nuestra mente. Somos un poco miopes de vista y mente.
De ahí resulta que los Ostap Benders que pululan por el mundo, tienen tanto éxito. En la oficina del Presidente de la FIDE, se encuentra una estatua de Ostap Bender, según cuentan. E incluso una vez vi una fotografía de la mayor de las hermanas Polgar junto a dicha estatua. Quizás en el futuro el presidente de la FIDE y Kalmikia les regale una replica del personaje de Ilf y Petrov a los presidentes de organizaciones ajedrecísticas de todo el mundo para que los inspire en su tarea primaria que es hallar la silla de las joyas, escondida en un club de ajedrez.
He visto como los émulos de Ostap Bender crean mundos matrix a sus seguidores, que al no saber que no saben, son victimas propiciatorias de las maquinaciones de buscadores de sillas.
Cada ajedrecista tiene su propia visión del porque juega ajedrez y a veces esta visión es influenciada por un Ostap Bender local que le describe un mundo matrix, generalmente cómodo y respetuoso de los límites de su zona de confort personal. Pasan los años y cuando nuestro protagonista se da cuenta de que lo “Benderearon” ya es demasiado tarde. No leyó la novela de “Las Doce Sillas” y no supo del detalle aquel de que hay que entrenarse rabiosamente y que eso se traduce en esfuerzo y salirse de su zona de confort por fuerza. “No pain, no gain” diría un cholo sabio de allá de San Ysidro, California.
En estos días están de moda programas computacionales de todo tipo. Como en un tiempo, en los de la URSS, estaban los libros con cientos de ejercicios, repletos de diagramas, siendo los más notables los de Neishtadt, “Praktikun” y los de Ivashenko. Pero ahora todo mundo saca sus programas propios y algunos parecen tener la tendencia de hacer creer a los papás que sus niños son unos genios para el ajedrez. Hay veces que verdaderas mafias se confabulan para ello, creando una atmósfera especial donde incluso prensa y medios parecen estar de acuerdo con el surgimiento de un Bobby Fischer local y los padres, generalmente de buena posición económica, viven en un mundo Matrix donde están convencidos que cualquier dinero es poco para invertir en la creación de una estrella.
Claro que en el pueblo de los locos, el cuerdo es el loco del pueblo; así que pobre de aquel que trate de abrirles los ojos a los progenitores elegidos de que viven en un mundo matrix, porque la jauría de vividores se lo comerán vivo “virtualmente”.
Me dio por reflexionar en esto viendo unos ejemplares de 1989 de la revista “Chess Life “ y comparando, veinte años más tarde, si las estrellas infantiles más encomiadas habían cumplido las expectativas. Bueno, si utilizamos las estadísticas, sólo uno de cada cien lo hizo. De diez estrellas juveniles ya más o menos logradas, con títulos de MI por lo menos antes de cumplir 20 años, sólo tres juegan ajedrez actualmente.
Ese hecho ya había sido observado por muchos que se quejaban que de la escena norteamericana de torneos una verdadera constelación de estrellas se había alejado del ajedrez, como Julio Kaplan, Kenneth Rogoff, Kim Commons, Sal Matera, Patrick Wolff, Thal Shaked, Josh Waitskin, Michael Wilder, Jay Whitehead, Calvin Blocker, Robert Newbold, Norman Weinstein, John Grefe, James Tarjan, pasando por algunos exsoviéticos que había que incluir etc.
No es de extrañar que una vez un equipo norteamericano fue formado enteramente por jugadores nacidos en la URSS. En primer tablero GM Alexandr Onischuk, segundo GM Alexandr Shabalov, tercero GM Alexandr Goldin, cuarto GM Gregory Kaidanov, primer suplente GM Igor Novikov, segundo suplente GM Boris Gulko, capitán Boris Postovsky. Onischuk jugaba por primera vez en el equipo norteamericano (igual que Goldin y Novikov) pero había jugado por Ucrania cuatro veces, que en ese año de 2004, ganó el primer lugar, mientras que este equipo lograba el segundo. Muchos lamentaban que Hikaru Nakamura no jugase en el equipo, pero desentonaría un poco en las pláticas de sobremesa, a menos que aprendiese ruso. La verdad ese equipo tenía seis de los ocho jugadores de más alto rating FIDE que la Federación de Estados Unidos tenía, así que no había porque quejarse. Sólo otro jugador, nacido en Damasco, Siria, pero realmente norteamericano, Yasser Seirawan, estaba ausente, junto con Nakamura.
La pregunta es ¿Qué tanto han afectado los Ostap Benders y sus mundos matrix a los niños norteamericanos aspirantes a estrellas del ajedrez? Creo que bastante. Los únicos norteamericanos que se salvan son los entrenados por sus propios padres, como Nakamura, Dean Ippolito, Jennifer Shahade; o los que tienen entrenadores formados en la URSS, sin ser super estrellas ellos mismos. Sunnil Weeramantry, padre de Nakamura, también tiene destacados discípulos además de sus hijos, lo mismo que el GM Maurice Ashley, pero los entrenadores escolares y locales, si han sido terribles Ostaps Benders.
En otros países, la cosa no se ve diferente. En breve encuesta a 108 instructores de ajedrez de tres países, se les hicieron algunas preguntas. Sólo 26 tenían expedientes de sus alumnos, sólo tres hicieron exámenes exhaustivos previos, mayores de una hora, antes de iniciar clases, solo diecinueve no aceptaban regalos de los padres de sus alumnos y “bonos” en caso de ser asalariados de escuelas o deportivos donde daban clases. Sólo 5 se negaban a pronosticar el futuro del niño antes de seis meses de trabajar con ellos. Sólo 12 manifestaron a los padres que los niños no tenían talento especial para el ajedrez, a presiones de los padres. Sólo 8 se negaron a pronosticar a los padres el futuro ajedrecístico de los niños y declararon que por ética no lo podían hacer, pero que en cambio estimularían al niño a que siguiera en el ajedrez y así lo recomendaban a sus padres. 76 hicieron detalladas descripciones de sus relaciones con los padres, con lo que quedaba claro que les hacían un “mundo Matrix” a los padres de esos niños. 42 de plano mintieron descaradamente a los padres para hacerlos sentir que la tecnología y las computadoras demostraban que sus niños tenían talento especial para el ajedrez. Habrá que agregar que sólo 32 habían estudiado formal o informalmente para ser instructor de ajedrez. Los demás, habían aprendido por el camino. Los 42 mentirosos, los del Mundo “Matrix, ” todos estaban en la mitad de los que tenían mayores ingresos y tres de ellos estaban entre los cinco mejor pagados y 61 habían sido federativos alguna vez, y 16 aún lo eran.
Conclusión: si alguien le dice que tiene un genio del ajedrez en casa, pida una segunda opinión.