El ajedrecista difícilmente puede esperar que alguno de los delegados que votaron en la FIDE haga algo para que se supere en ajedrez. Debe tener la conciencia de que todo depende de él mismo. De aquellos sólo recibirá solicitudes para que pague cuotas y así se le permita participar del ajedrez federado, que es patrimonio de unos cuantos. Puede darse el caso que incluso, si se descuida, puedan no solo no ayudarle a superarse, sino que le pondrán obstáculos, como ha sido la experiencia de muchos grandes jugadores que embriagados por la comprensión del talento que tenían, no aceptan inclinar la cerviz para lograr ya no el favor, sino simplemente la omisión de algún dirigente.
Los ajedrecistas habrán de superarse a pesar de, no gracias a factores fuera de ellos mismos. De su interior deberán sacar recursos y allegarse apoyos y guías, e incluso de dentro deberán saber motivarse. Como las semillas tienen todo lo necesario dentro como para alcanzar lo que sus sueños prometieron a sus ansias, aunque suene a tango.
Los próximos doce meses prometen ser especialmente difíciles para el ajedrez por la rabia contenida de cientos de ajedrecistas y la desilusión de otros miles.
El esfuerzo debe ser mayor y el ingenio para hallar nuevas rutas para superarse deberá ser más agudo.
Esos lances son los que dan fama.