9 jul 2007


Un gran libro editado en la URSS en español.

En la URSS se publicaron toda clase de libros muy interesantes de ajedrez. Destaca entre ellos el primero que se publicó del GM Kotov en español, que, aunque no tiene una sola jugada de ajedrez, ni un diagrama, es sumamente instructivo, pues relata todos los inicios de su carrera hasta el año 1952 cuando gana el Torneo Interzonal de Estocolmo, eliminatoria al Campeonato Mundial, ¡Con tres puntos de Ventaja!

Apuntes de un ajedrecista.
Por el GM Alexander Kotov

Presento un fragmento:

LOS ESTUDIOS, EL AJEDREZ, LA VIDA
ALEGRÍAS Y SINSABORES DE LA INFANCIA

- ¡Maldito rodal! ¡Otra vez en el mismo sitio! -rezongó un hombre pequeño de cabeza inmensa, mientras se levantaba con dificultad del lodazal y se limpiaba las manos contra una valla.
Tenía razón aquel tardío transeúnte. En efecto, la calle de Gógol de la ciudad de Tula era incómoda, y no sólo para los peatones ebrios. Verdad es que al principio era llana, con empedrado de adoquín y aceras a los lados;y cómo no lo había de ser, si el propio gobernador vivía
en ella. Más allá, se iniciaba el barrio de los pobres. Cambiaba todo de pronto: las casas grandes de majestuosas fachadas, con altas verjas, cedían el espacio a bajas casuchas. En los patios y en la calle había un barrizal intransitable. Por la noche, la oscuridad era absoluta. Los faroles brillaban por su ausencia.
Para mal de males de nuestro caminante, en aquel trecho de la calle había una cuesta. Y es sabido que no hay nada más difícil para un beodo que andar cuesta abajo, pues los pies no logran dar alcance al cuerpo, a punto de caer.
Finalmente, después de pasar todas las pruebas, mi padre llega a la puerta de nuestra casa. Trae la cara y las manos enfangadas. Del abrigo le caen gotas cenagosas. En la mano, una sarta de doradas rosquillas, salva das milagrosamente, obsequio adquirido para los hijos al recibir la paga. Pero del salario no queda una chica, se lo ha llevado íntegro la juerga corrida con sus amigos. Por eso está tan triste y consternada mi madre, y a nosotros no nos alegra el apetitoso aspecto de las rosquillas.
Mi padre no era una excepción. El duro trabajo, la miseria y la vida sin alegría ni perspectivas de los obreros, empujaban a muchos a las tabernas, donde olvidaban un rato sus penas y desdichas a fuerza de copas de vodka. Por aquel entonces, Tula ocupaba el primer lugar en Rusia por la cantidad de pepitas de girasol roznadas y de vodka consumida por habitante.
Cuando se embriagaba, mi padre se ponía alegre y bonachón, por lo común.
- ¡No te duela el dinero, madre! -decía para consolar a su mujer-. ¡El dinero es un gusano!
Pero a la mañana siguiente, su humor empeoraba notoriamente, y él se sentía avergonzado de ver a su familia hambrienta.
Mi padre, Alexandr Kótov, era uno de los tantos maestros armeros que asombraron reiteradas veces al mundo con su habilidad en el ejercicio de varias profesiones. El escritor ruso Leskov, en su conocido relato El zurdo cantó la maestría. de los obreros de Tula, "personas inteligentes y diestras en el trabajo del metal".
Mi padre conocía a la perfección el oficio de carpintero, era mecánico y ajustador, sabía componer igual una complicada máquina que un fino mecanismo de reloj. En 1a Exposición Internacional de París del año 1900 se exhibieron algunas obras suyas de carpintería. A los ocho años empezó a trabajar como aprendiz de un carpintero, en cuyo taller le tiraban de los pelos y le aficionaron a la bebida, trabajó después cuarenta y dos años en un mismo taller de la fábrica de armas de Tula y no abandonó la sierra, el cepillo y el banco de carpintero hasta el final de sus días.